—¿Ya puedo sacarme la venda? —preguntó Adam quién, por los últimos diez minutos, había estado deambulando a ciegas por los pasillos del palacio con Penn como su único guía.
—Todavía no —replicó el guardián, emocionado—, pero ya falta poco.
El primer día de entrenamiento por fin había llegado y tal parecía que el guardián le tenía planeado todo un ritual de iniciación: a mediados de la madrugada, mucho antes de que el sol se asomara por su ventana, lo había despertado con un desayuno de cereales con fruta, huevos revueltos, y un licuado color verde vómito cuyos ingredientes no se atrevió a preguntar. Mientras se ponía su traje de superhéroe, le había dicho que tenía una última sorpresa para él.
Ahora, con los ojos vendados, lo único que podía hacer era intentar adivinar a dónde estaban yendo: sabía que habían bajado por las escaleras del vestíbulo para luego subirse al elevador; si estaban ascendiendo o descendiendo, eso ya no tenía forma de saberlo. Cuando las puertas se abrieron, le desató su venda y pudo abrir los ojos.
Decir que estaba sorprendido sería quedarse corto.
Penn le había prometido que iban a entrenar en un gimnasio, pero aquel gigantesco lugar no se parecía en nada a lo que había imaginado. A primera vista, tenía el aspecto de un templo o un antiguo anfiteatro: por ambos costados de la entrada principal se alzaban dos enormes gradas talladas en mármol color crema, de unos cincuenta escalones de altura. En el centro de la arena no había rastros de ningún equipo de ejercicio o máquinas de entrenamiento, solo un piso pulido de baldosas que se extendía por la superficie.
La cálida luz del amanecer entraba a raudales por un ventanal que abarcaba toda la pared y ofrecía una vista panorámica de la ciudad entera. Pero lo que realmente llamó su atención fueron las colosales estatuas que, a modo de columnas, sostenían el alto techo con sus manos: cada una representaba la imagen de un héroe, y sus rasgos estaban esculpidos en el mármol con tal maestría que podía reconocer a cada uno de ellos.
—Bastante increíble, ¿no lo crees? —comentó Penn, al ver el rostro fascinado del muchacho—. Antes de su desaparición, todos los héroes del mundo tenían uno de estos: templos de entrenamiento donde solían practicar sus poderes y entrenar sus habilidades en el combate. Ahora nos será de gran ayuda para que puedas seguir su camino.
Adam se colocó en el centro de la arena, siguiendo las órdenes de su nuevo entrenador, mientras que este tomó asiento en una zona especial de las gradas, donde había un par de enormes tronos entre las escalinatas.
—Muy bien, sé que has estado practicando tus poderes con ayuda de tu madre, así que te alegrará saber que esto no será muy diferente. Por ahora trabajaremos con unos ejercicios de velocidad y reflejos, ¿estás preparado?
—Nací preparado.
Adam tensó sus músculos y se puso en guardia. Penn pulsó un botón en su reposabrazos y un sonido de engranajes se oyó bajo los pies del héroe. Una de las baldosas emitió un agudo click y comenzó a elevarse, revelando ser la cabeza cuadrada de un maniquí: la figura de apariencia humana tenía la altura de un adulto, estaba hecha de piedra pulida y, lo más extraño de todo, traía más de una cara. Cuatro caras, para ser más específicos. Cada una de ellas apuntaba en una dirección diferente y tenían la misma expresión facial: ojos cerrados y una boca abierta.
Era obvio que el maniquí no estaba vivo, pero aun así no parecía estar haciendo nada en particular; estaba tan quieto como... bueno, una estatua. Adam no estaba seguro de que debía estar esperando y bajó la guardia por un momento.
Una de las caras abrió los ojos, revelando dos cuencas oscuras, y su boca se iluminó de rojo sangre para expulsar una violenta bola de fuego.
Adam apenas sí tuvo tiempo de dar una voltereta hacia delante y esquivar el disparo por los pelos. Con una mano y una rodilla aún en el suelo, miró al frente: el muñeco apuntó la cabeza en su dirección para lanzar otro proyectil. Esta vez, el chico se movió más rápido y el fuego impactó en el suelo a su costado.
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...