↣Capítulo quince↢

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  Jennie observaba la pantalla de su teléfono móvil dura como roca. Era un mensaje de sus padres. No sabía si estaba lista para abrirlo y mucho menos para leerlo pero sabía que tarde o temprano debía hacerlo, no podía evitarlos por siempre porque después de todo, ellos eran quienes le pagaban todo.

  Si bien Jennie suponía todo lo que su familia era capaz de hacer por su odio irremediable a los homosexuales, jamás había visto hasta que extenso podía llegar y ahora que lo había hecho, estaba paralizada. Las heridas en el cuerpo de su hermano menor eran bastante graves y saber que sus padres podían hacerle eso a su propio hijo sin remordimiento alguno, sólo le hizo cuestionar lo que podría pasarle a ella siendo su hija menos favorita.

  No sabía hacia que rumbo dirigir su vida. Por una parte, quería desligarse de aquellos monstruos que la oprimieron toda su vida en todo aspecto posible, quería caminar por la calle tomada de la mano con Lisa y repartir besos en su cara hasta que su sonrisa explote, quería sentirse libre y orgullosa de quién era y quería dejar que su corazón tomara las riendas. Pero Jennie siempre había sido una persona más racional que emocional y si ponía el peso en la balanza, el lado de sus padres parecía siempre ganar la batalla. Jennie no quería ser odiada por las personas que le dieron la vida, quería su orgullo y quería su amor, quería que le sonrieran y quería que alguna vez mostraran un gesto de cariño genuino. No quería ser odiada por más de la mitad de sus conocidos por ser una enferma y no quería miradas de asco mientras camina por la calle. Jennie lo quería todo, quería una familia hecha y derecha, perfecta y amorosa como las de película y también quería un amor verdadero como el que tenía con Lisa, pero no quería las complicaciones que venían con él y tampoco quería tener que guardar un secreto de esa inmensidad toda su vida. Quería las cosas fáciles pero así no es la vida, debemos sacrificar algunas cosas si queremos obtener otras.

  ¿Cuál es la elección correcta? ¿La que nos hace feliz a nosotros o la que hace feliz a los demás?

  Jennie volvió a observar la notificación en su pantalla de bloqueo y se repitió que no podía engañarse a sí misma. Podía aplazar lo más que quisiese el momento pero que tarde o temprano debía leerlo. No vio más motivos para seguir evadiendo lo inevitable y desbloqueó su celular para ir a la casilla de mensajes, habían pasado exactamente dos horas desde que lo habían enviado y durante ese tiempo, solo pudo quedarse contemplando y cuestionando toda su existencia.

"Si se te ocurre cubrir a tu hermano con esa enfermedad, olvídate de nosotros y de nuestro dinero Jennie"

  Casi podía oir el tono amenazador de su padre talandrándole la cabeza, podía sentir su mirada penetrante mirándola tan intensamente que un escalofrío la recorrió. Un pensamiento que hace mucho no concurría, apareció y se instaló en su cabeza, el recordatorio constante que parecía haber olvidado los últimos meses.

  Era una enferma.

  Estar al lado de Lisa, abrumada con tantas emociones positivas, la había hecho olvidarse de lo negativo, de lo que en realidad era y no quería ver. Incluso había dejado de frecuentar tan seguido la Iglesia. Ante ese pensamiento, Jennie empezó a cuestionarse nuevamente si estar con Lisa era correcto, claro que moralmente no lo era, pero sentimentalmente se sentía de lo mejor que pudo sentir en su vida. A lo mejor era una trampa, llenarla de sensaciones tan plenas y brillantes para que olvidara su religión y su deber, para que perdiera su camimo y sucumbiera ante el pecado.

  Todo lo que decía su familia seguía grabado en su mente y en partes de su cuerpo también. Su cerebro sólo era capaz de repetir una y otra vez "los homosexuales son enfermos" la voz del cura, de sus padres, de sus hermanos y de sus amigos diciendo aquello. Sus hombros llenos de marcas finas, hechas con uñas afiladas y sus brazos con rastros de color marrón mezclados con un leve violeta, hechos por una mano fuerte que la corregía de la misma manera cuando era pequeña.

  Presa del miedo, como siempre lo había estado hasta que llegó una rayo de luz a su vida, tecleó una respuesta rápida.

"Está bien appa"

  No era lo que quería decir pero era lo que debía. Siempre le habían enseñado a que debía hacer lo correcto y eso lo era.

  Dos días habían pasado sin tener contacto con Taehyung y ya no podía acercarse a él si no quería perderlo todo. Sólo podía pensar en lo feliz que estaba su hermano cuando dijo que lo aceptaba y que lo amaba como era y ahora debía alejarse. Se sentirá rechazado probablemente pero al menos no estaría sólo porque tendría a Lisa.

  Lisa.

  Jennie tampoco había hablado con ella y no tenía intenciones de hacerlo. Su corazón se estaba rompiendo pero la pelinaranja era peligro y era pecado, debía estar lo más alejada posible. Era algo que seguro que la devastaría, no era la primera vez que huía como cobarde pero esperaba que fuera la última, debía ser la última. Su amor era algo imposible, era algo muerto y sin futuro, no podía engañarse más de lo que ya lo había hecho. Ella y Lisa jamás podrían tener una vida normal como pareja y tampoco como amigas.

  Entonces Jennie, volvió a elegir la opción que le parecía correcta. Eligió hacer felices a los demás en lugar de ella misma porque si todos a su alrededor estaban contentos con ella, quizás podría sentir el amor y contención que anhelaba por parte de su familia y amigos.

  Pero Jennie había olvidado que como habían grabado su mente y cuerpo, habían grabado su corazón. Era un nombre y un color de cabellera anaranjado, Lalisa. Jennie había sido marcada emocionalmente por el sentimiento más poderoso de todos, el amor. Porque el amor te cambia y el amor te hace feliz.

  Por eso, Jennie parecía haberse olvidado de sus "pecados" esas tardes de verano que compartió con la muchacha de sonrisa inmensa a su lado.
 

↣Homofobia↢ Jenlisa FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora