Será nuestro secreto.

184 14 0
                                    

Nota de la autora: En la imagen del capítulo pueden ver las reacciones de ambos personajes :) Lo dibujé para ustedes <3.

(Mirabel)

Me regresé con el paraguas de Pablo hasta mi casa, y sólo podía pensar en el encanto de sus ojos. Sus ojos oscuros eran como un hoyo negro en el que te perdías, como el ojo de un huracán del que difícilmente se podía escapar.

—Mirabel, estás pensando estupideces.—me recordé apenas noté que me había pasado la entrada de la casa y estaba ya por la cerca del jardín trasero—Sólo duerme y le devuelves el paraguas mañana.

Me sentí mal al escuchar un llanto mientras pasaba por el cuarto de mi tía Pepa; era por eso que llovía, para variar. Al no poder hacer nada, decidí pasar de largo, cuando escuché la voz de Camilo en el cuarto de Antonio, y traspasé la pared.

Dolores lo miraba desde lejos, y él miraba el altar, sentado frente a él, tocando una de mis canciones favoritas.

"Yo quiero ser como tú
Que haces brillar las estrellas
Con esa risa que a ti te da pena
Pero es tan perfecta que quiero quedarme con ella"

Dolores finalmente lo abrazó y él cayó a llorar como nunca lo había visto, y yo no pude evitar salir corriendo.
Sufría al verlos sufrir.

Entré a mi habitación y coloqué el paraguas bajo mi cama. Exprimí mi cabello mojado y colgué mi ropa en la ventana, para ponerme una pijama, que se volvió igual de transparente, y meterme a la cama.

Soñé con Pablo, y a las ocho de la mañana, me desperté con su voz.

—Mirabel... Mirabel...

Me incorporé confundida, avergonzada de que me viera en pijamas.

—¡Pablo!—sonreí nerviosa—¡Dios, qué vergüenza! ¿Qué haces aquí!

Él rió, recogiendo algunas de mis cosas y de paso su paraguas.

(Pablo)

—Tu padre me ha pedido que saque algunas de tus cosas para llevarlas al almacén. Y no te preocupes, que te ves igual de linda en pijamas.—solté sin pensar, y no pude evitar apretar los ojos en pena, sin saber cómo me iba a reivindicar. Por fortuna, ella no me dejó terminar.

—Ah, um, gracias...—agradeció el cumplido que sin querer había hecho, a pesar de que no era mentira, y empezó a descolgar su ropa del día anterior con rapidez—Bueno, yo...

—Mirab-

—Yo debería ir a cambiarme.—no me dejó excusarme, y cerró la puerta tras de ella con una sonrisa.

Soy un idiota.

(Isabela)

Salí de mi habitación para prepararme a desayunar con mi familia, cuando me percaté de la presencia de mi novia en el balcón de enfrente. Estaba por saludarla cuando supe que ni siquiera se percató de mi presencia, y ardí en cólera cuando noté que estaba llevando de la mano con nerviosismo y cierta violencia al tal Pablo, que no parecía entender nada y a la vez saberlo todo.

Seguí sus pasos desde el balcón. Parecían estar dirigiéndose al jardín trasero... Donde no se escuchaba nada.

(Pablo)

Mientras barría el balcón paralelo a la entrada, pensaba, por alguna razón, en el patrón de la pijama de Mirabel; mariposas.

Por alguna razón, Mirabel me recordaba a una mariposa. Tal vez por la energía de esperanza que traía con ella y con la que me había estado persiguiendo esas semanas; tal vez porque parecía que aún caminando volaba con esa risa, o tal vez por su simple lindura y ternura.

—Pablo, estás pensando estupideces.—estaba regañándome a mí mismo, cuando una mano temblorosa pero fuerte me sacó de mis pensamientos.

—Ven conmigo.—me ordenó Salma, prácticamente arrastrándome por el balcón y las escaleras hasta llevarme a un inmenso jardín del que nadie me había siquiera hablado.

La chica ni me saludó.

—Dios mío, y yo que pensé que me estaba volviendo loca.—empezó a caminar de un lado a otro, y yo la detuve para tranquilizarla.

—Salma, cálmate. Al menos nos encontramos con alguien bueno, ¿no?

—Ya, pero, ¡eso no significa que esto no tenga sentido alguno!

—¿Le has dicho algo a alguien? ¿La señora Pepa? ¿A Isabela?

(Isabela)

No sé qué habrán estado hablando antes, pues llegué un poco tarde, más sí logré distinguir algunas frases que poco a poco me partían el corazón.

* ¿Cómo crees que le voy a decir a Isabela? Me dejaría...
* "¿Ustedes son novias?" "¡No, puedo explicarlo!"

Y una última, que mi novia dijo más calmada, y sólo ver que lo decía agarrándole por los hombros me hizo largarme rabiosa a mi habitación.

* Nadie tiene por qué saber esto, ¿de acuerdo? Será nuestro secreto.

(Salma)

—¿Cómo crees que le voy a decir a Isabela?—pregunté sarcástica, en un volumen tal vez más alto de lo que se debió, sólo para darme cuenta de que me había traicionado a mí misma—Me dejaría...

—Espera, ¿ustedes son novias?—preguntó intrigado.

—Momento, no... ¡Puedo explicarlo!

—Relájate,—rió—su secreto está a salvo conmigo.

A pesar de no conocerlo, soltaba una energía tan buena que le creí. Y al fin y al cabo, habían problemas peores.

—¿Pero por qué crees que te dejaría?

—¡Porque me tomaría por loca, Pablo! Nadie en esta familia cree en fantasmas ni esas cosas; lo máximo que han hecho ha sido asustar al pobre Antonio con la Llorona para que no salga muy tarde a jugar con sus amigos.

—Ya, ya, relájate.—logró tranquilizarme un poco—Después de que saliste corriendo anoche, me quedé hablando con ella.

—¿¡Que tú qué?!

—¡Sí, y está bien! Salma, es la chica más adorable que he visto en el pueblo.—lo miré sonriente y molestosa; a mí se me hacía que mi querido amigo se estaba enamorando—A lo que voy,—se trató de reivindicar— es que no va a pasar nada malo, ¿no es eso lo que importa?

—Supongo que sí,—encogí los hombros—pero la verdadera pregunta es ¿por qué, a diferencia de los demás, NOSOTROS podemos verla?—supe que mi amigo estaba por responder que no lo sabía, pero no lo dejé ni empezar—¿Sabes algo? Lo descubriremos. Mientras tanto, nadie tiene por qué saber esto, ¿de acuerdo? Será nuestro secreto.

SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora