Encanto Paranormal.

164 14 0
                                        

(Salma)

Debo admitir que me sentía la peor novia del universo entero.
Comparada con la frecuencia con la que solía ir a visitar a Isabela o a quedarme a dormir con ella, había pasado ya un tiempo desde la última vez que la vi. Y la extrañaba como a nadie, no lo negaré, pero no podía salir de mi escritorio ni siquiera para comer; no podía separarme de mis libros ni siquiera para dormir.
Me pasé noches en vela leyendo cada enciclopedia, cada revista, cada volumen de cada libro que pudiese explicar la historia del lugar entero, sus costumbres, si es que había día de muertos o fechas específicas en las que los espíritus se manifestaran. Me leí la biblioteca entera, y no entendía nada.

Entonces, una noche, cuando estaba a punto de perder la cabeza después de estar segura de que había leído toda la información que había regada por el pueblo, me di cuenta que estaba equivocada.

Tomé el libro que me quedaba, y después de revisar unos cuántos párrafos, decidí que no podía terminar de leer esto sola y lo metí en la inmensa pero única mochila que tengo.

Tenía que ir con Pablo. 

(Pablo)

Esa misma noche, como de costumbre, Mirabel me acompañó hasta mi casa. Siempre nos murmurábamos para que nadie nos escuchara, pero yo no pude contener un corto grito cuando sentí una mano fría que me tocaba la espalda sobre la fina tela de mi camiseta.

Salma me tiró una bofetada para callarme cuando me volteé, y yo temí que estuviera perdiendo la cabeza.

—Abre la puerta de la casa, que los tres vamos a tener una pijamada. Tengo que mostrarles algo.

(Isabela)

Con el paso las semanas, la estúpida aromaterapia dejó de funcionarme, y de nuevo, no pude dormir. No podía pensar en otra cosa; cada vez que cerraba los ojos, escuchaba la misma frase saliendo de la boca de mi novia una y otra vez.

Será nuestro secreto.

Salma y yo jamás habíamos sido de tener secretos entre nosotras; a lo mucho, nos podían catalogar como reservadas, pero finalmente terminábamos diciéndonos todo. Así que después de dar varias vueltas en la cama, entendí que era inútil. Tendría que encontrar otra forma, pero la búsqueda empezaría a la mañana siguiente; no tenía ganas de despertar a nadie y que me regañaran.

Salí a mi balcón a mirar las estrellas, con la esperanza de que pasara una fugaz para poder pedirle que me aclarara el camino y me dejara confiar.
En su lugar, lo único que vi fueron dos figuras a la distancia; dos figuras que al momento reconocí: una era Pablo, y la otra Salma entrando a su casa, llevando la misma mochila que traía a mi casa cuando se quedaba a dormir.

Lo sabía.

(Pablo)

Salma estaba comenzando hacer que dudara de su cordura con la cara con la que nos explicaba todo lo que había encontrado.

—Yo pensé que me había leído todo, pero luego encontré esto.—sacó un libro pequeño y delgado a comparación de las otras enciclopedias que se había leído y me lo entregó. Mirabel y yo, sentados juntos, nos lo acercamos para leer el título.

"Encanto Paranormal"

En mis días fuera de este pueblo, me habría reído de tal estupidez. Pero teniendo un fantasma sentado al lado mío, abrí el libro con interés y me puse a leer en voz alta.

"Hace 50 años, a un gran pueblo siendo invadido se le otorgó un milagro. Una segunda oportunidad. (...)"

El libro estaba roto y viejo, con las letras excesivamente grandes y páginas arrugadas. Busqué el autor.

—Anónimo.—suspiré.

"Nadie del pueblo migró. Todos los presentes en la entrega del milagro se quedaron, agradecidos al cielo, y así sus descendientes. Un pueblo tan pequeño y mágico en pocos mapas aparecía, por lo que nunca aparecía nadie nuevo para mudarse.
Hasta que un día, aparecí yo.
No tenía idea de dónde estaba. Había huido de una enfermedad que había atacado a mi familia entera, y a pesar de yo ser el más anciano, me dijeron que huyera, y no volviera.
Entonces me encontré con Encanto, y aquí me quedé.
Pasaron unos meses, y salí a caminar una madrugada. Siendo relativamente nuevo en el pueblo, me perdí en un momento dado, y comencé a entrar en pánico. Fue entonces cuando sentí una mano reconfortante en mi espalda.
—Tranquilo, yo te llevaré a tu hogar.—escuché una voz de hombre, y al voltear, no podía creer lo que veían mis ojos.
Era un hombre joven y apuesto, totalmente transparente, con una barba rasurada y que vestía una camisa estilo francés.
—¿Por qué puedo verte?—pregunté antes de salir corriendo.
—Porque eres nuevo en Encanto.—me aseguró—Porque no eres descendiente de ningún testigo de nuestro milagro.
Fue entonces cuando salí corriendo a la casa de la recibidora del milagro a reportar lo que vi. Llorando, me tomó por loco y me desterró del pueblo por faltar el respeto al recuerdo de quien dijo que se llamaba 'Pedro'.
No escribo este libro para que se venda. Escribo este libro para contar mi historia.
Quienquiera que seas que estés leyendo esto, ten cuidado. A mí me tocó un alma buena; quería llevarme a mi hogar... Pero nunca se sabe lo que puede salir mal."

(Mirabel)

A Pablo se le cayó el libro de la impresión, y yo me llevé las manos a la boca. Entonces nos miramos, ambos aterrados, oyendo nuevas explicaciones por parte de Salma que ya habíamos dejado de entender.

—Por eso podemos verte; por eso tu familia no.—mientras tanto Pablo como yo seguíamos mudos, pero ella no podía parar de dejar de hablar—Pero ahora tengo una nueva duda, que es...—miró su reloj de bolsillo y casi se desmaya—¡Son las tres de la mañana, y a las 7 tengo clase!—a diferencia de nosotros dos, Salma sí deseaba, inútilmente, poder dormir por las noches—Okay, mañana durante el día quiero ir a visitar a Isabela, ¿va? Así que por la noche tendremos una nueva pijamada, ¿aquí mismo?—preguntó a Pablo, y yo me negué antes de que pudiera responder.

—No.—interrumpí—Que sea en mi casa.

No estaba por qué quería que fuera en mi casa, pero lo quería, y así quedamos.

Salma salió corriendo a su casa para dormir al menos unas horas, y yo estaba por salir también, cuando mi amigo me tomó de la mano.

SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora