EL HONOR DE UNA DAMA

CAPÍTULO 32

EL HONOR DE UNA DAMA
CAPITULO 32.
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Se había vestido con imponencia para asistir a la susodicha boda a la cual había sido invitada, trataba de imponer miedo, y trataba de demostrar que a pesar de todo, era un ignorante de las bárbaras actividades del marqués. Ya sabía la verdad ya sabía todo lo que él había hecho a su familia ¿En serio pretendía hacer todo eso por venganza? ¿Por un evento del pasado? Ese hombre en serio no sabía perdonar y mucho menos olvidar.

Eran cosas de adolescente, por el simple hecho de ella verlo rechazado, hacer un tiempo  matrimonio arreglado, pero jamás pensó que se lo había tomado tan serio, algo molesto a veces le hacía comentarios insinuantes, sorprendida en esos días que fueran exactamente con él con quiénes sus padres habían pretendido casarla hace veinticinco años. Que de él verdad se hubiera enamorado de ella o que solo lo decía para así poder ganarse a todos para estar a un paso de la corona.

Así eran las cosas en la nobleza, todo está en estrictas regla, no hay sentimientos de por medio sin embargo, entre ella y Richard fue tan diferente... Lo de ellos, fue amor a primera vista.

Fue un simple baile al que se fue de hurtadillas con Lord William White en esos días. Entre disfraces y sin informar a nadie de lo que haría  escapó a Francia para una noche de diversión, una travesura que hasta ese día se había sentido feliz de haber cometido. Ya que, en ese baile fue en donde conoció al amor de su vida y el padre de su único hijo. Esos a quienes le quitó.

—Majestad. —A la puerta se encuentra uno de los guardias personales —Todo está listo. Ya madame de la Roux le está esperando.

—Gracias ¿Y Lord Albert?

—Ya se ha ido, tal cual le indico. Los guardias que usted escogió también se han ido a crear un círculo de seguridad en la iglesia. Y tienen orden de disparar.

—Perfecto. Ya Albert está haciendo su parte, me corresponde hacer la mía —Dice cerrando el cofre de Lord Richard, guardando en un bolso de mano lo que había extraído de el y volviendose de espaldas al espejo respira profundo se coloca los guantes y partes junto con el guardia real, esta vez iba a ser todo personal —Por favor, cuiden a mi hermana. Y pídanle a Dios que el antídoto funcione.

—Si señora —Responde el guardia abriendo la puerta a su majestad para poder salir de la habitación.

Antes de salir, ese agitar de su pecho lo vuelve a sentir, hacia un par de días que no se sentía así. Quería seguir pensando que era él, lo primero que le haría a ese desgraciado marqués aunque sea a punta de una pistola en la cabeza era la ubicación de su hijo, porque a esas alturas ya imaginaba que estaba a merced del noble y le haría pagar por esos dieciocho años en los cuales no pudo abrazarlo ni consolarlo.

Ese día, usando sus propios trucos y sin ningún miedo, desenmascararia a Lord Arthur Meyer delante de todos.

......
No sabía exactamente por dónde encontrar la en la enorme mansión, tenía docenas de pasillos y entradas alternas bajo el enorme vigilancia de la guardia real quizás tenía miedo de que fueran a escapar. Y en este caso tenía razones, el apodo de lince era el que lo identificaba, y por enésima vez, aún herido y cansado, había demostrado porque era merecedor de que lo llamarán así.

—¿Crees que ya se hayan ido?

—No lo sé. Por ahora, debemos evadir a los guardias y lograr salir de esta pocilga —Exclama Terry observando el pasillo en donde estaban, habían logrado salir de la apestosa mazmorra y ahora debían buscar a Candy.

—¿Algún plan? —Pregunta el conde detrás del joven.

—Bueno... —Cierra los ojos e intenta dibujar en su mente todo el recorrido de la mansión, trata de hacer cuenta del número de pasillos qué se interconectaban, la muralla tenía vigilancia en los cuatro puntos, pero en ese recorrido no puede contabilizar la cantidad de guardias, solo sabe que la mayoría esta armado y que quizás puedan atraparlos.