Su piel parecía quemarse con fuerte sol, sus labios disecarse a fuego lento, sus ojos dos brasas centellantes, cristalinas.
Mientras sobre él la lluvia suspiraba lanzando fuertes ráfagas de rocío con olor a especias.
Solo entonces se percató de la sangre que cubría su cremosa piel, los pies desnudos al igual que el resto de su cuerpo, pisaban tierra agrietada.
Arroyos de sangre se deslizaban formando surcos en sus costillas, perdiéndose en sus ingles y siguiendo el largo recorrido de sus fuertes piernas, la corpulencia de un soldado, guardián y una gran estrella.
Asustado palpó los rincones de su cuerpo hasta que el dolor se propagó en áreas fijadas de su espalda, la pérdida se hizo cada vez más y más grande, formándole un agujero en el pecho mientras como gotas de lluvia las lágrimas comenzaban a quemar sus mejillas y escoltaban a un gran grito de dolor corrompiendo la tierra, desmembrando el cielo.
Dos cortadas rasgaban su espalda y donde antes estuvieron los objetos más hermosos y preciados del universo, solo quedaban arroyos de sangre y carne viva.
El joven sublime lloró desconsolado arrodillándose y dejando que el olor a tierra mojada se impregnara en su piel, que las rosas hermosas florecieran con su majestuosa sangre y que sus lágrimas se convirtieran en un clima.
Como el más doloroso infernal arte con sangre, dolor, odio y pérdida miró alrededor.
Estaba solo y no podía volar.
Era hermoso, la obra de arte jamás creada en los cielos y ahora solo tenía como condena la tierra que sus pies acariciaban.
Pues el odio y la venganza tenían como prisionero un corazón marchito, y un alma postrada a obedecer los mandatos de su artesano.
***
Génesis era una extraña incluso para ella misma, estaba perdida y desconsolada, vivió con su abuela por casi diez años, todo después de que su madre falleciera. De su padre; no había algo bueno que mencionar, así que evitaba ese pensamiento con todas sus fuerzas. Pero esta noche aleteaba en su memoria como un mosquito, demasiado molesto.
Meredith, la hermana de su difunta madre, no la toleraba y ahora iba de camino al matadero con un tipo desconocido conduciendo una camioneta lujosa. Era la primera vez que se subía al auto de un hombre de edad equivalente a la suya, al menos a simple vista lo imitaba, de no estar tan asustada pondría más atención al interior del automóvil que no tenía objetos relevantes, a excepción de Lars y su fragancia tan natural; por un momento le pareció percibir un olor a incienso, pero fue tan efímero que no logró distraerla de sus pensamientos.
La distancia al destino fue muy corta, al lado izquierdo de la carretera cuando las luces tenues del porche de una casa se iban acercando, el corazón de Génesis parecía desbordarse. Encogiéndose en su asiento cuando la camioneta se detuvo frente a una casa de aspecto rústico en el centro de distantes y cercanos árboles; sintió la mirada de Lars como un fuego propagándose bajo su piel.
El olor del bosque y del agua se hizo presente impregnándosele en su sistema.
En una silla del porche descansaba un joven con una cerveza en la mano, Heinrich, su primo; alto, masa muscular desarrollada gracias al deporte, cabellos acercándose al color rubio como paja muriendo, alborotándose y quemándose bajo el foco de luz naranja, ojos fríos, grises y a la vez oscuros vacilando uno en la claridad y otro en la noche.
Suspiró y sonrío al ver la pequeña figura de su prima reflejándose en los faros del automóvil. Su sonrisa vaciló entre ser amable y confortable a ser una maliciosa llena de rabia y confusión, pues ella no iba sola, la alta figura que sostuvo su maleta por unos segundos parecía un garabato traspasando la distancia y colándose en sus intestinos causándole la más horrible indigestión de enojo.
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Larscifer [parte 1 y 2]
General FictionPero, como todo pecador tiene su maestro o su musa, para los caídos existía Él. El primer caído. El que no tenía como característica especial la Lujuria, la Violencia o la fascinación por el ocultismo. Lo contenía todo en su interior, tenía como ins...