Capitulo -30

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Daishinkan no asistió a ese llamado. No lo sintió, no lo escuchó. Airi lo esperó durante un rato, pero luego entendió que no asistiría; ya había pasado mas tiempo del que solía tardar. Se hizo la idea de que estaba muy ocupado con su trabajo y así no se causó una angustia mayor.

Casi una semana había pasado desde esa noche en la cual llamó a Daishinkan y no vino. Desde ese entonces intentó llamarlo un par de veces más, pero tampoco asistió. Siempre le atribuía al hecho de que de seguro estaba muy ocupado. No encontraba otra explicación, o no quería encontrar una que no le agradara, por eso se conformaba con lo primero.

Esos días se los pasó en casa sin hacer casi nada. Le era aburrido, muy monótono e insignificante. Estaba sola, a veces recibía la visita de Helen y Toan, pero eso no rellenaba el vacío que tenía; el deseo de tener a Daishinkan junto a ella por lo menos por unos minutos. Eso le bastaría para recobrar el ánimo, la felicidad momentánea.

Rió ligeramente al pesar así de él. Antes lo despreciaba, ahora dependía de Daishinkan una cuarta parte de su felicidad; porque el resto dependía de lo que sucediera con lo que dijera el médico, de qué pasaría con su hermana, de eso y de muchas cosas más que estaban creando un huracán tempestuoso de dilemas en su vida. Por lo menos el Gran Sacerdote le era un alivio momentáneo, por lo menos su presencia la hacía olvidar que tenía una tempestad en su interior. Pero... Él no estaba.

Whis había esperado a que el señor Bills tomara su siesta para poder ir solo y a gusto a la tierra, hacia esa dirección que le dió aquél muchacho. Sin prisa fue hacia Corporación Cápsula y le mostró ese trozo de papel a la señora Bulma. Esta miró al ángel un poco intrigada de saber que iba a hacer allí, le preguntó y obtuvo una peculiar respuesta.

-Solo me gustaría tratar un asunto con alguien -contestó el ángel- Y disculpe, pero me gustaría que no me hiciera más interrogatorios -añadió con una seriedad algo peculiar en él.

Bulma lo miró ligeramente extrañada y con una pizca de suspicacia, pero luego ablandó la mirada para cambiarla a una pícara con una sonrisa de la misma índole.

-No me digas que vas a ver a una chica -le dijo la mujer con un tono pícaro.

-Si, de hecho si, pero no en el contexto que usted cree -contestó sutilmente ofendido por la insinuación de la señora Bulma- ¿Me va a indicar dónde queda la dirección? -preguntó para no dar más rodeos al asunto.

Bulma le explicó dónde quedaba esa calle, ofreció llevarlo, pero Whis se negó a qué ella lo acompañara. Además, le dijo que solo se las podía arreglar para llegar al lugar si acaso se perdía en el trayecto. Y así fue, tomó la dirección que la mujer le dijo sin siquiera mirar hacia atrás... Pero seguro más tarde volvería para comer allí.

Desapareció su báculo, llevó ambas manos tras su espalda para cruzar la calle en medio del bochornoso tráfico. Al llegar al otro lado de la amplia calle, su atuendo era diferente. Vestía pantalón negro, camisa cuello de tortuga del mismo color y una chaqueta color vino. Su aspecto era como el de cualquier hombre humano, aunque aún portaba su halo de luz circundando en su cuello. Se ganó algunas miradas extrañas, pero les fueron irrelevantes, solo le prestaba atención al camino.

-Disculpe, ¿Podría tener la amabilidad de indicarme está dirección? -tuvo que preguntar en un punto en el cuál se desorientó de las instrucciones de Bulma. Resultaba que en ese punto las calles daban muchos giros.

El joven lo miró raro, su aspecto le era un tanto extraño, pero más desconcertante era su altura impresionante. Pocos existirían con ese tamaño. Sacudió su cabeza al ver cómo la mirada de Whis lo acusaba de su falta y luego le indicó:

-Si, si, claro, amigo. Dobla a la derecha en la esquina siguiente y luego sigue derecho unas dos cuadras; vuelve a doblar pero está vez hacia la izquierda. Allí es esa dirección -le indicó el joven luego de reaccionar.

-Se lo agradezco -le dijo Whis antes de seguir ese camino indiferente a su entorno.

Whis llevaba un semblante muy serio, algo sereno, pero se notaba esa seriedad plasmada en su rostro. Llegó a dónde el joven le dijo, para su suerte las casas tenían su número, lo que le fue útil para no tener que volver a preguntarle a otro transeúnte más el lugar exacto.

-Aquí es... -murmuró Whis al llegar a la entrada de la casa.

Aclaró su garganta antes de golpear a la puerta. Dudó un instante, pero luego se decidió a hacerlo. Bien solo pudo aparecer en el interior, pero prefirió ser educado.

Airi estaba en su cocina tomando una taza de café cuando escuchó que golpeaban a la puerta. Dejó la taza a un lado para dirigirse hacia la entrada. Al abrir, inmediatamente miró hacia arriba buscando el rostro de ese sujeto tan alto del cuál lo primero que vió fue su torso y no su cara. Su mirada se detuvo al notar el halo circundando en ese cuello, pero luego buscó verle el rostro. Era aquel ángel de Corporación Cápsula.

-Buenas tardes, señorita Airi -le dijo el ángel con una sonrisa que le hizo recorrer un escalofrío a la muchacha.

-Ho...la -titubeó dudosa. No creía que ese ángel estaba en su casa, ¿Para qué? Eso no lo comprendía.

-Por favor, no me mire así. No le vengo a hacer ningún daño -le pidió Whis al notar la mirada que ella le dedicaba.

-¿Quiere pasar? -Airi hizo un gesto con su mano indicándole al ángel que podía pasar.

Lo hizo pasar más por cortesía que por otra cosa. Le daba un poco de miedo pensar en que ese ángel pudiera ser portador de malas noticias respecto a Daishinkan; como por ejemplo que no la quería ver nunca más.

Whis entró a la casa con un temple sereno, Airi le indicó que se sentara en la sala y este lo hizo. Whis se sentó y colocó sus manos sobre su regazo y luego solo le dedicó una sonrisa a la muchacha.

-¿Qué se le ofrece? -preguntó Airi para dar al punto de inmediato.

Whis soltó un suspiro, miró sus manos entrelazadas sobre su regazo y luego subió su mirada de nuevo hacia la muchacha para formularle una simple pregunta...

Para Daishinkan la situación era distinta. No lo iba a negar, a ratos, en sus tiempos libres le daba curiosidad ver que hacía ella, en que se ocupaba, porqué ya no lo llamaba. Esa era su principal congoja. La veía algo agotada, pero tranquila en su casa, a veces leyendo, tomando café mientras hojeaba un libro, dormida, o a veces con la compañía de aquel joven hombre que quiso tener un altercado con él. Pero nunca lo llamaba. Había pasado casi una semana desde la última vez que la vió y ella no había acudido a él, a su compañía. De verdad anhelaba escuchar su llamado y asistir de inmediato, pero ella no lo hacía. Tal vez ya no lo necesitaba, o incluso podría ser que pasar ese tiempo en el templo le haya causado a ella una aflicción por estar en ese estado tan deplorable en su enfermedad. No, eso no era; eso hasta incluso lo sabía él. Era algo que no se explicaba de manera simple, porque no encontraba ninguna explicación a la que ella se olvidara así de él. O tal vez si tenía una explicación... Consiguió mejor compañía a la suya, una más humana, una que le agradara más que los fríos brazos de un ángel.

Airi al oír la pregunta que le formuló Whis, se fué a la cocina con la escucha de ofrecerle algo que el ángel no dudó ni por un segundo en aceptar.

Laa palabras retumban en su mente repitiéndose una y otra vez buscando una respuesta verdadera a la pregunta. Intentaba servir una taza de té para Whis, pero casi la derrama al no prestar atención a lo que hacía. Minutos después, le sirvió té y galletas al ángel, quien no dudó en probar lo que la muchacha le sirvió muy amablemente.

-Muchas gracias -le dijo Whis.

-Tengo entendido que no puede dejar solo a su Dios, ¿Por qué está solo? -cuestionó Airi con un tono ligeramente inocente.

La verdad solo quería cambiar de tema a otro que no fuera la dichosa pregunta que le hizo Whis.

El ángel apartó a penas unos milímetros la humeante taza de sus labios, cerró los ojos y le respondió:

-Está dormido -hizo una pausa- Pero no evada mi pregunta. Por favor respóndame lo que hace minutos pregunté -solicitó Whis de la manera más amable posible.

-Yo... Yo... ¿Para qué quiere saber? -interrogó Airi.


Continuará...

Yo No Te LlaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora