Por alguna extraña razón, Luke Basset no se sentía como él mismo esa mañana.
Aunque la señora Krupke estaba delante de la clase, explicando cómo resolver unas ecuaciones que había escrito en la pizarra, no parecía encontrar la voluntad de prestarle atención; supuso que estaba diciendo algo importante, pero de su boca solo podía escuchar balbuceos ininteligibles. Toda su concentración estaba en el cuaderno sobre su banco, donde solo tenía una cosa: el dibujo de un romboide.
Desde que su hermano se había marchado, hacía menos de una semana, comenzó a enfocarse en analizar aquel aparatito que habían hallado durante el incendio en la alcaldía. Decir que era un verdadero fastidio sería quedarse corto: nunca una pieza de tecnología le había hecho apretar tanto las sienes como ese cacharro tan diminuto. Entre el desayuno, la escuela, el almuerzo y la cena, no había momento en que no estuviera pensando en ello.
«Tiene que ser parte de una máquina, eso es obvio», pensó, remarcando el contorno del dibujo con su lápiz. «¿Quizá un chip o algo parecido...?»
—Señor Basset, ¿está prestando atención?
La voz de la señora Krupke pronunciando su nombre le hizo soltar el lápiz del susto. Alzó la cabeza para darse cuenta de que la anciana lo estaba mirando, expectante, repiqueteando la punta de su tiza sobre una de las ecuaciones.
—Umm, sí, claro —mintió Luke, poco acostumbrado a que lo regañaran.
—Entonces no tendrá problema en resolver esta ecuación, ¿verdad?
El chico se levantó a regañadientes de su asiento, intentando no prestarle atención al resto de la clase que tenían los ojos clavados en él. Si la intención de su profesora había sido humillarlo delante de todos, no lo consiguió: a Luke solo le tomó treinta segundos resolver la ecuación y regresar a su banco, justo a tiempo para que la campana del receso empezara a sonar.
Mientras sus compañeros salían del aula charlando y riendo entre ellos, la única compañía que él necesitaba era la Enciclopedia de la Informática, un compendio de más de mil páginas. Tomó asiento bajo la sombra de uno de los árboles del patio y abrió el gigantesco libro por la mitad.
—«Las computadoras basadas en transistores fueron sustituidas por otras más pequeñas y potentes construidas alrededor de los nuevos circuitos integrados» —leyó Luke en voz alta, en una sección que hablaba específicamente de chips—. «El desarrollo del microprocesador provocó cambios radicales e inmediatos en el aspecto, potencia y disponibilidad de las computadoras. Actualmente, un solo chip del tamaño de una uña puede contener el equivalente a millones de transistores».
Luke metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un pañuelo de seda que desenvolvió con cuidado: en el centro, casi invisible a los ojos, estaba el pequeño romboide metálico, en las mismas condiciones en que Adam se lo había entregado. Lo apoyó sobre su palma y le dio la vuelta para darle un mejor vistazo a la parte trasera.
—Si realmente es un chip, no estoy seguro de reconocer su tipo... —murmuró, concentrado—. Ni siquiera sé si está hecho de silicio...
Unas siluetas se proyectaron sobre la enciclopedia, obligándole a levantar la mirada para encontrarse con los recientes amigos de su hermano. Aunque los conocía de vista, por todas las veces que se los cruzaba a la salida, tampoco tenía mucho trato con ellos; solo un «hola» y un «adiós» de vez en cuando. Aun así, todavía tuvo la amabilidad de dedicarles una sonrisa.
—Menudo libro traes, espero que no estés planeando noquear a nadie con esa cosa —le comentó Eric, divertido—. ¿Estamos interrumpiendo algo o podemos acompañarte?
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science-FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...