(Isabela)
Tiré un portazo y cerré con llave. A los dos minutos, alguien tocó la puerta.
—¡Vete, Salma!—asumí que se trataba de mi novia, pero no era así. Me contestó una voz de hombre.
—¿Señorita Isabela?—Pablo no trató de abrir, para mi sorpresa, y a pesar de que aquello me había parecido de muy buena educación, en el momento lo que sea que hiciera me parecería fatal.
Aún así, estaba trabajando para mi familia, y no podía ser grosera, por más que tuviera todas las ganas del mundo de pegarle un guantazo en la cara.
Respiré hondo, fingí una sonrisa y abrí la puerta sin dejar que pasara.
—Pablo, dime.
—Perdóneme que la moleste,—se disculpó—sólo vengo a entregarle un mensaje de la señorita Salma. Me la crucé por la mañana camino aquí, y me pidió que le dijera que la disculpara, pero no que no podría quedarse a dormir esta noche porque tenía... Algo más que hacer.
Yo ardí en rabia, apretando los puños tras de mí.
—Gracias, Pablo. Si la vuelves a ver, dile que no se preocupe, y que si no la llamo, que ella no me llame.
Pareció quedarse estupefacto, pero al fin y al cabo, no era de su real incumbencia saber qué me pasaba.
Asintió y yo le cerré en la cara.
Me recosté sobre la puerta de espaldas, sin saber qué hacer ahora. Al fin y al cabo, él no tenía la culpa entera, y no había tratado a nadie de mi familia mal; no que yo supiese. Si con alguien tenía que estar enfadada, era con Salma; aún así, yo no podía evitar detestarlo.
Puse mi mano sobre el cerrojo de mi puerta para abrirlo y salir a visitar a la única persona de mi familia que sabría exactamente qué hacer.
(Mirabel)
—Hola, Mirabel.—me saludó mi hermana, parada al lado de la puerta de Antonio, echándole seguro para que nadie más entrase.
Me gustaba visitar mi propio altar de vez en cuando; añoraba ver las fotos y recuerdos que tenía con mi familia, porque a pesar de que no tuve la bendición que pedí aunque no tuviese un don milagroso y mágico, yo amo a mi familia.
Yo no me había levantado hace mucho rato, y venía de la cocina, de estar hablando con Pablo mientras preparaba el desayuno. Entonces vi a Isabela entrar al cuarto de Antonio, y me preocupé.
—Ay, hermanita.—miró la foto más grande del altar con nostalgia—Con el corazón más grande que tenías, tú sabrías qué hacer.
¿Ah?
—Voy a contarte un secreto, ¿sí?—advirtió, y yo me senté frente a ella sabiendo que me hablaría de Salma—Yo no quería tener novio porque... Yo tengo novia, con A.—me explicó—¿Recuerdas a mi mejor amiga Salma? Pues... Amigas amigas no éramos tal cual... Las amigas no se besan, ¿no?—rió cabizbaja, secando las lágrimas que habían empezado a inundar sus ojos—Ella es... No hay palabras para describir lo maravillosamente imperfecta que es. Es muy reservada, muy ansiosa, casi no duerme por andar estudiando y luego se queja de sus ojeras... Es esa chica fastidiosa que hay en todos los salones de clase... Y estoy enamorada de ella, y tengo la sensación de que siempre voy a estar enamorada de ella.
Me hacía sonreír ver a mi hermana tan enamorada, sintiendo tantas cosas; aún así, me preocupaba que a pesar de estar diciéndome cosas tan bonitas en el momento, había entrado a la habitación para ponerse a llorar, y eso no podía significar nada bueno.
—Ella es lo más lindo que la ha pasado a este mundo. Pero hace unas semanas llegó un chico para trabajar para nosotros en lo que mamá se recupera, y... Tengo la sensación de que me la está quitando de las manos. Sé que no está bien ser una histérica posesiva, y yo jamás he sido celosa, pero... Él me da mala espina, no sé.
—¿Por qué no lo hablas con ella calmada y tranquila, y ya?—pregunté, para luego recordar que estaba muerta. Aún así, era como si Isabela pudiera escucharme.
—Quisiera hablarlo con tranquilidad, y ella me dice que me ama, y quiero creerle, de verdad. Es decir, si no lo hiciera, no habría estado a escondidas conmigo durante casi tres años, ¿verdad?—alzó las cejas en duda—Pero, no sé... Pablo es guapo, es alto, educado... Parece ser encantador cuando quiere, y desde que todo se me derrumbó, yo soy sólo una loca histérica insegura.
Empecé a llorar al oír cómo mi hermana se veía a sí misma, y me pregunté si Dolores podría oírla desde la casa Guzmán.
—Eso no es verdad...—murmuré, una vez más olvidando que aunque lo gritase, Isa no me podría escuchar.
—Tengo miedo de que me deje, Mirabel... Hasta hace poco, era la única persona que me había literalmente pedido ser genuina con ella... La única persona que he sentido que me ha amado de verdad, y viceversa. Ya te perdí a ti cuando apenas pude encontrarte... No sé si podría soportar perderla a ella.
—Pero Isa...
—He escuchado una conversación que han tenido, y cada vez tengo más dudas. Y la amo con mi vida, y estoy haciendo mal al dudar de ella... Pero no lo puedo evitar.—suspiró—Sé que tú sabrías qué hacer. Sabes que nunca he creído en fantasmas o espíritus, pero si estás ahí, si puedes oírme, dame una señal. Te lo ruego, solo una.
(Dolores)
Oía todo mientras desayunaba con mi novio y su mamá.
Ay, Isabela...
¿Qué podía hacer yo para ayudarla? Todos estábamos frágiles, y ahora ella la estaba pasando el doble de mal...
Decidí que iría a verla. Me sentía mal por haber huido de mi Casita por no vivir como un alma en pena, y entonces entendí que debía volver, al menos unas semanas.
Pero cuando corrí hacia allá, Isabela parecía encontrarse perfectamente seria, sin señas de llanto o desesperación; sólo creciendo flores marchitas en el altar de mi prima, argumentando que llevaba horas tratando de decorarlo, pero todas las rosas y tulipanes al minuto caían.
—En ese caso,—me senté junto a ella luego de escuchar su mentira, y le tomé de la mano—yo creo que a Mirabel le habría gustado más que decoraras su recuerdo con un cactus.
—Pero se vería horrible...—frunció el ceño confundida.
—A Mirabel no le gustaba lo perfecto,—sonreí débilmente, aguantándome muy bien las lágrimas—Sino lo genuino.
Entonces por primera vez en semanas, Isabela logró crecer una planta viva; un pequeño cactus decorado con una flor fresca encima.
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Siempre
Fanfiction(Si te gusta Encanto, lee esto). Todo se arregló, pero tan sólo por el amor de familia. Fue un segundo milagro concedido a los Madrigal. Sí, Casita volvió. Sí, los dones regresaron. ¿Pero saben quién no regresó? Mirabel. Pablo es nuevo en el pueblo...