Capítulo 11

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«Ódiame más».

Angela.

—No seas imbecil, Álvaro —lo empujo—. De verdad tengo hambre, no se como diablos llegué aquí.

—¿Te lo recuerdo? — Se burla.

—No, gracias.

—Puedes usar una de mis camisetas, cuando comas te llevare a tu casa, después de eso prometo que no nos volveremos a ver.

Una punzada llega a mi pecho, pero me hago la desentendida.

Espero a que salga por completo de la habitación, para poner pestillo a la puerta y respirar hondo. Esta vez si matare a Olivia, ¿Como puede pretender dejarme con Álvaro? Ella sabe que lo odio.

Lo peor es que dormí en su cama y me duché en su baño, no se con que cara tendré que mirarlo cuando baje vestida con su camiseta.
Entro a su armario, aún encantada con lo enorme y elegante que es. No parece el estilo de Álvaro, pero me gusta mucho como se ve todo.

Busco entre todas sus prendas y el olor a su perfume es tan fuerte que es inevitable no olfatear su ropa como un cachorro. Elijo la primera camiseta y luego de ponerme un short horrible, bajo a la cocina donde está el viejo insoportable cocinando. «Huele delicioso».

—¿Te gusta el pastel de carne? —voltea a verme y sonríe cuando me tapo los senos con las manos ya que claramente, con esta camiseta se me notan y mucho.

—Nunca lo he probado, mi madre es vegetariana y yo no cocino ese tipo de cosas.

—Este te gustará —vuelve a lo que estaba haciendo, mientras yo me siento en la tumbona para ver como mueve todos los utensilios con mucha facilidad.

Álvaro es un hombre muy atractivo. Pasé estos días odiándolo y no me he dado cuenta de los pequeños detalles, como el hecho de que tiene unos brazos espectaculares y un enorme trasero. Ahora está sin camisa, sus músculos se encuentran relajados y al bajar la vista noto el enorme bulto bajo el pantalón de pijama, pero me doy una cachetada mental y vuelvo a mirarle el rostro. Siento mis mejillas acaloradas y sonrojadas ante lo que acabo de ver, pero lo disimulo mirando a otro lado.

También tiene un pequeño tatuaje en el pecho, parece una fecha. Tiene otro a lo largo del brazo y otro muy pequeño en el cuello.

La habitación de arriba llega a mi mente y no me decido en preguntarle, no quiero verme como una chismosa pero la curiosidad me va a matar.

—¿Quien duerme en la habitación colorida? —Suelto la pregunta y el voltea de nuevo.

—Mi hija. —¡¿Que?!

Otro golpe a mi dignidad ¿Estará casado?

—Es una habitación hermosa, y antes de que digas algo, pensé que la casa era de Nicolás.

—No te preocupes, Ángela. Mi hija ama esas cosas ridículas.

—Entiendo.

—Es igual de presumida y caprichosa que tú. —Dice riendo.

—¿Como se llama?

Antes de que Álvaro pueda contestar, se escucha un móvil timbrar y él de inmediato atiende la llamada, disculpándose con una sonrisa.

—¿Alguna novedad? —Habla mientras saca una bandeja del horno—. En este momento no puedo, tengo asuntos pendientes. —Me sonríe descaradamente.

Ignoro el tema de conversación que tiene y me dedico a mirar las fichas y cartas que se encuentran en el mesón, son coloridas, hay una que tiene la palabra Papá, y las otras son solo personas coloreadas. Sin darme cuenta, en el momento que vuelvo a mirarlo, ya lo tengo frente a mi con las cejas ceñidas. Mete a mi boca un trozo de algo que no sé que es pero ¡joder! Es riquísimo, claro que no haré gesto de que me gusta.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora