Capítulo 17

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«Viejo sabroso».

Ángela.

Mientras como pastel en el regazo de mi padre, cierro los ojos tanto por el sabor de dicho postre y por la balada que él sigue tarareando y siempre he dicho que me gusta mucho cuando él lo hace porque me siento protegida y consentida al mismo tiempo, extrañaba mucho escuchar su voz, siempre lo extraño. Lo miro y me sonríe, solo le hago señas con las manos para que siga cantando y lo hace llenándome de regocijo.

Mi madre está a unos pasos observándonos sonriente con los ojos llenos de lagrimas, orgullosa y feliz porque esta de nuevo en casa ya que las dos lo extrañamos.

🎶 Desde que llegaste vida, le hemos hecho trampa al tiempo, mi cura es tu abrazo, tu suspiro una canción que me arrulla como el viento. Yo soy el hombre más afortunado, me ha tocado un ser, el que conoce cada línea de tu mano. El que te cuida y camina a tu lado, todo cambio por ti, todo es amor por ti...🎶

Luego de saborear mis dedos llenos de pastel me recuesto en su pecho para seguir cantando con él, sintiendo el aroma de su perfume y sus enormes manos acariciar mi cabello. Mis lagrimas empiezan a caer cuando él besa mi frente y me susurra que todo estará bien, que él regresara.

—No quiero que te vayas, papi —Lo que eran lagrimas en silencio se convierten en llanto cuando veo que mi madre ya no está y que regresan las enormes luces del camión que se aproxima.

—No me iré, pajarito —Sus ojos están llenos de lagrimas acumuladas—. Siempre estoy cerca de ti, porque te amo y siempre serás la chiquita de papá.

Grito desesperada cuando ya no lo veo cerca de mi e intento caminar pero me quedo paralizada al escuchar el sonido de los autos chocar y rápidamente doy la vuelta encontrándome con la escena desgarradora que parte mi corazón en mil pedazos. Intento correr a su lugar pero alguien me sujeta con fuerza, evitando abrazar a mi padre por última vez.

—¡Papi! ¡Papi! —Grito con todas mis fuerzas y nadie me escucha, solo siento los enormes brazos sujetándome y pidiendo que me despierte—. ¡Papi! ¡Ven y dime de nuevo que soy tu pequeño pajarito! ¡No quiero quedar sola de nuevo! ¡No sin ti!

Nada de lo que diga hace que él abra los ojos y la escena de él tirado en el suelo con un enorme tubo enterrado en su estómago me hace llorar con tanta fuerza que siento que moriré en cualquier momento así que como puedo me zafo de los enormes brazos y corro hasta él gritando más su nombre pero veo que se aleja y...

¡Ángela! ¡Ángela!

Abro los ojos asustada por el repentino grito de mi madre y exploto en llanto al saber que todo fue una pesadilla, que mi padre nunca me abrazo y nunca me cantó como solía hacerlo. Ella sin dudar me abraza fuerte, tan fuerte que siento que nunca antes me había abrazado. Acaricia mi espalda mientras mi llanto sigue ya que cada que recuerdo que mi padre no entrará por esa puerta a darme los buenos días o decirme tal vez que soy su doctora favorita, porque eso hacía todos los días, hace que mi cerebro colapse y entre en un estado de shock.

La manera en que lo vi morir estará en mi mente para siempre y quisiera superarlo, quisiera con toda mi alma superar la muerte de Franco Maltés pero no puedo. Así que solo me queda gritar de impotencia, gritar con todo mi ser y en cuanto mi madre se aleja solo me queda tirar todas las cosas de mi mesa de noche y mi peinadora. Ella solo se aparta y sabe que así es la única manera de desahogarme.

Pateo el escritorio y cuando llego al espejo, cuando estoy apunto de patear ese maldito espejo mi madre corre hacia mi y vuelve abrazarme con fuerza.

—Te escuche desde mi habitación, no creas que solo te afecta a ti, Ángela —Me mira luego de alejarse y yo aunque intente detener mis lagrimas no puedo—. Para mi es difícil esta situación y aunque solo han pasado cinco años, yo lo veo como si fueran dos meses. Así que algún día tienes que superarlo y dejar de sufrir por algo que tenia que pasar.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora