La decisión era estricta cuando se trataba de esos dos queriendo hacerme par.
Arrogante, cínico y quizá el nuevo asesino en serie, uno de mis mayores delitos porque no quería, ni podía dejarle ir tan pronto aún sabiendo que besarlo era un acto ilíci...
Ji-hye comenzó a besarme y a acariciar mi cuello, haciendo que me dieran ganas de follarmela.
Ella me empujó para dejarme parado y viendo cómo se desvestía dándome la espalda.
Cuando se quitó la camisa que llevaba, dejó ver mordidas y raguños que la hacían ver aún más sexy, pues con nuestra nueva naturaleza supongo que eso era sexy.
Se dió la vuelta y me sonrió para ir bajando lentamente su pantalón quedando solo en bragas.
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—¿Te gusta lo que ves? Estás babeando.
Me dijo en ese momento.
—Me estás poniendo nervioso, ya ven aquí.
Me quité la camisa y también mi pantalón para quedar descalzo con solo mi bóxer puesto.
Comenzamos a besarnos y ella rasguañaba lentamente mi espalda, sus uñas eran algo largas por lo que podía sentir un leve ardor.
Nos recostamos desnudos en la cama delgada que estaba en el suelo.
Estábamos besándonos acostados y de lado, ella puso su pierna encima de mi cadera rodeándola un poco y yo la tomé para acercarme a ella y masajear su muslo.
Mi miembro ya estaba duro, así que me quité del bóxer y me puse arriba de Ji-hye, tomé una de sus piernas y la flexione para tener mejor movilidad y metí mi pene.
Comencé a dar embestidas lentas, pues había pasado mucho tiempo desde que no había tenido un encuentro con Ji-hye y quería aprovecharlo al máximo antes de matar a Su-Hyeok y que ella probablemente me odiara toda la vida.
Ella me tomó bruscamente para después morder mi hombro.
—Ah, mierda.
Le dije y ella dejó de morderme.
Comencé a moverme más rápido y la tomé del cuello como si la estuviera ahorcando.
—G-gwinam.
Dijo con su voz débil.
—Calla.
Le dije y aumenté la velocidad, todo estaba en silencio al nuestro al rededor, lo único que se escuchaba era mi respiración, nuestros cuerpos chocar y ella gimiendo.
Parecía que Ji-hye se estaba ahogando, entonces la solté y deje la marca de mi mano en su cuello.
Cambiamos de posición y ella estaba arriba de mí, dando saltos bruscos y rasguñaba mi espalda.
El dolor hacia que sintieramos más satisfacción, haciendo esta vez la primera en que llegamos juntos tan rápido al clímax.
La puse en cuatro y jalé su cabello mientras ella no dejaba de gemir fuerte.
Mientras más gemía, más aumentaba la velocidad. Ella estaba apretando la delgada sábana que cubría la cama.
—¿Ya empezaste a llorar?
Le dije para después darle una nalgada y hacer embestidas lentas pero bruscas.
No me contestó con palabras, lo hizo gimiendo un poco más leve y es ahí cuando empezaba de llorona.
—Soy el único, el único que te hace llorar de todas las formas posibles.
—Gwi-Nam...
Después, me acerqué a ella para levantarla un poco y tomarla del cuello, dándole una pequeña mordida y posteriormente, venirme dentro de ella haciendo pequeños movimientos.
Al final, yo le ayudé a venirse, le bastó con dos minutos para hacerlo después de mí.
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