(Pablo)
Tenía que salir de ese pueblo antes de volverme loco.
Corrí a mi casa antes de que Mirabel pudiera verme, y apenas prendí mi lámpara, empecé a hacer las maletas.
—Ya pagué el alquiler del mes siguiente...—me murmuraba a mí mismo mientras tiraba todo lo que tenía dentro de mi maleta, tratando de hacerme un nuevo plan de vida en menos de una noche—Bueno, con los ahorros de estos meses me basta para sobrevivir unos dos meses más, sólo le enviaré un fax al casero...
(Mirabel)
Lloré de emoción al ver a mi hermana tan feliz, tan enamorada. Las vi desde el otro lado de la mesa callándose con besos, probándose el anillo, riendo de las tonterías que hacía Camilo de la emoción. Entonces vi que las chicas se acercaban hacia mi; Isabela miraba confiada a Salma, y en segundos, ambas pararon frente a mí.
—Está aquí.—le aseguró Salma a Isabela, señalándome con el dedo, y mi hermana, a pesar de no verme tal cual, vio con amor lo que para ella sería un vacío.
—Y... ¿Qué opinas?—me preguntó, presumiendo su anillo y su suerte, y yo le pedí un cuaderno y un bolígrafo para escribírselo. A pesar de que podría simplemente decirlo y que Salma se lo dijera a ella de mi parte, quise que supiera que era yo quien estaba ahí con ella; sin endulzar nada, sólo mostrarle lo maravillada que estaba al verla sentirse genuinamente feliz.
"Estoy demasiado feliz, hermanita.", fui escribiendo, mientras Isa observaba maravillada letras apareciendo por sí solas en el cuaderno, "Me apena saber que no podré ser dama de honor, pero quiero que sepas que voy a estar ahí contigo el día de tu boda. Y Salma... Cuidado, que un día que vino a mi altar me habló de ti y te describió como 'la chica fastidiosa qué hay en todos los salones de clase'. Jajaja... Las quiero a ambas."
Al leer mi traición, mi hermana se indignó, juguetona.
—¡Mirabel traidora!—se cruzó de brazos, y Salma rió y le plantó un beso en la mejilla.
—No te preocupes, mi amor; la mayoría de mis compañeros de salón me describirían así también.
Yo no pude evitar una carcajada, pero mi sonrisa se desvaneció al buscar a Pablo con la mirada y darme cuenta de que no estaba.
(Pablo)
Les había prometido a las novias un regalo, y un regalo les iba a dejar.
No podía gastar mis ahorros, y menos quedarme hasta el día siguiente, así que decidí dejarles en una caja una de mis cosas más preciadas: una hoja arrugada llena de letras y garabatos, que tenía como título en tinta roja, "Dos Oruguitas".En la caja ponía:
Para: Isabela y Salma Madrigal (próximamente ;))
De: Pablo
Sean muy felices, y llamen a sus hijos en mi honor ;)Iba con toda confianza camino a la casa Madrigal para dejar mi presente e irme sin despedirme, cuando tuve que saltar a esconderme entre los arbustos al escuchar la voz de Mirabel gritando por mi nombre.
—¡Pablo!—gritaba confiada, porque sabía que sólo yo podía oírla—¿Dónde estás?
Sigiloso como nadie, retrocedí y retrocedí entre los matorrales y pequeños árboles hasta llegar a la altura de la casa Madrigal. Dejé la pequeña caja en la puerta, aguantándome las lágrimas al recordarme a mí mismo que no los volvería a ver, y una vez hecho esto y haberme asegurado de que estaba fuera de la vista de Mirabel, prendí una lámpara y me adentré en el bosque, para nunca más volver.
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Siempre
Fanfiction(Si te gusta Encanto, lee esto). Todo se arregló, pero tan sólo por el amor de familia. Fue un segundo milagro concedido a los Madrigal. Sí, Casita volvió. Sí, los dones regresaron. ¿Pero saben quién no regresó? Mirabel. Pablo es nuevo en el pueblo...