(Pablo)
Me sentía mal sentándome en el lugar de Mirabel durante la cena. A pesar de que habían cambiado el plato y habían agregado una silla cuando llegó Salma, sentía que profanaba su recuerdo o algo así. Sentía que la estaba "reemplazando", cuando Mirabel era irremplazable.
Yo la veía sentada sobre el mueble más cercano a la mesa, viéndome emocionada.
—Ya eres parte de la familia.—me había susurrado antes de sentarse, a pesar de saber que sólo yo podía escucharla.
Aquella noche, teniendo a Mirabel cerca, la inspiración en la cocina se me había ido de las manos. Había preparado de todo; rondón, arepas, bandeja paisa, ajiaco...
—Mi mamá estará muy orgullosa de ti.—me aseguraba, mirando con antojo a mis creaciones, lamentándose de no poder probarlas.
—No te preocupes, que si descubrimos algún día cómo alimentar fantasmas, te prepararé un buffet entero.—prometí entre risas, y ella me dio un codazo.
—Más te vale, ¿eh?
Mientras veía mis propios platos bien decorados y aderezados, escuché pasos apresurados, y supe que era Salma llegando tarde, para variar.
—¡Familia, por Dios, discúlpenme! El profe se quedó como veinte minutos más, ¡y yo no sabía cómo escaparme!—explicó hiperventilándose, con Isa riendo e incorporándose para ayudarla a sentarse y calmarse.
—Tranquila,—la tomó por los hombros por detrás—ya sabemos todos que eres una tardona.
—Así me amas...—escuché que le murmuró bajo la respiración, mientras Isa la miraba de reojo y asentía con la cabeza, con su sonrisa enamorada apenas disimulada.
(Mirabel)
Al poco rato llegó mi mamá, y solté un gran suspiro de alivio; parecía casi renovada.
No podía creer que mi partida le hubiese afectado tanto. Todos me habían llorado, Isa hasta había entrado en una crisis nerviosa existencial, pero mi mamá había estado al borde del colapso total. Y si mi mamá se moría, yo jamás habría podido perdonármelo.
Pero no; por suerte, ahí estaba, necesitando la mano de mi papá para caminar aún, pero mucho más erguida y prácticamente viva que antes.
A mí se me hacía que mi papá ya le había dicho todo lo de las chicas a mi mamá, porque cada vez que hablaban, las miraba sonriente, y mi papá le decía que disimulara.—Woah,—se impresionó mi abuela— esta es mucha comida. ¿A qué se debe, Pablo?
El chico me miró y yo a él, ambos nerviosos por qué iba a responder.
—Eh... ¡No sé!—exclamó sonriente—A veces escucho o veo cosas o... Personas,—me miró a los ojos y yo me mordí el labio—que me inspiran.
—¡A mí se me hace que mi amigo está enamorado!—Isabela le dio un codazo juguetón, y yo tragué saliva.
(Salma)
—¡A mí se me hace que mi amigo está enamorado!
—¿¡Qué?!—Pablo sonrió nervioso, sin poder dejar de mirar a Mirabel—No, no...—negó el muy mentiroso—Fue sólo... Sólo una canción que escuché mientras cocinaba.
(Mirabel)
Cuando lo negó, no negaré que empecé a sentirme mal, pero pronto comencé a dudar de la veracidad de su respuesta...
Porque mientras cocinaba, no habíamos estado escuchando ninguna canción.
(Isabela)
—Sí, sí, como digas.—le sonreí, incrédula.
Por alguna razón, ese chico me recordaba a mi hermana.
Habrían sido la pareja ideal, estoy segura.
Bueno, la segunda pareja ideal; la primera éramos Salma y yo.(Pablo)
Miré a la señora Alma avergonzado, preguntándome si Mirabel y sus encantos iban a costarme mi trabajo.
—¿Por qué?—cuestioné angustiado—¿Hice demasiado? ¿Hay algún problema?
—Pues no para mí...—respondió Camilo mientras masticaba un condimentado chicharrón de cerdo.
—Camilo, no hables con la boca llena.—lo regañó su abuela, para luego mirarme con amabilidad—Claro que no, hijo. Está todo bien, ¡sólo que ahora todos engordaremos!—rieron todos, Mirabel incluida, y yo sonreí—¡Salud!
—¡Salud!—respondieron todos.
Como de costumbre, elogiaron mi ajiaco y mis arepas, sobre todo Julieta, feliz de conocer al nuevo cocinero en persona.
—Una vez que me recupere, tú y yo tendremos una batalla de cocina, ¿eh?—me retó y yo asentí, sin saber si era broma.
—¡Yo puedo ser jueza!—exclamó Mirabel, olvidando que sólo Salma y yo podíamos oírla. La vi apenada al recordar que ahora nadie podía escuchar su voz, y supe que tenía que hablar con ella.
Esperé su mirada en la mía y cuando la conseguí, le hice un gesto con la cabeza.
—Debo ir al baño, por favor, un momento.—sin nadie que me contradiga, yo me paré y hasta allí me dirigí, con Mirabel siguiéndome como quedamos.
Una vez ahí, la dejé pasar, y después de entrar, cerré la puerta.(Mirabel)
No pude evitar echarme a llorar en silencio apenas Pablo cerró la puerta.
Era una noche linda y no quería que me viera, así que sólo ahogué un par de sollozos dándole la espalda.
Pero él no era ningún tonto.—Mirabel, mírame.
Al yo no poder voltear por la vergüenza, él mismo se dio la vuelta y se agachó para verme a los ojos, rojos e inundados de lágrimas.
—Perdón...—traté de secarme las lágrimas y recuperar la compostura; no funcionó—Es sólo que... Actúo como si las cosas estuvieran bien para mí, pero... Con lo cercanos que siempre hemos sido, es difícil estar tan lejos de mi familia. Y es aún MÁS difícil saber que ahora que estoy sin ellos y ellos sin mí, estoy sola.
Entonces fue cuando levantó mi cabeza con suavidad para que pudiera verle a los ojos.
—No digas tonterías. No estás sola.
Reí con tristeza.
—Estoy muerta, Pablo. Estoy muerta, ¿y me vas a decir que no estoy sola?
—No,—se acercó, quitándome el cabello de la cara y limpiando mis lágrimas con suavidad—me tienes a mí.
Sentía que iba a desmayarme.
Se acercó poco a poco, y yo a él, teniendo que ponerme de puntitas, y mis labios estaban a un centímetro de rozar los suyos cuando escuché que Camilo nos tocaba la puerta.

ESTÁS LEYENDO
Siempre
Fanfic(Si te gusta Encanto, lee esto). Todo se arregló, pero tan sólo por el amor de familia. Fue un segundo milagro concedido a los Madrigal. Sí, Casita volvió. Sí, los dones regresaron. ¿Pero saben quién no regresó? Mirabel. Pablo es nuevo en el pueblo...