Capítulo 1 | La lluvia de estrellas

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¡Boom! ¡Bam! ¡Crash!

El superhéroe salió disparado hacia atrás, directo contra una pared de ladrillo, luego de recibir una seguidilla de golpes del villano más temible y malvado al que jamás se había enfrentado. Y en efecto, Deadly Snake era tan letal como su nombre lo indicaba: con sus movimientos veloces y un par de filosos cuchillos en cada mano, el hombre parecía una serpiente hecha humana.

—¡Todo terminó, Lightman! —declaró, con una torcida sonrisa.

La ciudad a su alrededor era un completo caos: el cielo estaba teñido de rojo sangre y el fuego reinaba por doquier; los edificios más grandes se habían derrumbado sobre las calles y ahora solo eran escombros; la gente corría sin control mientras gritaba, tratando de buscar un lugar seguro entre la completa anarquía que era la metrópolis. El viejo héroe había llegado demasiado tarde como para protegerlos de la destrucción, pero no iba a dejar que el villano se saliera con la suya.

Lightman se levantó triunfante y le devolvió la sonrisa.

—Hablas demasiado pronto, Snake. ¡Voy a hacerte tragar esas palabras!

El héroe despegó los pies del suelo y voló como un rayo de luz para propinarle un gancho bajo en la quijada. Su oponente soltó un grito ahogado mientras escupía sangre y uno que otro diente salía disparado de su boca; todo sin siquiera haber tocado el suelo. Lightman posó su pie sobre el recién caído y se dio el lujo de reír.

—Bueno, dije «tragar», tal vez debí decir «escupir».

—Ah, no creas que vas a ganar con tanta facilidad —replicó Snake con una voz entrecortada, sin borrar su sonrisa—, ¡porque yo también tengo un plan B!

Llevó ambas manos hacia su cara y aferró su piel con tanta fuerza que se la arrancó de un tirón: detrás de lo que resultó ser una máscara de látex yacía un cráneo metálico, con un contador digital en su frente que marcaba el número cinco.

Cuatro, tres, dos, uno...

—¡Mierda! —exclamó Lightman.

El cuerpo falso estalló en miles de pedazos y lanzó al superhéroe por los aires hasta hacerlo caer y rodar sobre el pavimento. Intentó ponerse de pie, pero las piernas le temblaban. Su visión estaba nublada y toda la cabeza le daba vueltas, pero aun así pudo distinguir la silueta del verdadero Deadly Snake avanzando hacia él mientras chasqueaba la lengua, fingiendo decepción.

—¿Qué era lo que habías dicho antes, Lightman? —se mofó el villano—. ¿Que me iba a «tragar esas palabras»?

Le encajó una patada bajo las costillas y lo hizo retorcerse de dolor. Llevó una de sus manos al cinturón y desenvainó una daga de cuchilla curva.

—Tus poderes finalmente son míos —exclamó, victorioso—. Y cuando logre manipular los recuerdos de todos en el mundo, me verán a mí, Deadly Snake, como su único e indiscutible soberano. En cuanto a ti, viejo amigo, ¡temo que ya es tu final!

—¡No tan rápido!

Una voz resonó en la distancia, con tal fuerza que lo dejó petrificado y con la daga en alto. El hombre levantó la mirada hacia los escombros de un edificio derrumbado y resopló de la sorpresa: un joven de rizados cabellos pelirrojos se alzaba estoico por encima de él, con la cabeza baja. Su capa amarilla ondeaba con el viento y el traje de héroe blanco resaltaba entre la destrucción y el polvo.

Deadly Snake dio un paso hacia atrás.

—N-no... esto es imposible... —tartamudeó—. ¡No puede ser!

—Ah, veo que ya has oído hablar de mí.

—¡Tú... tú... eres...! —Ni siquiera se atrevía a pronunciar su nombre—. ¡Adam Basset!

Adam Basset: el ascenso de un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora