|Extra: Un beso como método de escape|

11.8K 449 139
                                    

Solo para recalcar, este extra no afecta nada a la historia ni a la trama. De hecho, no es necesario que lo lean para entenderlo. Pero, si quieren conocer más sobre estos personajes, adelante, pueden leer sus aventuras. 

Extra | Un beso como método de escape. Att. América

Ryat

Había paz en el silencio.

Y había belleza en la paz.

O al menos, eso era lo único que me reconfortaba y mantenía de un humor estable mientras terminaba de hacer mi guardia por las calles de Arles.

Supervisar a las personas era un deber que debía ejercer; en especial, el cercioro de su salud mental. Cada uno de los habitantes de la ciudad de Arles eran sobrevivientes del mercado negro; por ende, cada uno contaba con diversos traumas.

Traumas con los que debía lidiar, observar, vivir.

Algunos enloquecían, otros permanecían llorando por sus desgracias. La mayoría de los sobrevivientes aún no superaban la muerte de sus familiares. Un porcentaje de ellos veía la opción del suicidio, otros caían en la locura. Por más que trataran de seguir adelante, el brillo de sus ojos se apagaba. Sus movimientos se hacían más lentos y las energías de continuar el día decrecían.

Su esperanza se perdía.

Y, debido a ello, cada segundo que pasaba, mi rabia se avivaba. El odio irrevocable hacia las personas que había generado todas esas desgracias se intensificaba.

No hacía más que llenarme de rabia.

Alcé la vista hacia la mansión del jefe, o también conocida como "La mansión oscura" por nuestros enemigos.

Aún era difícil asimilar que vivía ahí, a pesar de que había estado dos años desde mi integración.

Suspirando, entré por el umbral de la puerta, saludando con un simple asentimiento de cabeza a mis compañeros que también hacían sus guardias respectivas. Uno quiso entablar conversación, pero lo ignoré.

No necesitaba hablar con nadie.

No necesitaba amigos.

Ni mucho menos hacer una vida como persona.

Mi única vocación era rescatar, dedicar mis años restantes en la seguridad de las personas. Así había establecido con Víctor Leroux, mi jefe.

Después de rescatarme, cuando me enteré de lo que hacía, cuál era su objetivo, me ofrecí.

En ese entonces, estaba yo solo, sin nada ni nadie, lo había perdido todo. Y ver cómo la desgracia carcomía a las personas que también habían sufrido el mismo destino que yo, no era agradable, consumía. De un modo asfixiante.

Por eso había empezado a trabajar para Víctor Leroux. Al principio, estuve en vigilancia máxima, en prueba como para que pudiera cerciorarse de que lo que viera no me afectara.

Todos pasaban por un examen psicológico.

La mayoría de los postulados no resistieron.

No solo era tráfico de personas, venta de órganos o secuestro de niños para sectas, eran desapariciones de ellos por parte de psicópatas dementes. Algunos eran usados como experimentos por científicos locos, otros deformados como si fuesen muñecas.

Las experiencias eran fuertes. Oscuras. Inhumanas.

Yo permanecí. El sufrimiento que había visto en mi familia y que yo mismo había sufrido había terminado conmigo lo suficiente como para saber que debía dedicar mi vida entera en esto.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora