| Capítulo 4 - Parte II |

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04| Víctor

Gotas de sudor corrían por mi frente mientras flexionaba mis brazos y sostenía mi cuerpo por una barra.

La oscuridad invadida por una tenue luz era lo único que se podía evidenciar como iluminación en el cuarto donde estaba entrenando desde hace dos horas.

Un cuarto que tuve que comprar de manera inesperada.

En un lugar alejado de la ciudad para poder estar cerca de la casa de cierta mujer.

Solté mis manos de la barra y mis pies cayeron al suelo. Si no fuera porque me había asegurado de que la superficie fuera resistente, mi caída ya lo hubiera roto.

Agarré una toalla que estaba en la silla y sequé el sudor que caía por mi cuello.

Estar en Estados Unidos era yacer en un lugar totalmente diferente a Francia. Fuera del misterio. Fuera del peligro. Pero no del acechamiento.

Y claro, de la irritación.

No era ameno a la conversación. Odiaba el ruido. Odiaba el entrometimiento de las personas en asuntos personales. Odiaba el desorden. Odiaba casi todo, en especial cuando no cumplía un margen.

Mi primer día en Estados Unidos había colmado mi paciencia, sobre todo cuando la antigua dueña de este edificio preguntó por qué quería estar en un lugar tan alejado de la capital.

¿Mi respuesta?

—No te interesa.

¿Me importaba lo hosca que había sido mi respuesta? En lo absoluto.

No le debía cuentas a nadie ni explicaciones por más que me lo gritaran.

Pero, en parte, sí había una respuesta por mi estadía en un lugar alejado de la capital.

Mis víctimas.

Apenas habían pasado horas y ya había asesinado a diez personas en el sótano de este edificio. Los gritos de las torturas que ejercía sobre mis víctimas se perdían en el silencio absoluto. Sus heridas podrían pudrirse y nadie iba socorrer a ayudarlos. Podía dejar su cadáver y nadie vendría a por ellos.

En parte porque sabía esconder muy bien los cadáveres.

Y, en parte, porque mis víctimas no eran personas. Por lo que no merecían ayuda.

Antes de matarlos de manera física y mental, me encargaba de que muriesen de manera jurídica. Fingiendo un accidente, un suicidio o un asesinato por asuntos ilegales. Luego, me encargaba de llevarlos hasta acá. A base de un miedo atroz y mortal. Y no hacía falta que les dijera por qué estaban aquí cuando su culpa los delataba.

Cuando dejé la toalla en la mesa, el teléfono empezó a sonar.

—Ryat—fue todo lo que dije cuando contesté.

—Jefe—saludó—. Tenemos noticias.

Volteé hacia la pared. Hacia el póster en la pared.

—Habla—ordené.

—Cincuenta desapariciones nuevas de la ciudad. Veinte alarmas de ayuda. Y quince éxitos en las misiones de rescate—explicó—. Los equipos de seguridad ya se han encargado de su puesto. Por cierto, Young pide una reunión.

—Postérgala. Ando ocupado.

Ryat, mi hombre de confianza se quedó en silencio.

—¿Alguna noticia sobre Rayford?

—El paradero de Rayford aún es desconocido. Al igual que el suyo, jefe.

Bien.

Debía de permanecer así.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora