↣Capítulo veintitrés↢

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  Hogar.

  Jennie nunca había tenido el lujo de tener uno, de eso estaba segura.

  Se supone que es un lugar cálido, un lugar seguro en el que se puede sentir cómodo, el sitio a dónde siempre se puede regresar.

  Jennie sólo tuvo una vivienda, un techo que cubría su cabeza pero a veces no estaba segura si era peor el frío de afuera o el de adentro. Siempre teniendo que vigilar sus espaldas, retener emociones e impulsos, asentir y callar para no recibir una reprimenda.

  Un lugar donde no había nada más que miseria y que la hacía sentirse del mismo modo, miserable.

—¿En qué piensas?—Lisa cuestionó a su lado, mirándola fijamente.

  Jennie escuchó la pregunta de manera lejana, su vista permanecía en la familia alegre. Se veían felices, parecían realmente disfrutar de la compañía del otro y estaba segura de que así era. Después de tantos actos y falsedad, era muy fácil para ella distinguir entre el aprecio verdadero y una obra bien montada.

  Suspiró y el aire salió entre sus labios como si fuese humo. No sabía que anhelaba más, si una familia que la apreciara como era, sin todos sus esfuerzos, o sólo aprender a quererse ella misma primero.

  Quizás los dos venían de la mano y por eso no tenía ninguno.

—¿Es Taehyung, verdad?—Volvió a cuestionar. Había seguido la mirada de Jennie y aunque había un mar de gente en esa feria, sabía que era muy probable que había acertado.

  Jennie cerró sus ojos y tragó duro al escuchar el nombre de su hermano. No habían logrado hablar, arreglar las cosas que ambos habían roto. Taehyung inició con negatividad que pronto se le contagió a Jennie cuando sus palabras la dañaron y sólo hubo caos. De repente, entre todos los gritos, Jungkook tuvo que llevarse a Tae arriba y Lisa, llevó a Jennie fuera.

—Pensaba que las cosas serían diferentes, sólo eso. —La morena comentó en voz monótona, presa de emoción.

—Sólo necesita un poco más de tiempo. —Aseguró, intentando ser optimista.

—Eso me dijiste hoy, Lisa. Mira cómo salió todo, un jodido desastre. —Jennie comentó ácida, corriendo la vista al lado opuesto de la rubia. Un resentimiento punzante había brotado.

  Lisa la miró y se volteó, sus ojos habían humedecido un poco. Mordió sus labios antes de hablar, intentando ocultar que las palabras duras de Jennie la habían herido.

—Lo siento...—Se disculpó, su voz era diminuta. —Me equivoqué.

  Jennie rechistó, rodando sus ojos. Un lo siento jamás era suficiente.

—Mejor vamos a montar eso de allí. —Dijo señalando las sillas voladoras color rojo. —No quiero hablar ahora mismo.

  Lisa sonrío de lado, una sonrisa de compromiso y que no llegó hasta sus ojos. Asintió por miedo a decir otra palabra y siguió a Jennie hasta el juego.

  Por suerte, no había demasiada gente. La espera no fue larga pero sí, incómoda. El silencio entre las dos pesaba, era abrumador y jamás había sido así, no de esa magnitud.

  Ambas agradecieron al cielo cuando después de una agonizante espera, finalmente fue su turno. Allí arriba no tenían porqué hablar, podían distraerse con el paisaje que les brindaba la altura y olvidarse de los problemas durante un rato.

  Envueltas en ese mismo silencio, se montaron en el juego y escucharon reglas de seguridad a las que nadie les prestaba atención. Lisa fue la primera en mirar hacia otro lado, porque no sabía que hacer y temía volver a salir con un corazón roto.

  Jennie se quedó mirando hacia el frente hasta que el juego comenzó a andar y una sensación de vértigo se apoderó de ella por un instante. Se tomó fuerte de la varilla y tomó una respiración onda, acostumbrándose al pasar el tiempo.

  Miró de reojo a Lisa, ella seguía sin prestarle atención pero su expresión había cambiado. Ahora tenía sus ojos brillantes y las comisuras de sus labios levantadas a duras penas, conteniendo su sonrisa. La imagen era hipnotizante y hacía que su corazón se acelerase. Era adictiva, imposible querer quitar sus ojos de ella.

  Pasó una vuelta entera en la cuál Lisa se deleitaba con el aire fresco que golpeaba en su rostro y las luces de los edificios que parecían tan pequeños desde tan arriba. De vez en cuando, cerraba sus ojos para disfrutar aún más de la brisa que soplaba suavemente y la hacía sonreír un poco más.

  Jennie se deleitaba con la imagen de Lisa siendo Lisa. Era tan plena la manera en la que podía entregarse a cosas tan simples, a sonreír tan maravillosamente y no saber que hace su mundo girar con ello.

  La brisa enfureció y sopló con fuerza, justo en el momento en el que Lisa se dedicaba a disfrutarla. La reacción que tuvo no fue la que Jennie esperaba, fue mil veces mejor.

  Lisa cerró sus ojos aún más fuerte y se giró, sosteniendo la parte más fundamental de su cabello que el viento se quiso llevar, riendo desde el fondo de su corazón.

  Lisa cerró sus ojos aún más fuerte y se giró, sosteniendo la parte más fundamental de su cabello que el viento se quiso llevar, riendo desde el fondo de su corazón

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  El mundo dejó de estar en colores, todos se los había llevado ella junto con la respiración que se cortó cuando la vio. Un cosquilleo aún más intenso que el del vértigo, surgió desde la boca de su estómago, expandiéndose por todo su cuerpo y haciéndolo vibrar. Una sonrisa gomosa, de oreja a oreja, se zampó en su rostro inevitablemente.

—Hogar...—Murmuró al aire, llenándose del sonido de su risa.

  Lisa pudo escuchar la voz de Jennie siendo llevada por el aire, y su risa cesó al mismo ritmo lento en el que sus ojos se abrían para observarla.

—¿Qué?—Preguntó sin tener la más mínima idea de lo que la morena había dicho.

—Hogar. —Volvió a repetir más segura, su sonrisa igual de inmensa que antes.

  El hogar no era un lugar, era un sentimiento. Ese sentimiento que tenía cada vez que estaba con Lisa y se olvidaba del mundo, sentía felicidad plena, sin prejuicios. Eso mismo que la hacía volver a ella, el motivo por el que nunca podía haberse separado.

  Uno siempre regresa a su hogar, porque no hay un lugar que se le pueda comparar. Nada se podía comparar con ella.

—Jennie, no entiendo. —Lisa expresó, cada vez más confundida.

  La morena sonrío con ternura, hasta el entrecejo fruncido de Lisa le parecía lo más adorable.

—Nada, Lili. —Le restó importancia. —Es sólo que siempre lo había estado buscando.

  La rubia aún sin entender el balbuceo de Jennie, se encogió de hombros y sonrío, sólo porque Jennie también lo hacía y le gustaba verla feliz.

—¿Y lo encontraste?

  La pregunta era dulce e inocente, cargada de ingenuidad y sin una gota de malicia.

  Jennie soltó una risa nasal antes de contestar.

—Siempre estuvo aquí, sólo que recién me he dado cuenta.

↣Homofobia↢ Jenlisa FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora