| Capítulo 36 |

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36| Dévora

La luz tocaba mi rostro cuando me levanté.

Apoyé mi espalda contra la cabecera de la cama, parpadeando varias veces para poder ver correctamente.

Una silueta que estaba sentada al costado mío se robó mi atención.

—Buenos días—murmuró.

A pesar de que veía un poco borroso, le regalé una sonrisa.

—Buenos días.

—¿Te han dicho que te ves adorable cuando duermes?

Esbocé una sonrisa y estuve a punto de ensancharla cuando toda la claridad golpeó mi vista y discerní que aquella voz no era aquella masculina, dura y grave a la que estaba acostumbrada.

Ni mucho menos que la persona que estaba a mi costado tenía el cuerpo musculoso, el aspecto bruto y la elegancia de la mortalidad.

No.

Era una mujer rubia, con una belleza hipnotizante pero aterradora a la vez. Sus ojos azules parpadearon varias veces al verme.

—Hola, hola—esbozó una sonrisita.

Agarré mi sábana, tapándome, y me paré de la cama lo más rápido posible.

—¿Qué haces aquí?

—¿Estás desnuda?—alzó una ceja—. No tienes por qué avergonzarte, estamos entre mujeres y yo soy una fiel seguidora del Body positive—hizo un signo con sus dedos— Ajá, ajá, sí, sí. Amor y paz.

—¿Qué—volví a preguntar— haces aquí?

—¿No es obvio?—América estiró sus tacones en mi cama, tirando su cabello hacia un lado —. He decidido hacer una visita a mi querida y mejor amiga.

—Deja de hablar estupideces. Tú y yo no somos amigas. Y baja tus malditos tacones de mi cama. Lo que menos quiero es que lo ensucies.

América obedeció y se paró.

—¿Cómo que no somos amigas?—hizo una mueca tristona—. Acabas de romper mi corazoncito francés.

—Vete a la mierda—le hizo un signo con la mandíbula—. Lárgate antes de que yo te bote a patadas.

Non, non, non—negó con patente acento francés—, ¿y dejar los regalos que traje para ti por tu bienvenida a Francia? Ni bromear.

—Mis...¿regalos?

Oui—empezó a caminar hacia una esquina, justo donde vi la caja de regalo—. Son juguetitos—esbozó una sonrisita maliciosa—juguetitos sexuales para ti.

Sentí el calor subir por mi garganta.

—No quiero nada tuyo. Llévate esos juguetes....—sellé mis labios—indebidos.

América alzó una ceja.

—¿Indebidos?—soltó una risita—. No me digas que eres una de esas chicas cristianas y mojigatas.

Avancé hacia ella, pero me quedé a una distancia aceptable por si quería atacarme otra vez.

—¿Cómo has llegado acá?

América avanzó hacia el tocador, el espejo gigante le entregó la silueta de vestido rojo que se acentuada a su cuerpo.

—Tengo mis métodos—respondió acomodando su cabello y haciendo movimientos coquetos—. Por Dios—murmuró—, qué hermosa soy.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora