Capítulo 18 | Adam Basset, fan número uno

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Adam estaba arreglándose frente al espejo cuando su madre se asomó por la puerta. El muchacho, ya vestido con su traje de héroe, estaba intentando peinar sus descontrolados rizos pelirrojos. Una tarea difícil, en especial cuando tenía prisa: la reunión era en menos de treinta minutos y lo último que quería hacer era llegar tarde.

—Deja que te ayude con eso —le dijo su madre, y comenzó a peinar con fuerza sus cabellos, arrancándole un par de quejidos de vez en cuando—. Listo, ahora solo falta una última cosa.

Susan recogió la insignia y giró sus bordes hexagonales hasta que sonó un agudo click: una pequeña abertura apareció en la parte trasera, suficiente como para engancharla en el pecho de su hijo, a la altura del corazón.

—Los héroes solían usar sus insignias de esta manera cuando asistían a cualquier evento importante —explicó—. Era una forma en la que podían representar a su estado y a la gente que juraron proteger. —Susan le dio un vistazo general y sonrió—. Bueno, creo que ya es hora.

Bajaron hasta el vestíbulo donde, por insistencia de su madre, se vio obligado a posar para unas fotos con su familia, como si fuera la boda de alguien. Una vez que ya habían sacado suficientes, los cuatro se subieron al auto.

—Ahora, sé que es solo una fiesta, pero quiero que tengas mucho cuidado de todos modos —habló su madre durante el camino—. Intenta quedarte cerca de gente que conozcas, no olvides comer bien, y si por alguna razón tienes ganas de regresar a casa, solo tienes que llamarnos, ¿sí?

—Estaré bien, no te preocupes —replicó Adam, riendo.

La zona norte de Reeves City era una de las más antiguas, y donde se ubicaban los edificios más elegantes: había decorados con finas balaustradas, pilastras, esculturas de ancestrales héroes y gigantescas escalinatas que daban a portones principales. Cuando se detuvieron frente a su destino, Adam vio que la casona Hillberry no era para nada diferente.

La construcción se alzaba varios pisos y ocupaba el tamaño de toda una cuadra; la puerta principal tenía un pórtico por donde descendían dos escalinatas, una en la derecha y otra en la izquierda, que terminaban por unirse en una sola escalera hasta llegar a la vereda. Unos reflectores brillando sobre la fachada le indicaron que estaba en el lugar correcto.

Adam se despidió de su familia y fue directo hasta la entrada.

Un par de guardianes vigilaban la puerta como pequeños soldaditos de plomo, listos para recibir a cualquier invitado con una sonrisa. El más joven del grupo, sin embargo, resaltaba entre los demás: su cabello rubio rosado estaba al descubierto, casi rozando sus hombros, y llevaba puesto un traje esmeralda con vetas doradas, acompañado de un pantalón blanco. Adam lo había visto antes, pero no recordaba dónde.

Cuando el guardián lo vio acercarse, avanzó rápido hacia él.

—Bienvenido a la fiesta —lo recibió con alegría—. Mi nombre es Penn Cooper, soy el asistente personal del señor Ellis, y seré tu escolta durante esta noche.

Fue ahí cuando logró reconocerlo: era aquel guardián joven que se había enfrentado a Pyromaniac y Void durante el ataque; incluso recordaba cuando el villano lo había lanzado contra la verja del palanquín. El muchacho estrechó su mano.

—Gracias, yo soy...

—Oh, sabemos muy bien quién eres: es todo un honor que un superhéroe como tú finalmente viniera a una de estas fiestas después de tanto tiempo. Deja que te dé un pequeño tour por el lugar; el señor Ellis no tardará en venir.

Adam entró al gigantesco salón de la casona Hillberry para encontrarse con un océano de gente, todos llevando vestidos o trajes de cualquier tamaño y color imaginable. A su izquierda había una mesa llena de comida recién preparada, e incluso postres de todo tipo; a la derecha, sobre un escenario, una banda amenizaba la velada con música lenta, amplificada por un parlante en cada esquina.

Adam Basset: el ascenso de un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora