↣Capítulo treinta y dos↢

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  Jennie temblaba tal cual hoja, mirando el reloj cada minuto que pasaba. No faltaba mucho para que Irene llegara. Lisa se encontraba arriba, haciendo algo de lo que no estaba al tanto, aún.

  Mientras tiraba el agua de la olla con mucha cautela, sus manos traicionaban su intento de parecer serena. Actuaba con frenesí, queriendo agarrar el simple pisa-papas de la mesada y fallando más de tres veces por la torpeza en sus dedos. Su mirada intercalaba entre las papas, que ya casi eran un seco puré, y las manecillas del reloj que se encontraba encima del umbral de la entrada.

  Era una noche que podría cambiar el transcurso de su vida por siempre, quizás para bien o para mal. Aún sabiendo que Irene era lesbiana y probablemente la última persona en juzgarla por ser una también, Jennie no podía sacudir el miedo de que la pelinegra terminara burlándose de ella y exponiendola a toda la sociedad.
Lo que sí podía hacer, era el mejor puré del mundo. Así que agregó sal, especias, leche e incluso un poco de manteca, machacando las papas como si pudiese hacer lo mismo con los prejuicios y sus inseguridades.

  Decidió no matarse con la comida, según interpretó aquel día que almorzó con su amiga, Seulgi era chef. No quería avergonzarse así que decidió realizar unos platos básicos; bulgogi, tteokbokki, jajangmyeon, algunos pocos mandu, puré porque a Lisa le encantaba, y por supuesto, arroz para acompañar. Realmente no estaba segura si era demasiada comida, o muy poca. Irene no comía pollo, no tenía idea si Seulgi tenía algún gusto en particular.

—¡Jen!—Lisa la llamó desde la habitación de la morena. Había subido hace más de media hora con dos bolsas y no dado una señal de vida desde entonces.

—¿Qué sucede, Lili?—Cuestionó mientras terminaba la presentación de su último plato. Todo necesitaba quedar perfecto.

—¿Puedes subir?—Su tono había cambiado a uno más agudo, algo que a menudo sucedía cuando gritaba. Jennie miró sus platos acomodados en la mesada, dubitativa. No tenía demasiadas ganas de subir, aún faltaba poner la mesa y necesitaba revisar todo unas tres veces más para estar satisfecha. —Por favor, necesito ayuda.

  Eso fue todo lo que Jennie necesito para dejar el trapo tirado, despejar sus dudas y subir a zancadas la escalera. Si Lisa decía que la necesitaba, era suficiente para dejarlo todo. Incluso si era una pequeñez, cada persona siente distinto lo que es un asunto urgente.

—En camino.

  Cuando llegó a la puerta, por precaución y asuntos de privacidad, decidió tocar.

—Adelante. —Lisa le respondió, dándose vuelta para ver como Jennie entraba a la habitación. —No necesitabas tocar, yo te pedí que subas Nini.

—Lo sé, pero no quería ser irrespetuosa.

—¿Irrespetuosa de qué? —Preguntó comfundida. —Es tu casa.

—Uhm, bueno ya sabes... —Jennie carraspeó incómoda, evadiendo la mirada de Lisa mientras se sentaba en su cama. —Mira si entraba y tú te estabas cambiando.

  Lisa sonrió enternecida por la timidez de Jennie ante algo tan simple.

—Oh, claro. —La rubia volvió a mirarse al espejo, tocando sus clavículas con las manos. —Aunque no me molestaría, después de todo, eres mi novia.

  Los colores se dispararon a las mejillas de Jennie, quién con los nervios repentinos, se paró de la cama y miró de reojo el espejo.

—¿Para qué me necesitabas? —Cambió abruptamente de tema.

  Lisa soltó una risilla y lo dejó pasar, concentrándose en su imagen reflejada. Sus manos divagaron entre la curva de su cintura hasta sus caderas bajo la atenta mirada de Jennie, deteniendose sobre el borde del pequeño vestido celeste que llevaba.

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⏰ Última actualización: Feb 07 ⏰

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