21. Maestro de ciencias prohibidas y delirantes

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Ha estado aquí en la tierra por milenios, fue el susurro de la perdición, el grito en el fin del decoro y el suplicio de la inocencia

Fue bien dotado en encanto y sensualidad, pero ante todo disciplinado en castidad y pureza de corazón, preso de demostrar cualquier perversión.

Tenía el poder de conservar los deliciosos y retorcidos secretos que su creador le concedió para cuidarlos.

En su lugar dejó aflorar la oscuridad de su interior para no consumirse el solo.

Dio el paso a la conversión de algo más insano y fascinante...

Un maestro del erotismo, un amante del sexo.

Su tacto, sus labios, la mirada y cada afilada palabra susurrada por su boca era la vívida experiencia de la lascivia.

Él nos ha enseñado a demostrar de todas las formas carnales como es el anhelo de poseer en cuerpo, y derretir el alma de deseo.

Él es la lujuria y el escondite de la pureza.




Génesis contempló a su amigo desde arriba, con el gesto perturbado por el asombro, él le devolvió la mirada oscilando entre el asombro y la confusión, ella no esperó más y se precipitó al piso acudiendo a asistirlo pues la posición no parecía ser una situación ni posición cómoda. El gran problema era que no sería nada fácil ayudarlo.

Su espalda era todo un rompecabezas de nudos y figuras de cuerdas que se entrelazan entre sí, al menos no estaba amordazado y eso era una importante ventaja. Pero Nicolas tenía la mirada vidriosa y los labios entreabiertos profiriendo jadeos cansados que le impedían hablar.

- ¿Nicolas? Háblame - Génesis ya estaba de rodillas palpando con miedo áreas de sus brazos retorcidos hacia atrás -. Oh Dios mío, ¿Quién te hizo esto?

Profirió con lloriqueos y los ojos acuosos de lágrimas cautivas.

- E... estoy bien...

Fue un susurro tan bajito y doloroso que Génesis tuvo que inclinarse más para oírlo mejor, entre la penumbra de una habitación oscura con olor a cuero, polvo y alcohol ella pudo ver esos ojos avellana tan aliviados de verla que finalmente sintió algo tan profundo como lo que se sentiría al regresar a casa, a una verdadera.

Era como si con una sola mirada experimentara lo que era tener un hogar.

- Deja de intentar desatarme, no podrás - las manos de Génesis se detuvieron en sus movimientos torpes afanosos de soltar a su amigo en cautiverio -. Creo que logré aflojar las ataduras un poco.

Era claro para Génesis que eso era una mentira, pues la piel enrojecida de Nicolas pedía a gritos ser liberada. Ella analizó su cuerpo, al menos estaba completo y vestido exceptuando por la falta de zapatos, calcetines y camisa. Su piel estaba cubierta por una ligera capa de sudor que dejaba que algunos de sus mechones se pegaran a la piel de su frente.

- Nicolas ¿Quién te hizo esto? - el sentimiento de culpa y desasosiego afloró con más ahínco en el pecho de Génesis, y no pudo evitar más que lágrimas se resbalaran por sus mejillas, sólo eso detuvo el forcejeo de Nicolas quien le dedicó un repaso preocupado.

- Estoy bien, no llores por favor.

Al decir esas últimas palabras de entre las sombras emergió una más grande y espesa, la figura de algo imponente digno de temer, su oscuridad era tan amigable con la oscuridad de la habitación. Génesis dejó de escuchar a Nicolas y se congeló ante lo que se elevaba ante ellos a apenas unos pasos de distancia.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora