Capítulo 41

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«Te quiero tanto»

Ángela.

—¡Mira que hermoso! ¿Como se verá puesto en
su pequeño cuerpecito? ¡Que estoy emocionada!

—Mamá, aún falta mínimo un mes para saber el sexo del bebé. No puedes comprar ropa así.

—No seas aburrida, Ángela —abuelo sigue sacando los pequeños short color blanco—. Esto está muy bonito, ¿a que sí?

Ruedo los ojos.

Desde que abuelo llegó, no han parado de comprar cosas para mi hijo. Es como si temieran a que todo se acabe, es increíble como han llenado el pent house de juguetes y cosas para bebés. Mamá también se atrevió a vaciar mi closet, la muy atrevida cambió mis jeans y vestidos ajustados, por cosas holgadas y muy ligeras. Me gusta mucho todo lo que escogió para mí, no lo voy a negar. Los vestidos y enterizos son muy cómodos, también se encargó de comprarlos como me gustan, todo con colores pastel.

Noche buena se acerca y eso también nos tiene muy atareados, sobre todo a mamá, que se encarga de hacer absolutamente todo, no le gusta contratar a nadie.

La doctora me visitó hace días y me comentó que todo marcha muy bien, el bebé está creciendo perfectamente, es increíble que en dos semanas mi vientre haya crecido más. Kate dice que eso es bueno, ya que pronto podemos saber si es niña o niño. Mi deseo de que sea niño aumenta cada día.

Mi madre comentó que no puedo anhelar tanto el sexo de mi bebé, pues de lo contrario, obtendría lo opuesto. Eso es mentira, yo sé que es un niño, no tengo dudas.

—Hay algo que quiero comentarte —habla un poco nerviosa.

—¿Que cosa?

—Hace días un auto me sigue, a todos lados —frunzo el ceño, por supuesto que muy confundida—. Al principio pensé que era Galván, pero luego pensé... él no sabe tu paradero, nadie lo sabe.

Es cierto, las cuatro semanas que llevo aquí, no he salido para nada. Todo lo compra mi madre o Alexa, a veces mi abuelo. Cuando intentan convencerme para salir, yo me niego rotundamente. Aunque Galván conoce la empresa de mi madre, la pudo seguir desde ahí, estoy segura.

—¿Y si te siguió desde tu trabajo? —pregunto y asiente.

—No creo que sea tan demente —comenta mi abuelo, guardando los zapatitos azules—. Si es así, debemos informar a la policía.

—No lo sé, pero si esto no para, debemos irnos a otro sitio.

—Claro que no, puede que sea algún paparazzi. Sabes que siempre están pendiente de ti.

—Vale, creo que lo mejor será que olvide eso.

—¿Aún no sabes nada de Álvaro? —pregunta Gabriel, sentándose a mi lado.

Niego. Todas las noches cojo el móvil y marco su número, solo que no me atrevo a presionar el maldito botón. Me da tanto pesar con mi pequeña Chiara, no hablar con ella también está afectándome.

—¿Por qué no hablas con Olivia? —sugiere mamá.

—¡Olivia! Mi pequeña y loca Olivia. Tengo muchas ganas de verle —dice Gabriel, animado—. Es una buena idea, aveces guardarnos las cosas también nos hace mal, creo que hablar con ella será bueno para tu salud mental. Lo de guardarte el embarazo no es bueno.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora