CAPITULO 5

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EL HONOR DE UNA DAMA.
Capítulo 5.
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Posterior a irse de compras, Candice, Dorothy y Martha deciden salir a beber algo, por supuesto, siendo el centro de atracción de las mujeres de sociedad que estaban alrededor de ellas tres.

La rebelde sin causa, la sirvienta alcahueta y la mujerzuela americana. Aquellos tres apelativos era como se les conocía a las féminas en medio del pequeño salón que sólo querían disfrutar de la tarde charlando sin estar al pendiente de tonterías.

—¿Medicina? ¿Patty está estudiando medicina?

—Asi es, al igual que la buena de Elizabeth Blackwell. Y es de las mejores estudiantes en el Geneva Medical College en Nueva York.

—¡Nueva York! —Exclaman Candice y Dorothy inclinándose sobre la mesa con sus manos en sus mejillas, dan un suspiro profundo al tiempo que escuchaban a la dama.

—Mi madre hablaba tanto de esa ciudad ¿Es tan hermosa como dicen, tía?

—Es la entrada al país de los sueños y la esperanzas, Candice —Es la respuesta de la mujer mientras juguetes con el pétalo de una margarita que forma parte de un pequeño jarrón en medio de la mesa —Es un sitio ideal para un par de señoritas como ustedes.

—Señora... —Masculla Dorothy rascándose la cabeza.

—Llamame tía, jovencita —Corrige la mujer —Mientras mi cuñadito no nos escuche, llámame tía. Te has criado con mi adorada sobrina.

—¡Perdón! Es que... ¿Una mujer puede ser libre ahí?

—Bueno... —Respira con calma y alza la mirada al cielo —Al igual que aquí, hay hombres que intentan someternos, mujeres que aún pretenden que seamos sumisas siempre. Pero no hablemos más de ello, estoy aquí, porque como todos los años deseo intentar abogar por ti, Candice.

Toma la mano de la joven con fuerza, reflejándose en esas lagunas verdes que alguna vez tuvo su hermana. Tanta belleza no podía quedarse encerrada en una tierra que a pesar de ser hermosa era gris y pretendía someterla.

—Mi niña... intentaré nuevamente que tu padre te permita llevarte conmigo para que conozcas aires nuevos y decidas ser como eres.

—Tía... —La joven se muerde los labios, voltea a su alrededor, descubriendo a esas tontas niñas que tanto ha criticado por andar bajo las faldas de sus madres y el yugo severo de sus padres —Sabes que papá...

—¡Aquí vamos de nuevo! —Dice la mujer burlona —Entiendo que adoras a tu padre ¡Y no lo niego! William es de los pocos hombres honorables que existen, pero eso no es motivo para que tú restrinjas tu vida. Y sabes lo que siempre digo...

—"Un hombre no es impedimento para ponerse los pantalones y salir a patear a la vida" —Dicen tía y sobrina a la vez qué se van en sonoras carcajadas. Dorothy solo podrá ver a ese par actuar libres y desinhibidas, tal como eran ellas.

—Sin embargo, el hecho de que no quieras depender de ellos no significa que no puedas amarlos.

—Oh, ya se por donde vas —Dice con fastidió —Lo de mi edad casadera.

—En efecto, porque el hecho de que no te consideres una dama, no quiere decir que no vas a desligarte de ciertas cosas. Algún día tendrás que casarte, disfrutar lo bello del amor. Porque nadie puede escapar de ese hechizo.

—Si, ya leí todas esas falacias tía —Esta vez, Candy toma una rosa del jarrón y la aspira —Solo quiero que si alguna vez me caso, sea por amor. No por compromiso o deber de sociedad. Y sino lo hago seré una solterona que viaje por el mundo dependa de si misma.

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