Capitulo -18

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Airi no quiso despertar a Daishinkan, por lo que no se dió cuenta cuando se quedó dormida sobre el tejado con él apoyando su cabeza en su vientre. La despertó uno de los primeros rayos de luz del día que le encandilaron los ojos, pudo sentir la candidez de esos abrazadores rayos que se posaron sobre ambos.

Bajó su mirada hacia Daishinkan y descubrió que seguía dormido. Ella durante toda la noche tuvo su mano sobre la mejilla de él, allí amaneció con sus dedos un poco fríos tocando la piel del rostro del ángel.

Daishinkan tenía la boca levemente abierta, a penas se notaba, pero sentía como su aliento candido golpeaba su abdomen de una manera que no era para nada molesto, en cambio era agradable tenerlo allí.  No pudo evitar querer otorgarle una caricia; su mano subió desde su mejilla hasta su cien y bajó lentamente hasta tener entre las puntas de sus dedos el mentón del Gran Sacerdote.

Con el toque él apretó un poco los ojos y luego los abrió lentamente. Se había dado cuenta que se durmió durante más tiempo del que tenía previsto hacerlo, porque eso fué lo que quería, dormir en el cobijo de los brazos de Airi.

-Buenos días -le dijo ella al verlo despertar.

Daishinkan se sentó rápidamente y la miró con atención por un segundo. Ella se levantó y allí pudo notar como en sus brazos estaban las marcas de esas frías tejas en su piel. Era evidente que no tuvo una buena noche ni descansó como debería. Aunque la verdad si lo hizo, con él descansó más de lo que creería.

-Disculpe, no fué mi...

-No se disculpe. Yo no quise levantarlo porque se veía muy tranquilo dormido -lo interrumpió.

-Se lo agradezco, pero fué inoportuno para su descansar -le dijo cruzando sus piernas a lo indio.

-Yo duermo cada noche, usted me comentó que no lo hacía, solo a veces si gustaba hacerlo. Por eso preferí dejarlo, Dai. No se preocupe, si he dormido -le sonrió.

Daishinkan juntó sus manos sobre su regazo y tomó una postura un poco encorvada, algo inusual en él.

-Gracias -murmuró para ella con una sonrisa.

-No se mueve mucho cuando duerme. Parece todo un angelito tierno -comentó en broma con una sonrisa.

Daishinkan alzó una ceja y la miró un poco serio.

-Ya le he dicho que no me llame así -le recordó.

Airi solo rió al verlo así.

Daishinkan miró hacia donde salía el sol entre el mar que lejos no quedaba y se podía apreciar desde el tejado. Los rayos de este se reflejaban en su cabello dandole tonos levemente rojizos y anaranjados, en un leve destello el halo de Daishinkan se hizo visible un poco más, esa mirada perdida que tenía, lo hacía ver cómo un verdadero ángel que bajó de los cielos a posarse en su tejado, allí sentado como en pose de cansancio o derrota, no, eso no era, era una postura que reflejaba tranquilidad, paz, serenidad, cada estado de esa índole.

-Supongo que irá a trabajar -comentó sin despegar la mirada del sol.

-No, hoy no -le contestó- ¿Se quiere quedar? -al preguntar Daishinkan volteó a verla con una sonrisa.

-Esperaba que me preguntara eso -respondió- Si, me quedaré.

-Entonces bajemos del tejado. Los vecinos comenzarán a despertar pronto y pensaran que estamos dementes por estar aquí arriba -le dijo con una sonrisa mientras se ponía de pie.

-Si eso sucede solo dígales que estaba haciendo reparaciones -contestó él en un comentario que le sonó divertido a Airi, quien no pudo evitar reír.

Yo No Te LlaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora