| Capítulo 32 |

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32 | Call

Dévora no había vuelto.

Habían pasado tres horas desde que había permitido que se fuera con el idiota de Víctor a la casa de nuestros padres. Lo permití a regañadientes. Había querido acompañarla para cerciorarme que nada malo le pasará, pero Dévora estaba en lo correcto maldecir que también corría peligro.

Ella sabía cómo cuidarse. Lo había hecho desde que era una cría.

No obstante, tenía el presentimiento de que era ella quien más peligro corría.

Y pretendía estar en lo cierto.

No había vuelto.

Habíamos quedado que después de una hora—máximo dos horas—estaría acá. Sana y salva. De esa manera me quitaría la maldita preocupación que no me dejaba en paz.

Solté un gruñido, impaciente, sintiendo cómo la preocupación se acumulaba hasta generarme un dolor de cabeza.

Le había dado una pistola.

Solo esperaba que usara su cabeza y lo utilizara a su favor.

Los zapatos de Annika resonaron, anunciando su entrada a la sala de estar.

No me esforcé en alzar la vista. Lo que menos quería era verla, no después de que Dévora nos atrapará follando.

Respecto a eso...

Sinceramente, prefería no pensar en cómo había caído ante ella.

—Dilo.

Ahí estaba. Esa voz. Su voz.

Tan decidida y segura de sí misma que era capaz de erguir mi cuerpo sin ningún razonamiento lógico.

Mantuve mi rostro hacia arriba, los ojos cerrados sin verla directamente.

—¿Decir qué?

—Lo que te preocupa.

Mantuve mi silencio por varios segundos.

—No me preocupa nada.

—Puedes mentirle a Dévora, pero a mí no. Sé que te preocupa algo.

¿Tenía que ser tan astuta y perspicaz la maldita?

—Lo olvidaba—suspiré—eres FBI.

No me hizo falta abrir los ojos para saber que sus labios rosados y carnosos se curvaban hacia arriba.

—Call–

—Iré—me paré de inmediato, dirigiendo mis pies a la salida—. Se han demorado más de lo acordado. Iré yo solo. Tú quédate acá.

Los pasos de Anikka me siguieron con velocidad.

—Estás demente si piensas ir solo.

—Estás demente si piensas seguirme.

Aceleré mis pasos mientras sacaba la pistola en el camino y la cargaba.

Justo cuando estuve a punto de abrir la puerta y tomar la manija, la mano de Annika me volteó con fuerza, y me lanzó una bofetada en el primer segundo que la tuve cara a cara.

Mi rostro se volteó con los ojos totalmente abiertos ante su ataque. No me lo había esperado. El ardor recorrió por toda mi mejilla, generándome pequeños escalofríos.

Deslicé mis ojos lentamente hacia Annika para encontrarme con su rostro.

Lo encontré.

Una belleza implacable me recibió. Sus ojos negros, tan profundos que, si me distraía un poco, estaba seguro de que me quedaría perdido en ellos, me vieron con todo el desafío posible. Su naricita se arrugaba, alzando su punta. Sus labios rosados naturalmente se fruncían en una línea.

Detrás de ti (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora