| Capítulo 43 - Parte II |

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43 | Dévora

Los ojos de América y Vincent estaban clavados sobre mí, atentos y fijos.

—Jamás pensé que estuvieras tan segura de matar a una persona—dijo América.

Apreté el cuchillo con más fuerza.

—Jamás pensé que una persona fuera capaz de generar tanto daño—respondí.

A pesar de que sentía sus miradas estáticas en mis movimientos, bajé la vista al cuchillo, en la manera en la que estaba siendo sostenido por mis dedos: con fuerza, como si fuera el único pendón que me sostuviera a la vida. Los tendones de mis dedos se evidenciaban en mi piel al mismo tiempo que mis venas. Azules.

El ambiente de la prisión era totalmente oscuro, pero sí podía ver, detectar.

Volteé el cuchillo, sentí la frialdad metálica rozar mi palma. En esa oscuridad profunda de la prisión, pude ver cómo el metal del cuchillo brillaba.

El brillo de la muerte.

Los pasos de Vincent resonaron mientras se acercaba a mí.

—¿Crees que puedas pelear después de lo que te hicieron pasar?—preguntó.

Ladeé un poco mi rostro, dándole el perfil de mi nariz y haciendo que mi mentón rozara un poco con mi hombro.

Miré sus siluetas.

Pero, en especial, miré más allá de ellos. Atrás.

Giré mi cuerpo completo hacia la puerta de la prisión. Mis dedos giraron el cuchillo. América y Vincent parpadearon varias veces cuando notaron como entrecerré los ojos y mantenía mi vista fija en ese punto perdido en la oscuridad.

América giró su rostro.

—¿Hay al-?

Su cuerpo se vio obligado a girar a un costado cuando el cuchillo casi le rozaba la mejilla cuando lo lancé. Los ojos de Vincent y América siguieron la dirección del vuelo del cuchillo con las facciones totalmente sorprendidas.

Un quejido de dolor agudo irrumpió la prisión cuando el metal se enterró en el estómago de la persona presente y camuflada en la oscuridad. Su caída a la superficie me indicó su incapacidad de poder realizar movimientos.

—Puedo pelear perfectamente—confirmé antes de caminar hacia la persona lastimada. Podía sentir las miradas de Vincent y América totalmente sorprendidos. Paré cuando quedé delante de la persona. El olor de la sangre inundó mis fosas nasales.

—No me había percatado que había alguien detrás de nosotros—murmuró América a mi costado.

—Buenos reflejos—agregó Vincent.

Había aprendido del mejor.

Me arrodillé hacia el hombre que había apuñalado, sin esperar, enterré con más fuerza el cuchillo para romper más de sus órganos.

Ese hombre era aquel que me había llevado a la prisión en dónde estaba mi hermano y Annika.

Los pasillos se vieron invadidos por gritos dolorosos.

—¡Bast-!

La palabra no se pudo concretar cuando América pisó su mano con fuerza, rompiendo los huesos de sus dedos. Vincent hizo lo mismo con más fuerza en la otra mano, haciendo que los huesos crujieran en un eco perfecto en los pasillos.

—¿Quieres que paremos, ah?—me acerqué a él para que pudiera ver mi rostro, justo cuando la oscuridad se vio invadida por pequeños parpadeos de luces—. Pero no paraste cuando me torturaste con ráfagas de electricidad ni con mangueras de agua.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora