Capitulo -31

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Whis se fue ese día del planeta Tierra muy satisfecho con la respuesta que le dió la muchacha. No solo eso, ahora también sabía que Daishinkan no se aparecía desde hacia días, aunque la muchacha lo llamaba. Le parecía extraño, pero Cus sabría que hacer.

-La he subestimado -se dijo Whis a si mismo mientras subía ese largo tramo de escaleras en el templo de su Dios- No solo eso, sino que la e menospreciado.

Whis caminaba con un humor meditativo con el baculo tras su espalda en conjunto de sus manos. Desde que regresó la respuesta de la Airi lo había dejado en las lagunas de sus pensamientos, pero no en un mal sentido, sino satisfecho, complacido, hasta agradecido de oír esas palabras que ella le dió como contestación. Aunque algo que notó le hizo nacer la semilla de la angustia en su interior, y no por él, sino por su querido padre.

-No estamos exentos de nada en este mundo -se decía el ángel- Ni siquiera de algo tan mortal como lo es el amor u cariño afectuoso -concluyó al quedar frente a la puerta de la habitación del Dios gato.

Los días se le hacían lentos a Airi. La ausencia de Daishinkan se hacía sentir. Estaba triste, eso ni negarlo. Decaída, cansada, fatigada, sin ánimos de nada. La cama la había contado como su víctima, ya no tenía las fuerzas de levantarse de esta para si quiera ir a regar sus preciadas flores que morían día a día conforme ella empeoraba. Marchitas, marchitas como ella, marchita como flor que ansiaba ser regada por el nectar de los labios de él, de Daishinkan. La tristeza de su ausencia fue el factor que la hizo decaer, tal vez con su sola presencia momentánea cambiaría su semblante a uno un poco más enérgico, porque su sola imagen, si sola sonrisa enigmática que imponía distancia, le bastaba, porque sabía también que su límite era ella. El único límite que rompía Daishinkan era estar con ella.

Sus dos amigos se turnaban para cuidar de ella cuando caía en un estado deplorable que la ponía incapaz de valerse por sí sola. Helen por el día, mientras que Toan la cuidas de noche; aunque ella se negaba a qué hicieran eso.

Esa tarde, Helen recibió a Toan en casa de Airi para cambiar los turnos. Dejó a la muchacha sola en su habitación por un instante mientras uno al otro se intercambiaban unas que otras palabras.

-El médico llegó de sus vacaciones está mañana -le notificó Toan a Helen.

-¡Me alegra mucho oír la noticia! -exclamó Helen- Eso significa que...

Un golpe, un golpe fuerte que provenía de arriba la interrumpió abruptamente. ¡Airi! Era lo primero que pasó por sus mentes antes de correr hacia arriba a ver qué sucedía. Toan casi cae de las escaleras por correr así, mientras Helen se llevó por delante con el hombro el muro junto a la escalera al doblar, pero ni le dolió, solo pensaba en el estado de su amiga.

Al entrar a la habitación solo vieron a Airi tumbada en el suelo junto a su cama. Había intentado levantarse y su cuerpo le falló.

-¿Estás bien? -le preguntaban tratando de reincorporarla.

Un "no" recibieron por respuesta. Cómo pudo artículo una única frase, les dijo que se sentía muy mal. Antes solo sentía cansancio, ahora decía sufrir de un malestar que no logró expresar producto de su estado casi inconsciente que no le permitía hablar.

Sin dudarlo ni por un segundo, llevaron a la muchacha al hospital. Allí la recibió el médico que trataba su enfermedad; un oncólogo. La tarde se les volvió noche allí y ninguno de los dos quería irse hasta escuchar que Airi estaba bien. Varios estudios le hicieron, algunos de los cuales los resultados serían entregados al día siguiente, pero como Toan conocía a un médico en ese hospital, movió esa influencia para apresurar eso. Así, más tarde que la media noche, un diagnóstico estaba listo.

Yo No Te LlaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora