Capitulo -4

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Daishinkan flotaba delante de la cama de Airi, con una expresión de desconcierto que muy rápidamente cambió a una sonrisa candida, muy característica de él. Ella lo miraba con un poco de asombro, por lo que le pareció un tanto extraño al Gran Sacerdote. Ya sabía quién y qué era, ¿Por qué asombrarse? Además, le dijo angelito cuando lo vió aparecer.

- Buenos días - le dijo mientras miraba hacia la ventana, apreciando como el sol pintaba de colores cálidos el amanecer.

- Bu... Buenos días - titubeó girando su mirada hacia la ventana también.

- ¿Por qué se ha asombrado con mi presencia? - preguntó logrando que Airi girara su mirada hacia él, con desconcierto.

Ella pensaba que era una alucinación lo que había vivido el día anterior, por lo que al principio se asombró al ver que Daishinkan de verdad apareció. Al menos no lo alucinó como creyó, es que una cosa así no era natural.

- Para comprobar que es verdad - le dijo luego de explicar el motivo de ese llamado.

- Ya veo. ¿Le parezco mentira? - le preguntó tras una pequeña carcajada sonora.

- ¿A quien no? - se llevó los puños a las caderas - Nunca pensé encontrarme un angel... Bueno, aunque aún cabe la posibilidad de que estoy loca - comentó algo pensativa.

- Su hermana me vió también, no creo que compartan el mal mental - comentó Daishinkan con una sonrisa.

- Por cierto, gracias por lo de anoche, aunque no te lo pedí - le dijo mientras se levantaba de la cama para tomar ropa de un gavetero.

- Creí que lo necesitaba - comentó Daishinkan siguiéndola con la mirada.

- No, no lo necesitaba - contradijo ella caminando hacia el baño de la habitación.

- Por supuesto que sí. Si yo no hubiera intervenido, su casa estaría consumida en llamas - aclaró Daishinkan antes de que Airi cerrara la puerta.

Era un poco testaruda, se dió cuenta desde el primer momento en que la conoció. Sus motivos no eran del todo claros, pero algo que vió Daishinkan esa noche, lo hizo hacerse una idea del motivo. Era como una coraza protectora para resguardarse, aunque no llevaba su falta de respeto y atención a niveles de los cuales quejarse en demacia. No estaba haciendo nada, así que se le ocurrió cobrar el favor que le hizo a la muchacha, no porque sintiera que debía ser recompensado, sino porque ese llamado no era necesario, además, pretendía algo que no lograría así nada más.

Airi salió del baño luego de ducharse, con un jeans y blusa color celeste por encima del ombligo, que era cubierta por una chaqueta del mismo material del jeans.

- Aún sigues aquí - dijo al verlo aún levitando delante de la cama. Daishinkan descendió lentamente sobre el piso antes de mirarla con una sonrisa enigmática.

- Pues claro, necesito que me pague el favor que le he hecho - le dijo aún con la persistente sonrisa adornando su rostro.

- ¿Que? - lo miró con desconcierto - Pero si yo no te pedí el favor. No te pagaré nada - se cruzó de brazos con una mirada sería.

- Lo necesitaba y yo respondí - le aclaró Daishinkan.

- No sabía que los angeles cobraran a los humanos los favores o bendiciones, sea lo que sea que hacen.

- Nosotros necesitamos de ustedes cómo ustedes de nosotros - mintió, pero mintió por él. Claro que nunca iba a necesitar el favor de alguna mortal, pero en esta oportunidad debía mover los hilos a su conveniencia.

- No se vale. Yo no pedí tu ayuda - hizo un pequeño puchero a casi amenaza de ser infantil.

- Vamos, no le costará nada en realidad - Daishinkan le sonrió grácil.

Yo No Te LlaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora