La cena. (Parte 2)

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(Pablo)

Estaba pasando.

Por fin.

Con lo que había soñado los últimos meses.

Lo que creí que sería imposible.

Estaba sucediendo.

Y entonces apareció Camilo.

—¡Eh, Pablo! ¿Todo bien?

—¡Sí!—abrí la puerta una vez que me separé de Mirabel, avergonzado y maldiciendo a su primo—Sí, justo ya me iba.

—Ah, okay. Es que estábamos preocupados, estabas demorándote.

Llegamos a la mesa, y sin ser capaces de siquiera vernos a los ojos, Mirabel y yo regresamos a nuestras anteriores posiciones.

(Salma)

Todos estábamos riendo en la mesa con los chistes malos de Agustín, pero yo no pude evitar dejar de hacerlo en el momento que noté las expresiones tan extrañas que Mirabel y Pablo se cargaban en la cara. A pesar de que de verdad quería dejar todo y arrastrarlos a los dos afuera para preguntar qué era lo que pasaba, no podía hacerlo; tenía una anécdota que contar.

—Quiero contarles la historia de cómo llegué a este pueblo; apuesto a que sonreirán bastante, sobre todo tú.—miré a Isabela mientras tomaba agua, cuando sentí que me tocó el muslo; entonces escupí todo, y Camilo se echó a reír—Isabela Madrigal, hoy dormirás en el piso...—susurré por lo bajo, y tanto Dolores como Isa rieron .

—Está bueno el chisme...—soltó Dolores antes de meterse una cucharada de arroz a la boca, e ignoré la confusión de todos para seguir contando mi historia.

—COMO DECÍA...—fulminé a Isabela con la mirada, y ella se tuvo que aguantar una carcajada—Quiero contarles la historia de cómo llegué a este pueblo. Aunque llevo conociéndolos mucho tiempo... ¿Se las he contado antes?

—No.—respondió la señora Julieta al instante—Yo te lo he pedido, pero siempre se aparecía mi hijita bella a llevarte con ella.—señaló con la cabeza a Isabela, bastante sonriente considerando que estaba enferma.

—Perfecto. Verán,—comencé, con todos prestándome atención, incluida Mirabel—yo me mudé aquí porque todos en la ciudad me molestaban por mi piel tan pálida y por mis gustos tan raros para una adolescente; simplemente no encajaba. Así que entre poblados vimos este, y yo me enamoré de su historia, con tanta magia...

(Isabela)

"¿Cómo burlarse de una piel tan bella y suave?"—yo pensaba, acariciando por lo bajo el muslo de mi novia, riéndome por dentro de su esfuerzo por aguantar las ganas de darme un guantazo por chistosa.

(Salma)

—Luego conocí muchas personas, entre ellas, Pepa Madrigal,—señalé a mi amiga con la cabeza—que me ayudó con todo lo que pudiese necesitar para ser feliz aquí y estudiar lo que me gustaba: la botánica. Y así, conocí a Isabela, y aunque en un inicio sólo quería estudiar sus flores...—no podía decir "terminé estudiándola a ella"; no estaba loca, aunque fuese verdad—Terminó convirtiéndose en una de las personas más importantes para mí.

(Pedro)

No quería volverme el centro de atención del momento; sabía lo que iba a pasar, y aunque no podían verme, los protagonistas de esta historia sí lo hacían, y no se lo podían creer, así que sólo vi la escena desde el balcón paralelo, esperando el momento perfecto.

(Agustín)

Con cada palabra, la cosa se iba poniendo más y más rara; ni siquiera la propia Isabela se daba cuenta de lo que estaba por pasar.
Yo ya me la sabía entera, y cuando miré a Julieta, supe que ella igual.

(Salma)

—Te prometí que siempre estaríamos juntas, así que Isabela Madrigal...—tomé su mano sin mover ningún otro músculo, y por fin quitó su mano de mi pierna— La chica con el alma más genuina, el corazón más grande, la imperfección más bella de todo Colombia y el mundo entero...—finalmente me arrodillé—¿Quisieras casarte conm-?

Ni me dejó terminar. Se abalanzó sobre mí y me besó, y caímos al piso. Por suerte, Casita logró poner algunas almohadas justo a tiempo, y nadie se partió la cara.

Cuando nos incorporamos bien, todos seguían callados, esperando una respuesta.

—Entonces... ¿Eso es un 'puede ser'?—le sonreí, y ella me dio un suave zape y se rió.

—¡Claro que me casaré contigo, idiota!

—¡Siempre lo supe!—gritó Dolores sin taparse los oídos, pues con las manos sacó una bolsa de semillas de lavanda y las lanzó por doquier—¡VIVAN LAS NOVIAS!

(Isabela)

Vi a mis primos recuperar color, Antonio en los hombros de Dolores y Camilo parado sobre la silla, mutando como Salma dando besitos al aire, y a mi padre extendiéndole un fajo de billetes a mi mamá. Luisa nos abrazó a las dos con su fuerza sobrehumana, y a pesar de que estaba por rompernos los huesos, ninguna de las dos podía parar de reír.

Pablo nos felicitó, abrazándonos sonriente, pero no tardó en marcharse diciendo que ya era tarde y debía irse a casa.

—Mañana les traeré un regalo.—nos prometió, y nos dio a cada una un beso en la mejilla.

Y pensar que había desconfiado del pobre chico hasta el punto de haberlo querido muerto.

"Isabela tonta", me reproché, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por los labios de mi futura esposa.

Nota de la autora:
Hay un fanart que hice de Isabela y Salma en la imagen del capítulo :D

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