13. Un asunto entre piel y lluvia

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Habían pasado unos días duros para Génesis, escabulléndose de Meredith y aparentando que seguía en aquel trabajo, olvidándose del drama quiso recuperar algo de aquello que, si le gustaba en su vida, y era la corta amistad que había trazado con Nicolas. De ninguna manera iba a regresar al bar así que cuando el sol se intentaba abrir paso en una mañana un tanto templada se encaminó en dirección a la casa de Nicolas, esperando encontrarlo y con la inseguridad revoloteándole en cada rincón. Se abrasó muy fuerte en cuanto pasó al frente del Caligo, las piernas desnudas gracias a la transparencia de la tela de un muy florido y plegado vestido beige que le iba justo arriba de las rodillas haciendo lucir la cremosidad de sus piernas.

Nada pasó, superó su reto y la respiración se fue estabilizando poco a poco conforme se alejaba del lugar, no se tomó el tiempo ni para dedicarle un vistazo, temía lo que se encontraría ahí. A pesar de que su bicicleta siguiera en el mismo lugar ya que nadie querría un vejestorio, no tenía intención de recuperarla, al menos no ahora.

La falta de ejercicio que tuvo durante los dos días le provocó un cansancio pesado en las pantorrillas, pues en su descanso emocional estuvo sumiéndose en extensas lecturas de poesía y era lo que pensaba seguir haciendo en cuanto regresara de su visita con Nicolas. Por ahora el trabajo no le estaba preocupando, pero en cuanto su burbuja se rompiera lo que quedaría de ella sería un amasijo de desesperación y miseria.

La cafetería se dibujó frente a sus ojos, unas personas iban de un lado a otro, siguiendo su día a día con toda la normalidad posible, hasta ahora no se había topado con ninguna persona que incomodara su estabilidad con la que caminaba. Se acomodó el pelo castaño, sus bucles algo enredados por el viento le daban un toque natural y sus pecas la hacían lucir tan serena.

Suspiró antes de dar tres toques a la puerta, esperó un momento y la espera la torturó. En cuanto unos pasos se aproximaban dentro de la casa, se preparó con una dulce sonrisa en los labios, esperando a que el joven de cabello oscuro la recibiera, pero en cambio fue la señora Maxim, una mujer de cabellera de aspecto parecido al de su hijo y muy amable que la recibió de inmediato con toda hospitalidad.

- Verás, Nicolas tiene sus tiempos en los que suele distanciarse, cuando se siente mal - decía la mujer mientras se aproximaba a tomar sus llaves porque tenía que regresar con Brina a la cafetería, según lo que le había dicho a Génesis antes de que entrara.

- Pero ¿Está él bien? - incómoda y sin saber a dónde moverse le preguntó a la mujer que no paraba de revolotear por el lugar en busca de algo. Era sin duda una mujer ocupada.

- Oh, sí, eso creo - se detuvo para dedicarle una mirada dudosa, con bolso en mano desvió la mirada hacia la puerta deteniéndose a pensar por unos minutos -. ¿Sabes qué? Le haría bien una visita. Sube a su cuarto, pero toca antes de entrar, no te garantiza que no te topes con algo desagradable, aunque la prevención es primero.

Le depositó un beso en la mejilla antes de salir rápido sin espera a una respuesta con bolso en mano y el sonido de sus zapatos resonando por la calle. Cavilosa Génesis ve los escalones como si de una gigantesca montaña que escalar se tratase, traga saliva y a paso lento sube uno a uno los escalones. Hay una puerta algo destartalada que proclama la propiedad del inquilino, unos cuantos stickers de motocicletas se muestran con unos cuantos rayones. No hay ruido en el interior, la puerta está abierta y el resto del pasillo desierto.

Toma aire para calmar la ansiedad que la consume antes de dar tres golpes constantes pero suaves en el madero de la puerta. Esperó pegando la oreja a la puerta al no obtener ni la mínima respuesta, su madre no había dicho que él no se encontrara en casa, pero a la segunda vez de tocar ya estaba dando por sentado que realmente no se encontraba en casa, suspiró y se alejó del lugar dispuesta a marcharse.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora