La decisión era estricta cuando se trataba de esos dos queriendo hacerme par.
Arrogante, cínico y quizá el nuevo asesino en serie, uno de mis mayores delitos porque no quería, ni podía dejarle ir tan pronto aún sabiendo que besarlo era un acto ilíci...
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Al despertar, lo primero que sentí entre mis brazos fue el cuerpo delgado de Ji-hye. Su respiración era bastante tranquila, estaba más más relajada. Le abracé más fuerte, no sabía cuándo podía hacerlo de nuevo, todo era culpa suya. Cómo la odio a veces.
No, todo es culpa de Su-hyeok. Voy a esperar un tiempo para arreglarme con ese idiota, él y mi puño derecho tienen muchas cosas pendientes que arreglar.
Ji-hye estiró los brazos y las piernas, estaba despertando, giró su cuerpo y ahora estábamos mirándonos. Carajo, ¿por qué siempre tenía que mirarme de esa forma? Esa mirada que tiene me mata a cada segundo que mantengo contacto.
No quería invadir la línea que ya había conseguido poner entre nosotros, así que tomando en cuenta que éramos "nada" le dí un cariñoso beso en la frente.
—¿Y por qué el beso en la frente y no en la boca?
Preguntó.
—Somos amigos, ¿Lo recuerdas? No aceptaste regresar, te chingas.
Contesté un tanto molesto. ¿Cuál era la necesidad de joderme la vida confundiéndome? ¡Carajo! Tomé la camisa del piso, la que use ayer y me levanté de la cama. —¿Quieres que pida algo para desayunar? —inquirí cogiendo el móvil del mueble al lado de mi cama.
—Mejor yo hago algo, quiero improvisar. —contestó sentada en la cama y estirando ambos brazos.
Rodé los ojos. —Me vas a matar del hambre si sigues con tus malditas improvisaciones. —salí de la habitación mientras escuché cómo murmuró algo inaudible.
Cuando terminé de hacer lo que debía hacer en el baño de mi habitación, busqué a Ji-hye, que hacía en el baño principal. Recargue mi espalda en la puerta, Ji-hye con muchísimo respeto me mostró el dedo de en medio, a través del espejo pude ver como sonreía a la vez que cepillaba sus dientes.
Con toda la seriedad del mundo me aproxime, estaba molesto, no, ¡encabronado! Juro que estoy a punto de perder la paciencia que tengo con ella, sí, me gusta demasiado, pero estoy cansado de ese jueguito absurdo que tiene conmigo. Incluso siendo mi novia seguía haciéndose la difícil. ¿Cuál era el punto de ser así, si ya era mía?
Le dí un abrazo después de pensar en que era una magnífica idea darle una patada, haber si así entendía que su juego me hacía sentir idiota y enojado.
—¿Somos muy amigos no? —dijo con sarcasmo. Yo asentí.
Le obligué a sentarse en la barra que estaba al lado del lavamanos, de suerte no fue complicado convencerla de hacerlo. Colocó sus brazos rodeando desde mis hombros hasta mi cuello, le sonreí, diciéndole que no me hacia gracia lo que hizo. No quitó sus brazos, lo hice por ella.
—¿Entonces para qué me subiste aquí?
—Iba a ser muy grosero sacarte del baño nadamas porque necesitaba mirarme al espejo.
