Capitulo -21

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Airi se levantó a horas de la madrugada, faltaba poco para que el Sol saliera. Allí encontró a Daishinkan, en su cama, dormido como tan pacíficamente. Estaba sobre su lado derecho, de frente a ella, podía ver su expresión de serenidad y su boca entreabierta de dónde parecía que ni aliento salía, ya que estaba tan quieto como una estatua.

Se le hacía extraño verlo dormir, ya lo había visto una vez, pero le parecía extraño, ya que siempre mostraba esa postura señorial y firme.

Su cabello ligeramente alborotado, un mechón insolente se colaba a su frente cubriendo parte de su ojo izquierdo llegando a rozar su nariz. Estaba a medio cubrir por aquella manta blanca que los arropaba a ambos. Daishinkan tenía el torso descubierto, mientras el resto tapado con la sábana.

Airi se había sentado para apreciarlo mejor y le sonrió. En visto que era todavía temprano, se volvió a acostar boca abajo junto a él. No había cerrado los ojos cuando sintió la mano de él posarse en su descubierta espalda. La pasó tan suave como una caricia delicada y la dejó en medio. Ni siquiera sintió cuando se movió, solo su mano allí.

Dos horas más tarde, Daishinkan pudo notar como esa muchacha se levantaba y se cubría ese esbelto cuerpo con una bata y dejarlo a él en la cama. Airi pasó al baño y rato después salió vistiendo un vestido amarillo pálido y el cabello suelto. Al salir notó que Daishinkan no estaba en la habitación, y que su cama estaba en tendida como si nada hubiera sucedido en la noche. Se sonrió al pensarlo, pero pronto dejó esas ideas de lado para bajar a la primera planta de su casa.

-Buenos días -le dijo Daishinkan al verla bajar.

-Sabia que no se iría -sonrió. Ya conocía que Dai jamás se iría sin decirle nada.

-Está en lo correcto -respondió él.

Airi pasó su mirada a aquella chaqueta blanca que aún seguía en el sofá de su sala. Se le quedó viendo con tanta atención que Daishinkan no pudo evitar dirigir su mirada hacia donde ella miraba.

-Es suya -le dijo al fin ella. Caminó hasta allí y la tomó para entregársela.

-No la necesito. Puede quedarse con ella si lo desea -alzó su mano indicando con ella un gesto que a Airi le hizo entender que de verdad no la quería de vuelta.

-¿De verdad? -cuestionó ella.

-Yo no suelo usar ese tipo de atuendos con regularidad; de hecho nunca lo hago. Mi vestimenta es la misma siempre -le indicó- Que le sea un recordatorio de mí.

-Daishinkan -protestó levemente ruborizada a eso último.

Daishinkan solo rió divertido, a veces le parecían tiernos ciertos gestos que ella hacía, como cuando se enojaba y fruncía levemente en entrecejo con esa mirada reprochante.

-Me gustaría quedarme un tiempo más, pero mi deber requiere mi presencia -le dijo- Hasta luego, hasta que vuelva a llamarme.

Airi solo le respondió con una sonrisa. Cuando lo vió desaparecer, apretó esa prenda entre sus manos con un poco de fuerza.

Había sucumbido a saciar su deseo de afecto por parte de él, había caído en los brazos de un ser no humano que con ella no tendría una relación como sus necesidades requerirían. ¡Por Dios! Había estado en la cama con alguien más mientras le había prometido a otro afecto. La diferencia es que uno era terrenal y podía ser completamente lo que ella necesitaba, el otro era un ángel que no podía estar siempre. Muchas veces se lo repetía en su cabeza, ahora el problema era que se estaba aferrando mucho a Daishinkan de una manera que sabía la podía hacer sufrir en cualquier momento.

En el mundo de Zen Oh Sama se encontraban ambos muy ansiosos esperando a Daishinkan. Esta vez llegó a tiempo para no levantar más sospechas en ellos y que fueran dejando el tema de lado.

Yo No Te LlaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora