| Capítulo 21 |

28.6K 1.3K 1.2K
                                    


DÉVORA

La primera vez que besé a Víctor, lo hice con la idea de que no lo volvería hacer.

De que no volvería a sentir sus labios.

La cantidad de personas a las que había besado podían ser contadas por los dedos de mis manos: apenas llegarían a tres, incluyendo a Víctor.

Por ello, mi timidez al darle un casto beso. Sí, casto. Porque incluso si fuera uno tímido y sutil, no estaba acostumbrada a tener contacto carnal con los demás. Y, para mí, eso incluía los besos.

Aquella vez frente a Zack, había rozado mis labios con los suyos. Sentido la humedad neutral de sus labios, su piel, su contacto. Pensé que solo sería la única vez que lo haría, que rozaría sus labios con los míos. Porque eso era. Un rozamiento de labios. Apenas un beso. Fuera de lo carnal, fuera de la necesidad.

Me equivoqué. Porque ahora estaba besándolo nuevamente. Sí, besándolo.

Abrí los ojos, perpleja.

Ahora tenía a Víctor estampando sus labios contra los míos. Acunando mi rostro entre sus manos y atrayéndome hacia él. Ejerciendo una presión de su cuerpo contra el mío. Robándome la respiración e invadiendo mi boca con su lengua. Con su calidez. Y con su saliva.

Víctor me estaba besando.

Víctor. Me. Estaba. Besando.

Y yo no hice nada más que corresponderle.

Todo signo de decencia, prudencia y raciocinio se esfumó y quedó en cenizas cuando metió su lengua en mi cavidad, invadiendo y arrastrando toda su saliva contra la mía. Enredó su lengua con la mía, movió sus labios en un vaivén delirante.

Como si no tuviera ningún control de mi cuerpo, y fuera suyo, solo suyo, fui arrastrada por él hasta chocar con una puerta. Sus manos dejaron mi rostro para posarse en mi cintura y tomarme con una exigencia brusca y posesiva.

No sabía cómo, ni lo recordaba bien, entramos a un salón. Y fue ahí, entonces, cuando mis brazos se posaron en su pecho y nos separé.

Un vacío se arremolinó en mí al separarme de sus labios, como si me hubieran quitado algo preciado.

La luz de la habitación era tenue, apenas nos alumbraba por completo, pero daba la vista suficiente cómo para poder apreciar a Víctor dándome una mirada dilatada y con la respiración acelerada, con sus mechones negros cayendo hacia su frente, su camisa desaliñada, un poco arrugada, y sus labios...hinchados, mojados.

Su lengua lamió sus labios en un movimiento lento y felino.

Ni siquiera me di cuenta que fue recién por ese acto que estaba reteniendo la respiración. Liberé en un suspiro pesado todo lo que había estado conteniendo durante el beso.

Me fijé en su rostro, las mejillas de Víctor estaban un poco sonrojadas por el contacto frenético de nuestros rostros. Miré sus manos, las venas sobresalían de su piel como una segunda capa, como si estuviera exhibiendo su necesidad.

Incluso los pelos de sus cejas, totalmente dispersos, rompían con todo la perfección que emanaba. Pero aún así se seguía viendo exigente, bruto y brusco.

Y deseé no habernos separado. Porque esa faceta de su rostro, desencadenaba un sinfín de tentación y amenazaba con enviar ondas electrizantes de placer por cada una de mis zonas erógenas.

Tuve que apretar mis piernas con fuerza.

Tragué saliva. La tensión era apenas un fino hilo tendido en el aire.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora