CAPITULO 24

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EL HONOR DE UNA DAMA
CAPITULO 24.
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La boca se le había secado, los ojos empezaban a inundarse en lágrimas venideras, y con ese dolor en el pecho que no le permitía respirar, Terry insiste en buscar a la persona que le ha llamado ¡Estaba seguro que habían dicho su nombre! Muy pocas las personas que sabían ese secreto tan íntimo y que guardaba con mucho recelo.

Y algo dentro suyo le impulsaba a ir a la multitud a buscar a esa persona. A saciar esas ganas de llorar y buscar la libertad que su alma anhelaba.

Pero, en medio del bullicio de la gente, esa sensación en el pecho y las acusaciones de ese par de arpías que les señalan, vuelve a la realidad. Aun tenía a Candy sujeta por la cintura, volvió a ver esos ojos verdes que se habían apoderado de él le recordaban que aún tenía un propósito con la joven. Y con todo lo que había pasado en un momento debían tomar medidas drásticas, las mismas que él había aplicado desde que tenía memoria... huir.

—¡Ay no!

—Mi vestido ¡Está hecho un asco!

—¡Él nos arrojó el carruaje! —Grita Eliza señalando al joven quien no tarda en hacer defensa de si mismo. Levanta una mano en señal de paz hacia ellas.

—Difiero de ello. El carruaje de desvío y les tiro el barro encima. Así que busquen a otro idiota quien culpar. —Busco el caballo y ayudo a Candy a subir, era el momento en dónde debían partir —Por cierto... Sufran al internar quitar el aroma a mierda de la ropa.

Tratan de salir de ahí lo más rápido posible y encontrar la fábrica antes de que llegara el atardecer. Candy se voltea y le da un beso en la mejilla a Terry quien sonríe ante ese simple acto.

—Eso fue increíble. No sabes cuántas ganas tenía de darles su merecido.

—En verdad necesitaban una probada de su propia medicina ese par de víboras. Para que aprendan que con mi fiera nadie se mete —Bromea mientras le devuelve el beso a la joven.

—Lo bueno es que con su chismorreo, logré obtener algo se información.

—¿Sobre qué?

—Sobre de que ya mi padre lo están declarando como muerto. Y quien anda regando el chisme es alguien conocido.

—Vaya que a la gente le gusta matar a los demás sin informar —Terry sujeta las tiendas del caballo y observa el sol a lo lejos —Sí la cosa es así, entonces debemos darnos prisa.

Trata de acelerar el paso y perderse entre las personas que asedian a las chicas empapadas sin mirar atrás. Y en ese preciso instante, Eleonore atravesando a las personas con su caballo trata de llegar al punto en dónde había visto a ese joven.

—Majestad, por favor detengase —El rubio trata de entrometerse pero la mujer en ese momento no se reconocía, el pecho le duele, y tiene grabada esa sonrisa y esos ojos... no podía ser otra persona.

—¡Era él, Albert! Era igual Richard ¡Estoy segura!

—Pero no puede actuar de esa manera o la descubrirán.

—¡Al carajo! —Grita mientras trata de orientarse entre las personas que seguían arremolinadose para hacer burla y cuchichear —Mi pequeño lince, mi niño...

Busca entre todos a ese muchacho de ojos azules, necesita verlo a los ojos, necesitaba abrazarlo y ahogar todos esos años de dolor. Pero no veía al joven, lo había perdido otra vez.

—Hijo... —susurra con las lágrimas desbordando de sus ojos. Mira a las chicas delante de ella y trata de hablarles —Jovencita ¿En dónde está?

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