Capítulo 26

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«Familia Galván».

Ángela.

Cortarle a Álvaro fue lo más inteligente que pude hacer ante su llamada sumamente innecesaria e inesperada, estaba furioso, más que eso. Me sorprendió el tono de su voz y aunque estaba al móvil, igual podía escuchar su respiración pesada y molesta. Ni si quiera le pude responder, los nervios me ganaron y colgué la llamada sin esperar a que volviera a llamar, ya que apague el móvil y bloquee ese número.

Me imagino que lo hizo desde otro número telefónico, ya que el suyo aún lo tengo bloqueado.  Ese hombre está loco, no puedo creer lo que es capaz de hacer y también la manera en la que insulta a Galván, fue grosero e irrespetuoso. ¿Que le pasa? ¿Así de celoso es? Nunca he sentido celos tan enfermizos por alguien, así que no se que ha de sentir él. De verdad es que aunque haya pasado más de una hora desde que llamó, aún sigo en shock, no puedo creer el haberle mentido al doctor en su cara.

Mentir no es mi fuerte, incluso puedo decir que nunca miento, soy la mujer más sincera del mundo, y desde que conocí a Álvaro es lo único que hago. Tuve que mentirle a Galván y decirle que Olivia es quien llamó para hablar problemas de la universidad, las palabras salieron sin pensarlas y no puedo creer que haya mentido con tanta naturalidad, fue algo inesperado y él me creyó.

En este momento estoy sentada en su auto, camino al departamento donde conoceré a sus padres y aunque me hago la que estoy bien, en realidad no lo estoy. Me siento abrumada y mal, escuchar la voz de Álvaro después de olvidarlo todo una tarde fue un golpe duro. Me sentí frustrada e indefensa, el solo pensar que se molestó por Galván hace estragos en mi y no se porqué me preocupa que se entere de mi relación. ¿Desde cuando necesito aprobación? O ¿Desde cuando estoy nerviosa por alguien? A partir de hoy debo dejar a ese hombre a un lado y seguir con mi vida. Álvaro solo causa problemas en mi, y la verdad no estoy dispuesta a destruir mi paz mental.

Al salir del hospital, Galván me llevo a casa donde bajo las miradas coquetas de mamá, recogí un par de prendas y así como entre, salí. Ella estaba feliz por mi, me recordó que Geronimo era un buen hombre y que lo quería. Mi auto quedó en el estacionamiento pero él me aseguró que lo sacaría de ahí, todo para irme en su auto y mantenerme cerca. En otra ocasión me parecería algo muy ridículo, pero ahora mi cabeza no está para pensar esas cosas.

Tampoco le insistí en que colocara música, como le insistía antes, se que ha notado mi humor, es por eso que no me ha hecho algún comentario fuera de lugar. Agradezco el hecho de que se mantuviera en silencio todo el camino. Minutos más tarde, estaciona en un hermoso y ostentoso edificio, la verdad es q no me sorprende para nada. Es muy el estilo de Galván.

Estaciona su auto, luego me abre la puerta y toma mi mano, aún en silencio. Saluda al guardia del edificio y abordamos el ascensor, donde es él, quien rompe el silencio.

—¿Estas bien?

—Sí —Miento por décima vez en el día—. ¿Tú lo estás?

—Claro que sí.

—¿Tus padres saben de mi?

—Sí, y mi hermana también. —Sonríe.

¿Hermana? Joder, esto será peor de lo que pensé.

—Ya, ¿Que piensan? —Pregunto, aunque no me interesa.

—Están felices por mi. No somos una familia muy unida, pero si nos queremos.

—Entiendo.

El ascensor se abre y evito tomar su mano de nuevo, no quiero que note que están sudadas de los nervios. Estoy nerviosa, sí, pero es porque no sé tratar con personas que no conozco, mi comportamiento es agotador y frustrante y no sabré cómo reaccionar ante cualquier comentario mal hecho.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora