Larscifer [parte 1 y 2]

3. El violín de Paganini

Genesis

6 meses después

Mis botas resonaban en el asfalto, aun no me acostumbraba a la altura y el estilo "más formal" que elegí ahora, me gustaba, me hacía sentir renovada, libre, de alguna u otra manera.

El viento sopló, frío, contemplativo y latente, como una caricia refrescante que anunciaba la venida del otoño. Estábamos a mediados de septiembre y yo no podría estar más enamorada de este clima.

Este pueblo, la tranquilidad, no inquietante, solo misteriosa, aun se sentía como si guardara secretos en cada esquina, en los callejones oscuros y sucios, era como si estuviera esperando por algo del tamaño magnánimo para derribarse.

El bullicio de las calles mezclándose con el pánico de los noticieros en las tiendas y los restaurantes, anunciando para todos aquellos que aún seguían enfrascados en el terror de lo que había estado pasando los últimos meses, otros, simplemente pasaban de la noticia y seguían con su vida esperando a que nada los afectara.

Pero el mundo estaba cayendo en un precipicio muy oscuro, con dientes afilados que masticaban lento y tortuosamente. El mundo siempre ha sido así, pero ahora tomó una fuerza más implacable que pocos se esperaban.

Me aproximaba a mi destino, mis pasos se ralentizaron un poco al ver el templo que se erguía a mi costado, era precioso, y esa parte aun dentro de mí casi me empujaba a entrar justo antes de que me reprendiera, reanudando mis pasos con más prisa.

Esa parte de mí ya estaba agonizante, me negó su ayuda, y a pesar de que mis creencias deberían evitar que sienta este resentimiento, mi sufrimiento que conoció muy bien el otro lado de la historia sabía a perfección que si bien la iglesia negaba muchas cosas, también era muy ignorante del lado más oscuro de la vida o le daba la espalda para poder ser parte de ello.

Rogué que me salvara de las garras del demonio, pero en su lugar me entregó en bandeja de plata para ser sacrificada por un capricho.

¿Era yo la lección o el experimento de prueba del diablo?

Si ahora estaba viva era gracias a Lucy, de lo contrario también hubiera dejado que me comieran los gusanos.

La sensación sofocante regresó momentáneamente ante tal pensamiento, pero me negué a contemplarla, no dejé que empapara los bordes de mi visión.

Tomé un profundo respiro y crucé el umbral del vestíbulo, el olor acogedor de las velas aromáticas de Lena me abrazó con tanta fuerza que casi me derribó el cálido cambio de ambiente, sonreí sin pensarlo demasiado, me salió natural, no como algo practicado, no como otro gesto más que había olvidado mi rostro pudiera hacer.

Levantó su rostro del libro descansando en el mueble. Me sonrió genuinamente y me saludó con la calidez que la caracterizaba, mantuvimos una breve conversación mientras me dirigí a los vestidores, el tiempo preciso antes de que la puerta a mi espalda sonara y apareciera el dueño de las mejores sonrisas de Lena, él era como el sol, si su actitud ya era lo suficiente agradable, cuando el cruzaba esa puerta su actitud se volvía diez veces mejor, y eso que creía no era posible.

El edificio era viejo, con tapiz de bailarinas en las paredes y conejitos grises, justo antes de ser un hospital o centro de rehabilitación como lo llamaba Lucy, era un estudio de ballet, en los años 50's, eso explicaría porque el uniforme de enfermera que algunas usábamos (para mantener la fachada) era tan anticuado, un vestido, de color purpura tan oscuro que casi parecía negro.

Agradecía muy en el fondo que no fuera blanco, y a pesar de que no era aún una enfermera convencional con la preparación académica adecuada ni los títulos colgando en mi pared, agradecía que al menos estaba aprendiendo métodos tan buenos de Lucy, y que a su vez estuviera cumpliendo la mentira de mamá que también sabía, era su sueño antes de que mi progenitor le arruinara la vida.