Parado frente a la alcaldía de Reeves City, Adam no podía evitar sentirse pequeño: el edificio era una enorme construcción de ladrillo blanco y paredes color crema, de dos plantas y una gigantesca cúpula de cristal que se alzaba sobre el tejado.
Vestido en su traje de héroe, atravesó un camino empedrado que cruzaba un vasto patio repleto de estatuas hasta llegar a unas escalinatas de mármol. Dos Guardianes Esmeralda custodiaban la puerta central con una posición firme y estoica: uno de ellos era un hombre de unos cincuenta años, con el cabello entrando en canas; el otro era mucho más mayor, de barba blanca y ojos cansados, como si estuviera a punto de dormirse.
Cuando el guardián más joven lo vio aproximarse, desenfundó su lanza metálica y bloqueó la entrada con ella. Su compañero se puso alerta y carraspeó unas palabras, bajando la vista y topándose con el muchacho.
—¿Qué buscas aquí, niño? —preguntó.
—Vengo a ver al señor Ellis.
Los guardianes intercambiaron miradas, incrédulos.
Adam rebuscó en su bolsillo y les enseñó la insignia hexagonal: sus rostros cambiaron de forma repentina y ambos se colocaron en una posición bien firme, como si fueran parte de la exhibición de estatuas del patio.
—El líder Ellis se encuentra en el despacho de la alcaldesa, señor —le informó el primer guardián, con un tono de voz que le resultaba muy ajeno; ¿acaso era respeto, quizás? Nadie en su vida lo había tratado de señor.
«Podría acostumbrarme», pensó, divertido.
Atravesó la puerta de la alcaldía para soltar un silbido: como lo había sospechado, el interior era tan magnífico como su fachada.
El salón de entrada era una enorme habitación de columnas altas y ventanales con cortinas de seda aguamarina; en el centro había unas escaleras de mármol que se extendían hasta el segundo piso y se bifurcaban en tres secciones: el pasillo central y dos pasillos laterales que rodeaban el perímetro. Adam respiró profundo para sentir una fragancia alimonada que inundaba el salón.
Mientras subía las escaleras, no pudo evitar levantar la cabeza y ver cómo la luz del mediodía entraba por la cúpula de cristal; incluso notó unas pequeñas enredaderas sobre su superficie, creando extrañas sombras sobre su rostro.
Al final del pasillo había una puerta doble, unos elegantes sillones y una mesita de café con un par de revistas viejas; en vez de a un líder mundial, parecía estar esperando a su dentista. Se acercó a la puerta, dudando si debía tocar, pero se detuvo en seco cuando escuchó unas voces al otro lado.
—Es un problema grande, sí, Wyatt me había informado al respecto —dijo una voz masculina que no tardó en identificar como Lysander Ellis—. Quiero creer que ustedes no tuvieron algo así, ¿verdad?
Wyatt Eizzer era otro de los líderes mundiales, gobernante de Blackburn, el estado de la ciencia. Adam recordaba que su profesora lo había mencionado en una de sus clases, en las que sí lograba prestar algo de atención.
—No, no que yo sepa —respondió otra persona, una mujer esta vez. Adam supuso que debía tratarse de la alcaldesa—. Nunca habíamos tenido ataques tan agresivos. Lo más cercano fue ese asunto del muchacho con poderes y el niño héroe...
Los ojos de Adam se abrieron de par en par: solo había podido escuchar retazos de la conversación, pero estaba seguro que acababan de mencionarlo. Intentó pegar la oreja contra la puerta para escuchar mejor cuando, de repente, esta comenzó a abrirse. Adam se arrojó sobre el sillón y desvió la mirada mientras silbaba despreocupado; si tenía suerte, ninguno se daría cuenta de lo terrible que era fingiendo.
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...