| Capítulo 22 |

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VÍCTOR

No me gustaban las sorpresas.

Ni mucho menos las cosas inesperadas.

El hombre que tenía delante de mí era las dos cosas.

Tenía los ojos demasiados abiertos. Su cuerpo, a pesar de que tenía las extremidades amarradas con una soga, temblaba. El cabello morado lo tenía desordenado y disperso, sudado. Toda su ropa estaba arrugada. Su rostro entero estaba rojo, casi asfixiándose.

Tenía dos opciones en estos momentos: matarlo o dejarlo vivir.

Para mi jodido pesar, no podía matarlo. Tenía que dejarlo vivir. Matarlo era contraproducente para mí, para mi plan. Sería lidiar con un nuevo problema. Lidiar con su fin y encontrar la forma de decirle a Dévora que Clark había muerto. No solo a ella, a su familia y a la jodida empresa.

Sería un jodido dolor de cabeza.

Parpadeé, mirando directamente a Clark. Unas gotas de sangre caían por todo mi rostro, en un hilo que presagiaba peligro.

Mi camisa estaba manchada, podía sentirlo, mojada de sangre. De lo que era blanco, ahora era completamente rojo. Mi pantalón también estaba manchado. Y el cuchillo que sostenía en mi mano también, solo que gotas de sangre caían de la punta, manchando el suelo, sonando contra ello.

Miré al hombre que acaba de masacrar. El ojo que había arrancado con el cuchillo estaba en el piso: su pupila mirando, el ojo globular ladeando de un lado a otro, manchado con gotas de sangre. Sus tripas estaban esparcidas, saliendo de su cuerpo cuya carne había abierto con la fila de cuchillo.

El hedor a sangre se impregnaba en todo el ambiente, siendo este—ahora—cadáver el origen de aquello.

La tensión de la muerte se sentía, se podía oler tan solo a kilómetros.

Solté un suspiro. Me encargaría de su cuerpo luego.

Di un paso y Clark tembló.

Tensé la mandíbula.

No debía de sorprenderme. Él había sido secuestrado, metido en un camerino y escuchado los gritos y las apuñadas que yo le había dado al idiota que había asesinado. En la oscuridad. Utilizando sólo sus oídos como única vía de escape.

Los gritos, la carne abriéndose había sido un dolor auditivo para él.

Clark no lidiaba con el dolor.

Por mi parte, yo nací con dolor. Fui criado con dolor. Y fui forjado con dolor. Agregando, con sufrimiento psicológico y físico. Por ende, solo me especializaba en exprimir el dolor en aquellos que realmente sabían cómo se sentía lidiar con ello, en cómo se saboreaba.

Me gustaba el miedo, el terror de mis víctimas. Pero tampoco era muy fanático de ello. No apreciaba verlo en personas que realmente no lo merecían. No en inocentes.

El idiota a que acababa de matar era un asesino, otro que trabajaba para la mafia. Uno que estaba acostumbrado a la sangre, a las torturas, al hedor de la muerte y la putrefacción.

Clark no.

Él era una persona común y corriente. No conocía la oscuridad de este jodido mundo, el terror de la supervivencia. No conocía el mundo de la mafia.

La corrupción. Las guerras. Las matanzas.

La irritación bulló en mí, molesto por esta situación, fastidiado de que, de todas las personas, tuviera que ser Clark el que fuera secuestrado y haya sido observador de un asesinato.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora