Pedro.

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(Pedro)

—A...¿Abuelo?—preguntó mi nieta incrédula, y yo asentí con una media sonrisa.

—Mirabel...—la abracé con fuerza y ella a mí, para luego enmarcar su rostro con mis manos—No era tu hora aún...

Ella miró al piso y se secó algunas lágrimas por caer, sonriéndome de todos modos, emocionada de escuchar la voz de su abuelo por primera vez.

—No hay que hablar de eso, abuelo.—me pidió, y yo no pude evitar abrazarla una vez más, cargándola para darle una vuelta en mis brazos.

—No estabas tan grande la última vez que me aparecí por aquí...

—¿Hace cuánto viniste?—frunció el ceño levemente, intrigada, y avergonzado, no le mentí.

—No he tenido el valor de regresar a Casita desde la ceremonia fallida.—temí hacerla sentir mal, pero al parecer no fue así; pareció entenderme, sonriéndome aún así, y sólo entonces me volteé para darme cuenta que había arruinado por completo parte de la habitación de mi nieta—Uy, lo siento por el torbellino; normalmente no pasa... Supongo que fueron los nervios de venirme hasta aquí.

—Espera, ¿por qué has venido hoy entonces?—preguntó la castaña soltando a mi nieta, que la atrajo consigo de vuelta, aterrada por quien vaya a ser yo, aunque se suponía que ya lo sabía.

—Irónicamente, por ti.—sonreí—Escuché la otra noche mientras paseaba que tenías una duda sobre todo esto, y ya que Mirabel no puede, creí que quizá yo podría resolverla por ti.

Todos se quedaron callados, aún impresionados; incluso Mirabel, y es entendible; estaba viendo en vivo al abuelo del que tanto le habían hablado.
La chica que abrazaba a mi nieta fue la primera en articular palabra después de un minuto de silencio.

—Pues muchas gracias por la atención, pero antes de empezar, necesito que le pruebes a Isa que eres su abuelo. Yo puedo verte y sé que eres el de la foto, pero ella no; y no dejaré que se pase la noche con miedo.

Entonces me preocupé. Ni siquiera mis hijos habían crecido conmigo; ni siquiera mis hijos tenían recuerdos a mi lado. ¿Cómo iba a probarle a mi nieta que la conocía si es que no era cierto?
Me quedé pensando unos segundos; tenía que encontrar una camino hacia ella. Después de unos instantes, sólo se me ocurrió una cosa, y si eso no funcionaba, entonces no sabía qué sí lo haría.

—¿Alma te ha mostrado la canción que le escribí para proponerle matrimonio?—pregunté, y la chica tradujo mi voz inaudible a su lado.

—Pregunta si es que tu abuela te ha mostrado la canción que él le escribió para proponerle matrimonio.—vi a mi nieta cerrar los ojos al intentar recordar, y al abrirlos asintió.

La castaña sacó un bolígrafo y un cuaderno y me pidió que lo escribiera, y a pesar de que me daba vergüenza, así lo hice.

"Hey, mira
Hoy el cielo entero bajé para ti
Mi vida
Hay algo importante que intento decir

Deja que me ponga
De rodillas para ti
Dime que respondes
A un siempre juntos

Dame esta noche tu mano
No quiero pasar un día sin ti
Quiero que sea en tus brazos
Donde vea llegar mis días al fin
¿Quisieras casarte conmigo?

Hey, mira
Somos uno solo, no sé dividir
Mi vida, ¿Qué opinas?
Si a partir de hoy soy tu almohada al dormir

Deja que me ponga
De rodillas para ti
Dime que respondes
A un siempre juntos

Dame esta noche tu mano
Que ya no quiero estar un día sin ti
Quiero que sea en tus brazos
Donde vea llegar mis días al fin
¿Quisieras quedarte conmigo?
¿Pasar una vida conmigo?

Hey, mira
Hoy el cielo entero bajé para ti..."

(Salma)

Mi novia se quedó viendo el papel unos segundos sin siquiera parpadear; nunca la había visto tan impresionada, ni siquiera la vez que se enteró de la presencia de Mirabel.

—A...Abuelo...—empezó a llorar de la impresión—No voy a poder sentirlo, pero igual, dame un abrazo.

Así lo hizo el hombre, para luego sentarnos todos, incluido él al lado de Mirabel. Isa seguía incrédula, pero ya era capaz de pronunciar otras frases que no fueran "Dios mío" o "No puede ser".

—¿Cuál era tu duda?—preguntó el señor, intrigado, colocando mi bolígrafo para marcar la hoja de mi cuaderno.

—Un cafecito primero, ¿no?—reí—Buenas noches, señor, mi nombre es Salma, soy nov- —Isabela me dio un codazo—ATA, novata en este puebl-

—¿Creen que soy idiota?—rió, levantando una ceja—Te lo advierto, si le rompes el corazón a mi nieta, embrujaré tu casa por el resto de tu vida...

—Amo a su nieta,—aseguré con una mirada enamorada hacia Isabela, quien tenía los ojos clavados en mí ya y sonreía nerviosa, sin conocer la advertencia de su abuelo hacia mí—Jamás le rompería el corazón.—comencé a explicarle a Isabela lo que me había dicho, y mi novia rodó los ojos juguetona, dándome un corto beso en los labios.

—Hemos tenido nuestras... Diferencias, pero nada que nuestro amor no pueda arreglar.

—Ay, que dulces son, me darán diabetes...—se burló—Yo soy Pedro.

—Listo, ahora SÍ podemos continuar con la investigación.—sonreí satisfecha—Antes del torbellino estaba preguntándoles ¿por qué Mirabel, y pues, usted, no han cruzado tal cual hasta el más allá? ¿Por qué se han quedado?

—Ah, eso es fácil.—tomó uno de los pétalos de rosa del cuarto de Isabela y lo examinó, distraído y a la vez no—Es el Encanto.

Después de que se lo tradujera a mi novia, todos nos quedamos confundidos, hasta Mirabel.

(Mirabel)

Luego de un momento de silencio, yo solté una carcajada confundida.

—Ja, um... ¿Qué?

Mi abuelo rió.

—A Isa le pasará lo mismo cuando muera. A Alma, a tu madre, a Luisa, a tus tíos y a tus primos también. No sé si a Félix y a Agustín... Probablemente sí. El Encanto es eterno, igual que las almas de quienes lo poseen.

—¿Aún sin la vela?—pregunté intrigada.

—¿¡Cómo que sin la vela?!—exclamó—¿¡Qué le pasó a la vela!?

Y a pesar de que le conté todo, no guardó rencor. Sólo nos dio un beso en la frente a mí y a Isa y se alejó al ver que estaba por amanecer, no sin antes responder nuestra pregunta.

—Con o sin vela; si el Encanto sigue, también ustedes.

Créditos de la canción:
—De Rodillas-Reik

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