La decisión era estricta cuando se trataba de esos dos queriendo hacerme par.
Arrogante, cínico y quizá el nuevo asesino en serie, uno de mis mayores delitos porque no quería, ni podía dejarle ir tan pronto aún sabiendo que besarlo era un acto ilíci...
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Días más tarde luego de tantas suplicas de su parte, me dí el tiempo y darle la oportunidad de volver a verme. También quería verlo, de verdad lo extrañaba. No podía permitirme la ausencia de esos labios ligeramente carnosos, la intensa mirada que me hacía estremecer y sus manos tocando mi piel. Necesitábamos nuestra cercanía.
Amaba el hecho de que Gwi-Nam siempre lo dijera.
Hoy por la mañana, mamá me había dado una buena regañada después de haberse enterado de que el refrigerador y la alacena estaban con telarañas, vacías. Este mes decidí gastar el dinero en comer fuera de casa, se puso furiosa al saberlo. Dijo que volvería a irse después de recibir mis notas del colegio, y agregó que no se iría hasta asegurarse de que en casa tuviera lo suficiente para subsistir saludablemente mientras ella estaba lejos.
A veces desearía que mamá de jóven estudiara otra cosa que no fuera administración de empresas. A ella también la hecho de menos.
—Pasaré por ti, y no quiero que me contradigas ¿Sabes lo peligroso que es i en taxi?
—Sé cuidarme sola, eres muy encimoso. —dije mientras bajaba las escaleras para pisar el suelo de las calles.
Un auto se parqueo enseguida llegué a tocar la calle, uno de color negro con las ventanas polarizadas. Debo aceptar que me dió un susto, tenía preparado el gas pimienta en mi mano: una mala defensa teniendo en cuenta todo lo que sé. De igual forma, corriera o lo que hiciera, me atraparian.
El conductor bajó la ventana, y etonces rodé los ojos al ver su rostro.
—Casi me matas del susto. —reclamé.
—¿Ahora si vas a escuchar todo lo que digo? Si hubiera sido otro, ya estarías dentro de este auto sin saber a donde coño te diriges. Sube. —estiró su cuerpo para abrir la puerta.
Entré en el auto. Ni siquiera dejó que abrochara el cinturón de seguridad, me cogio desprevenida y una de sus manos rodeó mi mentón girandolo para en cuestión de segundos, estampar sus labios con los míos.
Carajo.
—Hola. —sonrió sutilmente, con esa dulzura que de suerte me dejaba notar.
—Hola. —devolví un beso acaramelado que él sin objeción repitió conmigo.
—Mi madre también me obligó a ir por despensa, dijo "No es posible que sigas pidiendo delivery, eres un flojo consentido" —arremedo— Luego me dió su tarjeta y dijo, "Ve a hacer algo útil, compra lo que voy a mandarte por mensajes" —sacó el móvil de su pantalón y ofreció dármelo— Tómalo.
Lo cogi y quité las restricciones con mi dedo anular. Yo era la clave principal para desbloquear su móvil. —Mira los mensajes. Escribió como dos enciclopedias.
