Jennie's point of viewMe hubiese encantado que las personas viniesen con un cartel de advertencia sobre ellas porque de esa manera me hubiese ahorrado los miles de problemas que trajo tener a Lalisa Manoban en mi vida.
Pero ustedes se estarán preguntando, ¿quién es Lalisa Manoban?
Bueno, me hubiese gustado decir que Lalisa Manoban era la persona más hija de puta y despiada que alguna vez haya conocido. La persona más siniestra, manipuladora y psicópata con la que podrías cruzarte pero lamentablemente no lo era.
Lalisa Manoban era la mujer más hermosa de todo el planeta Tierra y probablemente de todo el universo, nada podía compararse con su belleza. Parecía la reencarnación de la misma Afrodita. Su piel nivea carecía de manchas o cicatriz alguna, su cabello anaranjado combinaba a la perfección con ella y su flequillo siempre peinado con cada pelo en su lugar y cubriendo su frente en todo momento, le daban el aspecto angelical más grande que jamás haya visto. Sus ojos redondos y grandes de color ámbar, eran hipnotizantes y tan profundos que podías pasar horas navegando en ellos e implorar por más. Su nariz no tenía ni un sólo punto negro y su forma tan distinta a las demás era lo más encantador de ella, quitándole que cuando la arrugaba parecía de lo más adorable. Sus labios eran los más apetitosos que podría llegar a encontrar, carnosos, abultados y gorditos, de un color rosado que te incitaba a devorarlos. Su figura era espectacular, sus piernas largas al igual que sus brazos y su cintura minúscula —casi inexistente— le daban aires de modelo de pasarela. No podías encontrar ni un sólo defecto físico en ella. Lo que más me gustaba sin duda, era su sonrisa. Tan radiante y genuina que parecía iluminar la habitación entera, dejaba ver todos sus blancos dientes sin vergüenza y la esbozaba con tanta facilidad que daba envidia.
Pero eso es sólo el aspecto físico, lo que me atrajo tanto de ella cuando la vi cruzar la puerta de la mano de mi hermano.
Si vamos al lado más sensible y emocional, Lalisa o Lisa como prefería que la llamaran, era incluso más hermosa que por fuera. Siempre actuaba amable y se ofrecía a poner la mesa cuando no debía hacerlo. Nunca elevaba la voz y no se enfadaba con nadie, mantenía su compostura y expresaba su disgusto por ciertos temas con mucho respeto. Le gustaba ayudar a los demás en los problemas que los agobiaban y te aconsejaba con la más bella de las sonrisas mientras su delicada mano acariaba tu espalda. Sentía demasiada empatía y era muy emocional, participaba en todas las obras de beneficencia posibles con una voluntad tremenda. Podía perdonar cualquier maltrato y jamás hacía algo con el objetivo de causar daño. Su corazón parecía tan puro y enorme que no entiendo como es que podía entrar en un cuerpo tan pequeño como lo era el de ella. Era tan inteligente como Tae y quizás hasta un poco más que él, se destacaba en todas las materias, hablaba cinco idiomas y era un año más pequeña que mi hermano.
En mi diccionario si buscabas la palabra perfección, la definición iría acompañada de Lalisa Manoban como ejemplo.
¿Cómo es entonces que alguien tan perfecta como ella había logrado arruinar mi vida de una manera tan simple?
Todo comenzó cuando mis ojos involuntariamente recorrían todo su cuerpo, la tensión podía palparse en el aire cada vez que nos dejaban solas y yo no podía despegar mi vista de sus curvas. Cada noche, no podía evitar acostarme y pensar en todo lo que había repasado con mi mirada y antes de que pudiese darme cuenta, estaba pecando en silencio, imaginándola a ella.
Eso fue sólo el principio del fin porque podía evitarla cerrando mis ojos pero cuando empecé a sentir un cosquilleo distinto, un poco más arriba justo en la zona de mi estómago, caí en la cuenta de que estaba llevándolo mucho más lejos. Era tarde, no había marcha atrás porque mi mente reproducía su risa por horas y me deleitaba con el latir desesperado de mi corazón.
Fue cuestión de tiempo para que ella se me acercara a hablarme y nos desenvolvieramos en conversaciones estúpidas o serias, desde política hasta memes. No había nada que no pudiera hablar con la pelinaranja y me gustaba tanto su voz chillona y aniñada que la había grabado en mi memoria.
Con sus palabras y sus pensamientos revolucionarios, hizo que cuestionara muchas cosas sobre mi vida. Ella provenía de Tailandia y parecía estar más abierta a nuevas ideas como el empoderamiento femenino y las distintas orientaciones sexuales. Pasábamos debatiendo esos temas por horas y entendí que había algunas cosas que estaban bien.
Pero jamás pude aceptar el hecho de que la homosexualidad también era algo aceptable. Eso era un pecado. Había escuchado miles de veces que Dios había creado sólo a Adán y Eva, y que así era como debía ser porque él no había creado a Eva y Belén o Adán y Pablo.
No podía aceptarme a mí misma pero tampoco podía negar que yo era una pecadora y un error. Si fuese una persona normal, sentiría atracción por los hombres y no por las mujeres, algo había salido mal conmigo cuando fui concebida. Imploraba a mi Dios que me corrigiera, que ayudara a sacar todo error dentro mío pero nunca sucedía nada.
Mis sentimientos por Lisa no tardaron en amplificarse a niveles estratosféricos, me tenía completamente hechizada. Me había enamorado de ella y lo supe cuando me acostaba en mi cama y cerraba mis ojos sólo para encontrarme con los suyos. Ya no era sólo un simple capricho porque era bellísima, me había enamorado también de su mente tan libre y de su manera de pensar completamente opuesta a la mía. Entre sueño y sueño, cada idea revolucionaria parecía cobrar un poco más de sentido y me hacía sentir menos culpable por ser una escoria.
Pero esas solo eran excusas que utilizaba para ocultar el hecho de que había tenido una enfermedad toda mi vida porque era una lesbiana.
Yo era una pecadora, sí y Lisa había sido el inicio y el final de mi gran pecado.
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Lo prometido es deuda.
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↣Homofobia↢ Jenlisa Fanfiction
Fanfiction↣No puedes odiar lo que eres... ¿Verdad?↢ ↣Contenido homosexual, si no les gusta, NO lean. ↣Actualizaciones frecuentes. ↣Historia original.