↣Capítulo veintiséis↢

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  Jennie se encontró a sí misma, sorpresivamente, sosteniendo la mano de Lisa mientras iban caminando al mercado local. Era un lugar pequeño y cálido, por más raro que sonase, Jennie siempre encontró algún tipo de confort allí. Las calles estaban apenas pobladas, era la hora de la siesta por lo tanto casi todos estarían probablemente durmiendo. Aún así, Jennie no podía evitar el fuerte latir de su corazón retumbando en sus oídos. Lisa parecía dolorosamente tranquila, realmente sin importarle cualquier asunto que no sea más el que el suyo, y su amante deseó poder haber sido así también.

  Jennie realmente estaba intentando hacer un cambio por Lisa, a quien claramente amaba demasiado, pero no podía doblegar su voluntad, ese peso que lleva cargando durante toda su vida. Mirando alrededor de vez en cuando, ligeramente retrocediendo cada vez que doblaban en una esquina para que Lisa sea vista primero y no ella, creando millones de excusas en sus cabeza en caso de que alguien la hubiese visto, evitando cualquier iglesia o calle concurrida regularmente. La lista podría seguir y no agotarse, justo a la misma velocidad en la que su cabeza daba vueltas. Ella no podía ni quería evitarlo, el propio mecanismo que había construido con el paso de los años funcionaba más que bien, la había salvado de muchos problemas.

  Cuánta razón tenía. Fue apenas un destello de cabello castaño claro brillando debajo del flamante sol de la tarde, pero ella pudo percibirlo. Era su madre, Chaerin Kim en todo su máximo esplendor, caminando hacia la dirección en la que se encontraban con ese porte propio de ella, estricto y confiado. No hubo vacilación en la mente de Jennie, tan pronto como su madre apareció en el panorama, empujó la figura de Lisa hacia un costado, a una pila de arbustos de una pinta no muy buena que previamente había visto y pensado como una ruta de escape. Eso tendría que darle tiempo suficiente, Lisa no podría salir de ahí en, al menos, unos buenos cinco minutos.

—¡Jennie!—Gritó de manera desesperada. —¡Jennie, qué demonios!

  La rubia continuó con su griterío pero muy lejos de preocuparse por ella, Jennie trotó hasta que ya no pudo escucharla más y con una respiración onda y una sonrisa falsa plasmada en su rostro, levantó su mano y gritó.

—¡Madre!—Llamó su atención. —Qué sorpresa tan agradable haberte encontrado.

  Falsa cortesía haciéndose paso forzado en su voz, Jennie caminó hasta donde su madre se encontraba y le estrechó la mano de forma educada.

—Jennie. — Un matiz de disgusto escondido, claramente se mostraba. —Hola, ha pasado bastante tiempo desde tu última visita. —Jennie no pudo negar ese hecho, era verdad. Desde que ella y Lisa habían regresado, la morena no tuvo deseo alguno de ir a ver a sus padres y pretender ser alguien que no era sólo para complacerlos.

—Sí, he estado muy ocupada con la universidad. —Rascó su cuello. Media mentira. —¿Qué estás haciendo por aquí?

—Sólo haciendo algunos mandados. —Dijo de manera simple. —¿Por qué? ¿Acaso te molesta verme por tu vecindario? —Su tono sugestivo, como sugiriendo una situación sospechosa.

—No, para nada. — La rápida respuesta la dejó al descubierto, sin embargo su mamá no lo demostró. —Sólo estoy sorprendida.

  Silencio incómodo se instaló en su breve conversación como sucedía normalmente, las dos enfrentadas a la otra con expresiones embarazosas. Nunca hablaron demasiado, ni tampoco estaban lo suficientemente interesadas en la vida de la otra como para preguntar acerca de ello.

—Bueno, supongo que debería continuar. —La señora Kim cortó con la agonía, despidiendose de manera sutil.

—Claro, madre. No quiero intervenir en tu camino. —Se hizo a un lado, sonriendo. —Bueno verte.

—Adiós, Jennie. —Dijo seco. —Por favor, comportate.

  Con el aura elegante que poseía, continuó con su camino sin mirar atrás ni siquiera una sola vez. Jennie las observó irse, incluso se aseguró que estuviese por lo menos a dos cuadras de distancia antes de recordar y buscar a Lisa. Encontró a la chica de cabellos anaranjados justo donde la había dejado, parada junto a los arbustos con el ceño fruncido y removiendo algunas hojas y pequeñas ramas de su ropa, su cabello hecho un desastre.

—Oh por Dios, Lisa. — Preocupación inundó sus acciones y palabras. Intentó ayudar a su amante pero esta no se lo permitió. —¿Estás bien?

—¿Eso te parece?—Preguntó con sarcasmo. Estaba molesta.

  Nunca había visto a Lisa tan molesta.

—¿Quieres que te diga la verdad o que te haga sentir mejor?—Medio cuestionó, intentando aligerar la atmósfera.

—Vete a la mierda, Jennie. —Lisa expresó con enojo, dándose la vuelta para irse.

—Hey, ¿a dónde vas? —Jennie tomó su brazo para detenerla.

—A casa.

—¿Pero por qué? Creí que el plan era ir al local de Taylor. —Nombró el nombre del lugar.

—¿Realmente me estás preguntando por qué? Me empujaste a un montón de arbustos, Jennie. —Su voz comenzó a elevarse. —¡Una pila de arbustos, por el amor de Dios!

—Lisa, por favor entiende. Mi mamá estaba-

—Lo sé, la vi. —La cortó de inmediato. —No es razón suficiente para empujarme a esa cosa. Mira todos los arañazos que esas ramas me dejaron. —Lisa levantó ambos brazos, un fino hilo de sangre corriendo desde sus muñecas hasta sus codos. —No puedes hacerme a un lado cada vez que me convierto en una molestia. Merezco más respeto que ese y del que me has estado dando. Estábamos bien pero eso sólo eran porque estábamos fuera de peligro.

—Lis, vamos. —Intentó persuadirla. —Compréndeme, entré en pánico.

—Lo hago, créeme que lo hago. —Le aseguró. —Pero ahora intenta tú entenderme a mí, así podremos tener una conversación real. Hasta entonces, creo que será mejor darnos un tiempo. Necesito calmarme porque estoy herida. Tú, en cambio, necesitas ordenar tus prioridades y encontrar mejores maneras de mantener nuestro secreto sin lastimarme física o emocionalmente.

—¿Pero qué hay de nuestra cita al mercado? —Cuestionó con esperanza. Lisa rodó sus ojos con incredulidad.

—Arruinada al igual que tu chance de arreglarte conmigo hoy o mañana. —Se río amargamente. —Adiós, Jennie.

  La castaña ni siquiera se atrevió a responderle. Lisa era la persona más alegre y cálida que alguna vez conoció, pero aún así ahora estaba actuando tan fría como el hielo. Realmente debería haberla herido y ella era una imbécil por habérselo tomado tan a la ligera y solamente sentir pena por ella misma en una situación que Lisa había manejado tan elegantemente. Sin gritar, sin ir allí y arruinar la conversación con su madre, sin exponerla. Era un alma comprensiva.

  De verdad no la merecía.

  Debía compensarselo. Nunca encantaría a alguien tan maravillosa como ella.

↣Homofobia↢ Jenlisa FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora