La puerta se cerró a su espalda con un sonoro golpe. Adam se dio la vuelta y vio que Void, el compañero de Pyromaniac, estaba detrás suyo bloqueando la salida. Dio un paso hacia atrás, dándose cuenta de lo obvio.
Estaba acorralado.
—Veo que estás sorprendido de vernos —comentó Richard Bradley, torciendo los labios en una sonrisa divertida. Apoyó sus pesadas botas sobre el escritorio, disfrutando cada segundo del momento—. Es que nos enteramos que habría una gran fiesta en el palacio y quisimos venir a echarle un vistazo. No vimos los globos en la puerta, pero quiero pensar que estamos en el sitio correcto, ¿verdad?
Los villanos lucían sus trajes tal y como Adam los recordaba, aunque por alguna razón se veían mucho más profesionales; nada que ver con aquellas versiones amateurs que habían usado la última vez. Incluso se dio cuenta de que Void, cuyo verdadero nombre era Elliot McKenzie, ahora traía un cinturón con decenas de armas y artilugios nuevos.
Estaban más que preparados, ¿pero cómo era posible eso?
¿Cómo demonios habían escapado?
—Deberían estar en prisión... —dijo Adam, ocultando su voz temblorosa.
—«Uh, este... deberían estar en prisión» —le imitó Richard, con tono burlón—. Lo sé, yo también creí lo mismo: que me quedaría encerrado haciendo manualidades y jugando al bingo hasta morir. Vaya que no me entusiasmaba esa idea para nada. Pero entonces apareció alguien que nos sacó de aquel lugar e incluso nos dio estos trajes nuevos tan bonitos. —Bajó los pies del escritorio y se acomodó en su asiento—. Todo eso y más a cambio de una cosa: tú, mi querido amigo.
Adam soltó un resoplido.
—Vortex.
—Bueno, parece que nuestro querido fosforito es mucho más inteligente de lo que parece —comentó Richard a su compañero—: lo adivinó a la primera.
—Te dije que no había que subestimarlo —replicó Elliot, sonriente—. Solo espero que sea lo suficientemente listo como para entregarse de forma pacífica y no tengamos que hacer ninguna escena.
—Entonces no me conoces lo suficiente —declaró Adam entre dientes.
Richard soltó una sincera carcajada.
—Esa es la única respuesta que podría aceptar de ti.
Saltó de la silla con un movimiento veloz y aterrizó sobre el escritorio, haciendo volar por los aires los documentos que había encima. Apuntó una mano hacia Adam, pero este último fue más rápido en disparar una bola de fuego. Sin borrar la sonrisa de su rostro, Richard abrió la mano y su palma absorbió las llamas del proyectil hasta hacerlo desaparecer.
Adam retrocedió un paso, estupefacto.
—Se aprenden trucos nuevos en prisión —se pavoneó Richard.
Antes de que pudiera abalanzarse encima suyo, el héroe pisó contra el suelo y una barrera de hielo se levantó entre ellos, partiendo la oficina por la mitad. No duraría mucho, eso lo sabía, así que tenía que actuar rápido.
Cuando intentó huir por la puerta, unos brazos lo rodearon por la espalda y lo levantaron.
—A mí tampoco me hace gracia —intentó hablar Elliot, mientras el muchacho se retorcía y pataleaba—, pero no hagas las cosas más difíciles, niño.
Adam zafó una de sus manos para darle una bofetada en la cara, haciendo que el villano se estrellara contra una biblioteca y cayera de rodillas. Sintiendo sus pies una vez más en el suelo, se echó a correr por el pasillo.
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...