Los cuestionamientos de los Zen Oh Sama para nada fueron difíciles de persuadir para Daishinkan. Les dijo que estaba ocupado con cosas referentes a una vieja petición de ellos que habían olvidado y que por eso se mantenía ocupado. Los reyes del todo se miraron uno al otro, se hicieron gestos entre sí y así recordaron esa vieja petición que dejaron atrás. Se alegraron al saber eso, puesto que según ellos, eso sería muy divertido, aunque en ellos seguía activa la semilla de la duda que esperaba por florecer en un caos.
-No me convence del todo -le murmuró uno al otro.
-No, a mi tampoco, pero pronto sabremos.
Daishinkan no era estúpido, sabía bien que ambos reyes aún dudaban de su sinceridad ante ellos. ¿Qué tenía de malo que tuviera un pasatiempo? Nada en realidad, a menos que eso interfiera con su principal deber en la existencia, y el más importante en realidad.
En algunas ocasiones Daishinkan llegaba unos minutos tarde por estarse con Airi, en una hasta los ignoró completamente, pero con Daishinkan sabía y los conocía mejor que nadie, alegrarlos o hacerlos olvidar fácilmente una situación o falta suya. Estaba en conocimiento que hacer enojar a Zen Oh Sama podría ser una fatalidad, inclusive poniendo en riesgo a esa muchacha y su universo entero, pero él veía como en realidad eran esos dos seres. Un par de niños con el poder de destruir lo que sea y tener cada capricho. El Gran Sacerdote parecía un títere o un muñeco que a la orden cedía y cumplía sin oponerse, pero en realidad si estaba en contra de algunas cosas y otras le daban por igual. La destrucción de un planeta, una galaxia, hasta de un universo era irrelevante para él, como si era importante sus hijos, su mundo entre otras cosas que solo quedaban entre él y sus secretos.
Podía contar con una mano las cosas que se habían ganado un especial aprecio de parte de él, entre estas estaba Airi.
En ese juego de confidencialidad que tenía con Cus, su hija le hizo una advertencia; no involucrarse de más con el sujeto en cuestión, pero la ángel rió, ya que dudaba de eso en su padre, no imaginaba que él llegara a hacer eso. Y eso fue lo que hizo, le guardó un especial afecto a esa muchacha.
Así se encontró en medio de esos pensamientos, caminando por una especie de jardín que tenía el templo. Había unos arbustos a los costados del camino por dónde pasaba con el andar lento, las manos tras la espalda y los ojos cerrados perdido en medio de sus pensamientos. Abrió súbitamente su mirada encontrándose con unas flores blancas que hacían parte del paisaje. Eso le hablaba de ella; eran jazmines blancos, eran como ella.
-Me encantaría decir que no, pero usted se ha filtrado a mi ser -murmuró al ver esas flores, sintió, volvió a cerrar sus ojos y siguió su lento andar por ese camino de piedras planas de color luna.
Airi se encontraba en casa aún; no pasaba más que unos minutos que Toan se había ido. Eran alrededor de las dos de la tarde, el día iba a ser largo estando allí sola completamente. Airi podría parecer de las personas que disfrutan estando en su soledad con sus pensamientos, pero en realidad disfrutaba de las compañías que eran de su agrado. Pocas eran, contadas estaban, podría decir que su hermana, Toan, pero la que deseaba en ese momento era la de Daishinkan.
Aún permanecía sentada en el sofá con la chaqueta en su regazo. Estaba perdida en sus pensamientos, llevó sus manos a su pecho, se quitó el llamador de ángeles del cuello y lo levantó hasta su mirada para apreciarlo con atención.
Una simple joya de plata y cristal, ¿Cómo podía eso llamar a un ser como Daishinkan? Tal vez el cuestionamiento era muy repentino y algo tardío, pero era un misterio aún para ella. ¿Por qué Dai venía a ella y no a otro humano? Muchos objetos como ese existían en el mundo y solo a ella venía el Gran Sacerdote, no un ángel cualquiera y menos en espíritu, sino que en vivo, de carne y huesos... Si es que tenía huesos y no otra cosa. Sacudió su cabeza, se estaba yendo del centro del asunto, suspiró y soltó una frase al aire:

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Yo No Te Llamé
Fanfiction¿Importa tanto lo que piensa la gente? Se una dama le dijeron muchas veces. Arreglate, maquíllate, vístete mejor... A ella no le importaba eso, media mujer funciona mejor. Ella lo llamó por accidente. Él se quiso quedar.