| Capítulo 30 |

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30 | Dévora

El cuchillo que tenía en mis manos era grande y afilado, lo suficiente como para saber que un movimiento descoordinado podría ser mortal.

—No estoy segura de que debas ir sola.

Alcé la vista para ver a Annika; estaba apoyada contra la mesa con los brazos cruzados.

—No iré sola. Víctor me acompañará.

—Pero entrarás sola.

Tragué saliva con dificultad.

Una parte de mi cuerpo me gritaba de que no debía de ir sola a la casa de mis padres, de que debería entrar con Annika, Call y Víctor. Cada uno de ellos contaba con la fuerza necesaria para poder atacar a mi acosador, para retenerlo y finalmente encarcelarlo por todo lo dicho.

La simple idea era contraproducente.

Porque no sabía las posibles represalias que podía tomar mi acosador.

Mierda. Iría a encontrarme con mi acosador.

Los escalofríos me recorrieron hasta la espina dorsal.

Era muy probable que en estos momentos me estuviera vigilando.

—Yo la acompañaré—pronunció Víctor, la fuerza en su voz me generó protección—. Si alguien intenta dañarla, lo mataré. Y luego haré que violen su cadáver.

—Eso—señaló Annika—es muy sádico.

La mirada de Víctor bailó con una oscuridad que siempre lo caracterizaba: aterrador y helado.

—Sádico es una palabra corta.

Call permaneció en silencio, dubitativo y distante. Hasta que habló, su voz era hielo total cuando lo hizo:

—Cuídala—la frialdad de sus ojos chocó contra la oscuridad de Víctor—, o el muerto terminarás .

El silencio establecido solo alimentaba la tensión por mi salida. Suspirando, guardé el cuchillo en mi entrepierna.

—Cuídense ustedes también.

Sabía que no hacía falta, ambos podían defenderse perfectamente, contaba con protección. Aun así, me encontré en la necesidad de decirlo, sobre todo, para acabar con el miedo constante que amenazaba el bombeo de mi corazón.

A pesar de que los tres asintieron, y salí con Víctor con dirección al auto, no podía estar en paz.

No podía estarlo. No, porque algo me decía que sería la última vez que me vería con mi hermano.

-0o0-

Era 31 de octubre. Y la noche ya había llegado.

La niebla corría por todo el ambiente, densa y espesa, tapando partes de la estructura gótica de mis padres, opacando su color natural. Todo lo que había en el cielo era oscuridad.

Dentro del carro, podía escuchar perfectamente el sonido del viento, la fuerza con la que golpeaba la ventana.

Metí mi mano en el bolsillo, palpando el cuchillo de defensa que tenía dentro.

Alcé el mentón, tratando de hacer pasar la saliva atascada en mi garganta.

—No tenemos que hacer esto sino quieres.

Volteé hacia Víctor, cuyo rostro me recibió con el escrutinio a primera plana. Había permanecido en silencio durante todo el trayecto, como si supiera que necesitaba espacio para lidiar todo.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora