Adam despertó sintiéndose desorientado, de rodillas sobre una superficie dura y con una jaqueca como para morirse. Deslizó la lengua sobre sus labios secos mientras abría los ojos lentamente. Cuando intentó moverse, sintió una presión alrededor de sus muñecas y descubrió que unas cadenas lo tenían bien sujeto de las manos y tobillos.
Fue entonces cuando por fin entró en sí.
Sus ojos no tardaron en adaptarse a la oscuridad y pudo más o menos distinguir que estaba en una habitación pequeña, con paredes de ladrillo negro y ninguna ventana. Ajustó la vista hacia adelante, donde alcanzaba a vislumbrar una débil luz verdinosa, para ver que la entrada era una reja de metal.
«Una celda», se dio cuenta. «Pero ¿cómo...?»
Entonces los recuerdos le llegaron como una avalancha: se veía a sí mismo tendido sobre el salón de Henry Williams mientras este lo tomaba entre sus brazos. Lo habían subido en un coche y luego, ¿adónde lo habían llevado?
—¡Ayuda! —intentó gritar, pero apenas le salió un susurro: tenía la garganta seca y le dolía al tragar—. Que alguien me ayude, por favor...
Se esforzó en levantarse para ir hasta la reja y sus cadenas se tensaron cuando apenas pudo asomar la cara por entre los barrotes. Parecía estar en una especie de mazmorra, ya que había decenas de celdas idénticas a los costados y en el lado contrario; tampoco había ventanas en aquel pasillo, solo unas lámparas de luz verde en las paredes, simulando la forma de antorchas.
Volvió la mirada a la celda que tenía enfrente y vio una silueta humana oculta entre las sombras, sentada contra la pared del fondo.
—Hola, ¿qué tal? —le llamó—. ¿Sabes dónde estamos?
La figura no movió un músculo, mucho menos respondió. Parecía llevar un uniforme que Adam reconocía de algún lado, pero no estaba del todo seguro. Se acercó lo máximo que le permitían las cadenas y se dio cuenta de que aquella silueta humana no era más que un esqueleto viejo y polvoriento.
Pero no cualquier esqueleto.
Era un superhéroe.
Adam lanzó un grito de horror y se arrastró hasta que su espalda chocó contra la pared. Cerró los ojos mientras negaba con la cabeza, tembloroso. «Esto no está pasando», se dijo con desesperación. «Esto solo es una pesadilla».
—Es increíble, ¿no lo crees?
Una voz lo arrancó de sus pensamientos y le obligó a mirar hacia adelante. Williams estaba de pie frente a su celda, con una sonrisa deslumbrante; la luz verdosa le hacía sombras duras en el rostro, dándole un aspecto aterrador. No traía la máscara, pero aún llevaba el sobretodo de Vortex y sus guantes.
El hombre soltó una carcajada mientras veía al esqueleto.
—Me gusta verlos como un trofeo personal —comentó; un leve tono de orgullo se filtraba en su voz—. No cualquiera tiene la habilidad de asesinar a un superhéroe, así que si tienes un talento es bueno explotarlo al máximo, ¿verdad?
Adam volvió a asomarse para echar un segundo vistazo al uniforme del esqueleto. «Mister Boom», pensó cuando por fin lo reconoció. Y no era el único. Con una expresión de horror, se dio cuenta de que las demás celdas estaban hasta el tope de cadáveres ya descompuestos y entre los huesos: Papergirl, Doctora Peligro, Fotosíntesis; sintió que podía nombrar a cada uno de ellos.
Aquel sitio era un cementerio de héroes.
—Fuiste tú... —escupió con una furia asesina—. ¡Tú los mataste a todos!
—Es lo que sucede cuando uno no acepta el cambio —replicó, sin siquiera molestarse en negarlo—. Les di una oportunidad a cada uno de ellos, la misma que te ofrecí a ti: unirse a mi lado para reclamar lo que nos pertenecía por derecho. Pero ¿qué crees que sucedió? —Williams soltó una risa amarga—. Se volvieron en mi contra, por supuesto, incluso mi querido padre.
ESTÁS LEYENDO
Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...