| Capítulo 42 |

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42| Víctor

Silencio.

Era lo único que podía escuchar después de perder la conexión con Dévora.

Un silencio absoluto, tenso.

Mis músculos se tensaron, se pusieron rígidos. Mi mandíbula se agudizó e hice todo lo posible por calmarme cuando todo el puto razonamiento me decía que Dévora estaba perdida.

No.

En la soledad y tensión de mi oficina, llevé mis dedos al teclado. Mis ojos estudiaron con determinación el dispositivo de rastreo ocular en Dévora. El comunicador.

No encontrado.

Parpadeé varias veces al ver aquellas palabras en la computadora.

No iba a perder a Dévora.

—No—negué con la cabeza.

De pronto, sentí un tirón en mi cuello.

Seguí formateando y manipulando los sistemas de seguridad, las cámaras de todas las ciudades.

Yo dominaba toda la ciudad de París. Francia era mía. Yo regía mis reglas y leyes en todos los pasillos de Francia. Tenía contactos en el gobierno, en el FBI.  El sistema de seguridad era regulado por .

No obstante, Rayford había sido el único hijo de puta quién había retorcido mis reglas como una puta cucaracha.

Él era un fantasma de mierda, que se escondía en sus sombras.

Pero yo era la oscuridad.

Si Dévora se me perdía o intentaba escapar, yo iba a encontrarla.

Yo la traería de vuelta.

Intacta.

Sin ningún puto pelo dañado.

Yo jamás bromeaba con mis palabras: Dévora no podía librarse de mí. Incluso cuando el mundo amenazará con destruirse, ella y yo permaneceríamos juntos.

Incluso en la turbulencia del caos.

Mis dientes chirriaron y mis manos se empuñaron al ver que habían pasado solamente cinco minutos desde su pérdida de conexión.

No.

Cada jodido segundo era importante.

Por una vida.

Por una lágrima.

Por una persona.

Por mi Dévora.

Todo mi cuerpo empezó a palpitar con tan solo imaginar un maldito escenario en dónde la dañaran.

Ya la habían lastimado.

Mis pupilas se dilataron.

Al momento de jalarla, la habían tocado.

Mi respiración aumentó, mis fosas nasales se agrandaron.

Al momento de tirarla al piso, la habían dañado.

En mi mente, resonaron sus gritos de desesperación otra vez.

Mis vellos se erizaron cuando lo escuché en aquel momento, me desesperé como un puto loco y me sentí impotente al no poder hacer nada.

Quería matarlos a todos.

Destruirlos.

Miré el armario de mi oficina.

Los iba a matar.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora