Luke maldijo el momento en el que se le ocurrió caminar en vez de usar su bicicleta. «Son solo un par de cuadras», recordó haber dicho al ver la dirección que Adam le había dado tiempo atrás. «Quince minutos a pie, máximo». Revisó el reloj calculadora en su muñeca: había pasado casi media hora.
«Menudos quince minutos más largos».
Su hermano mayor había partido hacia la estación de tren esa misma mañana, junto con aquel joven asistente y ese sujeto con el bigote más falso que había visto en su vida. Si no se encontraban con ningún problema en las vías transoceánicas, deberían haber llegado a la capital hacía tiempo.
La noche anterior, sin embargo, cuando todos se habían ido a dormir, se coló en la habitación de Adam por las puertas del armario, como tenían acostumbrado a hacer entre ellos. Mientras Penn dormía en un colchón sobre el suelo ‒y vaya que ese tipo tenía el sueño pesado‒, le contó a su hermano todo lo que había descubierto sobre el misterioso chip. Que no era mucho, por desgracia: que era un nanobot que pertenecía a una mente en colmena, que formaba parte de esa masa oscura que siempre lo acompañaba, y que tal vez podían ser destruidos con fuego. Nada que no supiera o al menos ya sospechara.
Eso le molestaba bastante.
Le hacía sentirse un inútil.
Así que decidió investigar más a fondo a este tan enigmático Vortex y sus aparatitos, porque aún estaba seguro que escondían un secreto. Y si todavía podía ayudar a su hermano en su trabajo, entonces lo haría.
Luke llegó por fin a su destino: un edificio de unos cuantos pisos de altura, difíciles de contar desde donde estaba parado. A los pocos minutos de llamar al timbre del apartamento, apareció una mujer de piel morena, rizos oscuros y unos delicados ojos color miel. «Algo de familia», le había dicho su hermano.
La señorita Hallaway lo miró con curiosidad.
—Hola, querido —saludó con una sonrisa—, ¿puedo ayudarte en algo?
—Estaba buscando a Eric y Terry —respondió—. Soy el hermano de Adam Basset.
—¡Oh, por supuesto, claro! —exclamó, mirándolo con ojos nuevos—. Estás de suerte, hoy los chicos no salieron a una de sus grabaciones. —Lo invitó a pasar y lo condujo al ascensor—. Luke, ¿no es cierto?
El chico asintió.
—Debí suponer que eras el hermano de Adam, siempre los veo juntos después del colegio o en el receso —continuó Hallaway—. Se le extraña mucho en el salón de clases, no voy a mentir. ¿Cómo le va en su nueva escuela?
Luke se descolocó por un segundo.
«Ah, cierto», pensó. «La mentira».
—Por lo que me ha contado, bastante bien —replicó—. Mitsu City es un lugar increíble. Aún no ha vuelto, pero creo que no le falta demasiado.
—Me alegra mucho oír eso —dijo, sonriente—. ¿Y a qué se debe tu visita?
—Cosas de computadoras.
Entraron al departamento y encontró a los dos primos echados en el sofá, viendo la televisión. Una película de superhéroes, cómo no. Cuando oyeron cerrarse la puerta, se volvieron hacia él y lo miraron extrañados; no de mala manera, sino con mucha curiosidad.
—Muchachos, el hermano de Adam vino a visitarnos —les contó su tía—, dice que necesita hablar con ustedes sobre un tema informático, ¿no es así?
—Es algo un tanto privado —explicó Luke, lo más cordial posible.
—Podemos discutirlo en nuestro cuarto —sugirió Eric.
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Adam Basset: el ascenso de un héroe
Science FictionLibro Uno de la saga Adam Basset. El mundo perdió a sus héroes. Más de diez años han pasado desde su desaparición. Cuando las fuerzas del mal regresan de entre las sombras para destruirlo todo, ¿quién será capaz de salvar el día una vez más? ...