Con el agua escurriendo por ambos lados de su cara, Susan fue la primera en reaccionar. Parpadeó varias veces, como no pudiendo creer lo que acababa de ver, y exclamó:
—¡¿Qué demonios fue todo eso?!
—Yo... tengo poderes —susurró asombrado Adam, mirándose las manos. Dio pequeños saltos en su lugar, levantando los brazos con euforia—. No puedo creerlo, ¡tengo poderes!
—Sí, creo que ya nos dimos cuenta de eso, campeón —comentó John, quien no tardó en buscar un trapeador del armario.
—Yo no... no entiendo cómo pudo suceder —tartamudeó Susan, todavía incrédula. Hizo ademán de sentarse en una de las sillas de la cocina, pero rápidamente se detuvo a mitad del acto y se limitó a apoyarse sobre el respaldo—. Es decir, no debería ser posible, no debería...
—¿Por qué no? —planteó Luke—. Después de todo, han existido muchos superhéroes con poderes antes.
—Bueno, sí, tienes razón en eso —replicó John, titubeando y sin ninguna respuesta concisa—. El problema es que... eh...
—No hay información pública sobre el tema —completó Susan—, así que sería muy difícil, prácticamente imposible, saber cómo se pueden obtener poderes o cómo Adam pudo obtener los suyos.
—¡El accidente! —exclamó Adam, chasqueando los dedos—, ¡el que tuve la otra noche!
—¿Te refieres a la luz del espacio? —le cuestionó John.
—Sí, exactamente. Desde que tuve el accidente me he sentido terrible, como si algo en mí estuviera mal. Al principio pensé que la fiebre, el frío y el dolor de cabeza solo eran traumas de... bueno, ya saben, ser quemado vivo hasta la inconsciencia. Pero tal vez era algo más.
—El despertar de tus poderes —adivinó Luke. Adam asintió con la cabeza—. Ok, sí, supongo que tiene sentido y es algo lógico, pero si es así, ¿qué era la luz? ¿Un meteorito?
Adam nunca lo había pensado demasiado. Ciertamente le resultaba una locura que un meteorito le hubiese golpeado y que, además de eso, hubiera sobrevivido. Pero luego de haber visto de lo que era capaz ahora, no le sorprendería mucho enterarse que aquella luz había sido una piedra radioactiva del espacio exterior.
—No estoy seguro de lo que era, pero les puedo asegurar que esa cosa fue la que me dio estos poderes.
—Hablando de eso —dijo Susan—. Creo que tendremos que tener una discusión sobre el uso de tus nuevas... eh, habilidades.
«Oh, no», pensó Adam, sabiendo lo que iba a suceder.
Ya podía imaginarse a su madre siendo la primera en oponerse, moviendo su dedo índice con el ceño fruncido mientras decía algo como «¡es por tu propio bien, Adam, esos poderes tuyos son muy peligrosos para un niño como tú y no podrás usarlos hasta que cumplas treinta y siete años, bla bla bla bla!». Luego su padre respondería algo como «¡oh, vamos, Susan, deja que el niño use sus poderes súper mortales y peligrosos; ya está grande, tiene doce!». Pero mucho se sorprendió cuando ambos declararon casi al mismo tiempo:
—No los usarás bajo ningún término —dijo John.
—Podrás usarlos con ciertas condiciones —dijo Susan.
Los dos se miraron con una expresión de confusión. Susan levantó su dedo acusador, lista para decirle algo a su marido, pero, cuando notó las miradas expectantes de sus hijos, solo agregó:
—Reunión en la cocina, ahora. Adam, Luke, ustedes vayan a la sala de estar, hablaremos con ustedes en un momento. ¡Pero no se vayan a sentar en el sofá!
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...